Capítulo 1: Despertar
Daniel abrió los ojos lentamente, sintiendo una extraña incomodidad. Algo no estaba bien. El techo era el mismo, su cama también, pero su cuerpo... no. Sus manos eran más pequeñas, su pecho pesaba, y su voz, al soltar un gemido confundido, era aguda y femenina.
—¿Qué diablos…?
Se sentó de golpe y miró hacia el otro lado de la cama. Vacío. Elena no estaba. Sobre la almohada había una nota, escrita con su delicada caligrafía:
"Esta es mi venganza, disfruta tu nueva vida, guapa."
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. ¿Venganza? De pronto lo entendió, Elena debía saber que le era infiel. ¿Cuánto tiempo lo había sabido? ¿Cómo había podido convertirlo en mujer? Corrió al espejo y lo que vio lo dejó sin aliento. Una mujer. Hermosa, con cabello oscuro y largo, rostro afilado y una expresión de pánico absoluto. ¡Era él! O, más bien, ella.
Entró en crisis. Lloró. Gritó. Se preguntó si estaba soñando, si era un castigo divino o una broma de mal gusto. Pero el zumbido de su celular lo trajo a la realidad. Un mensaje de Ricardo:
"Jefe, estamos todos fuera de la empresa, no podemos entrar porque no ha venido a abrir."
¡El negocio! Tours programados, bicicletas por entregar, clientes esperando en la montaña. No tenía tiempo para colapsar. Se vistió como pudo, optando por un conjunto deportivo sencillo, seguro le quedaría grande pero podría usarlo. Después de vestirse salió corriendo.
El trayecto fue extraño. La gente la miraba, algunos con admiración, otros con curiosidad. Daniel no estaba acostumbrado a esas miradas.
Al llegar, sus tres empleados lo esperaban frente al local cerrado.
—Disculpe señorita —dijo Ricardo amablemente—, en unos momentos abriremos, es que la cerradura se trabó, ya viene el cerrajero.
Daniel —o más bien, la mujer en la que ahora se encontraba atrapado— lo miró con sorpresa. Qué increíblemente leal era Ricardo. A pesar de ser culpa de Daniel que estuvieran ahí esperando, había inventado una excusa plausible.
—Gracias por la paciencia —respondió ella—. Me llamo Karina. Soy la prima de Daniel. Él tuvo que salir del país por motivos de fuerza mayor. Me pidió que lo reemplazara un tiempo.
Los tres empleados se miraron entre sí, desconcertados.
—¿Daniel no nos dijo nada? —preguntó Joana, frunciendo el ceño.
—Fue todo muy repentino —improvisó Karina—. Un asunto familiar urgente. Pero estoy aquí para mantener todo funcionando. Conozco bien el negocio. De hecho, voy a llevar el primer grupo hoy.
Silencio. Luego Eliot sonrió levemente.
—Pues bienvenida, Karina. Espero que te guste madrugar —dijo con una carcajada.
Karina rió también, nerviosa. No tenía idea de cómo iba a salir de esa situación. Solo sabía una cosa: tenía que mantener el negocio a flote mientras encontraba a Elena… y una manera de volver a ser Daniel.


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