sábado, 15 de noviembre de 2025

Gran Cambio: Algo Diminuto



Han pasado seis meses desde el Gran Cambio, el día en que mi cuerpo se transformó para siempre. Y con él, todo lo demás.

Y seré honesta: siento un odio visceral por casi todo lo que conlleva ser mujer. La forma en que las miradas masculinas se posan en mí en la calle. Mi nueva estatura, este cuerpo que se empequeñeció; estas caderas que se abrieron sin mi permiso; los pechos que brotaron de pronto, una traición de mi propia carne. Mi voz, convertida en un eco agudo y extraño. La sensación constante de fragilidad, de ser de cristal en un mundo de piedra.

Pero existe un resquicio, algo diminuto que sí me gusta: los vestidos. Las faldas. Me encantan.

O, para ser precisos, me encanta la manera en que Yair, mi mejor amigo, me mira cuando me las pongo. Cómo sus dedos trazan un mapa lento y ardiente por la geografía de mis piernas, ascendiendo hasta el nuevo y misterioso sexo que habito. Me gusta el ritual íntimo de sus manos bajando mis bragas, subiendo mi falda para entrar en mí. Me gusta cuando me domina y me hace gemir. Y es ahí, en medio del vértigo y el placer, donde siempre descubro que no todo en este cuerpo ajeno es malo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario