lunes, 24 de noviembre de 2025

Secretos en el mar


Faltan dos días para la boda.
El sol brilla con una intensidad casi cruel, como si quisiera grabar cada instante de mi nueva vida en la piel. Las chicas decidieron celebrar el final de mi soltería rentando una lancha para pasar el día en el mar.

Subimos todas, riendo, con el viento despeinándonos el cabello y el salitre pegándose a los labios. Mis damas llevan trajes de baño azul oscuro; yo, uno blanco que Laura eligió para mí. Dijo que era “perfecto para una novia”. Cuando me miré al espejo antes de salir, no pude evitar sonrojarme. Nunca había mostrado tanto de mi cuerpo, y sin embargo… me sentí hermosa.

Al llegar al muelle, sentí las miradas.
Hombres en el puerto, pescadores, turistas, todos nos seguían con los ojos. Y por primera vez, no me sentí incómoda. No me sentí observada… me sentí deseada. Una parte de mí comprendió lo que alguna vez le hice sentir a ellas.

—Con razón nos engañabas, Janine,—dijo una de las chicas entre risas, mientras acomodaba su toalla—. siempre llamas mucho la atención ¿ya viste como te miran los hombres?
—Te miran las tetas y el culo por igual —añadió otra

Reí con ellas.  Estaba un poco incomoda porque sabía que la atención que recibía era real pero aún no estaba acostumbrada a ello. Con Andrés me sentía mujer y no me costaba mi nuevo rol. Pero en público las miradas aún me costaban.

Cuando la lancha se adentró en el mar abierto, las risas se mezclaron con la música y el sonido del agua. Laura sacó una botella de vino y, tras varias copas, el ambiente se volvió más íntimo, más cálido.

Entonces comenzó el juego.
“Consejos para la futura esposa”, lo llamaron. Una a una, comenzaron a hablar, entre carcajadas y me decían como complacer a mi futuro esposo. No tenían recato para compartir los detalles, sus palabras estaban llenas de complicidad, de sabiduría que se comparte solo entre mujeres.

—Cuando no tengas ganas de dejarte penetrar —dijo una—. Hazle un oral, te volverás mejor y eventualmente lo complacerás tanto con la boca como con tu vulva, querida.

—No lo dejes siempre hacer todo—dijo otra—. Aprende a complacerlo con las manos y a montarlo, no lo dejes siempre estar arriba, puedes darle mucho placer con las caderas cuándo estás arriba.

—Déjalo que te tome por detrás —dijo Laura—. Necesitarás lubricante para que no te lastime y aunque al principio duele, acabas tomándole el gusto.

Yo escuchaba, sonrojada, sin atreverme a interrumpir. Cada frase era una mezcla de picardía y ternura, una guía secreta sobre cómo amar, cómo dejarse amar, cómo encontrar placer y darlo. Me sorprendía lo natural que sonaba todo en sus voces, lo libre que se sentían al hablar de lo que antes, como hombre, yo nunca supe comprender.

Laura me miró por encima de su copa, con una sonrisa serena.
—Toma nota, Janine —dijo—. A veces el amor también se aprende con el cuerpo.

Asentí, sintiendo un nudo en la garganta.
No era solo deseo lo que me movía; era un profundo anhelo de hacerlo bien, de ser buena pareja para Andrés, de amarlo con todo lo que soy ahora.

Cuando el sol comenzó a caer, la lancha regresó lentamente hacia el puerto. El cielo se tiñó de tonos dorados y rosados, y por un momento me quedé en silencio, viendo el horizonte.

Pensé en todo lo que había cambiado.
En el cuerpo que ahora era mío.
En las mujeres que alguna vez amé y que hoy me acompañaban como amigas.
En el hombre que me esperaba, con un anillo y un futuro.

Dentro de dos días, seré una mujer casada.
Y aunque mi historia comenzó con un hechizo, lo que siento ahora… ya no tiene nada de mágico.

Es real.




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