martes, 30 de septiembre de 2025

Plumas y tacones (10)

 


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CAPÍTULO 10: PLUMAS Y TACONES

La temporada regular cerró con broche de oro: dos victorias consecutivas pusieron a las Roller Rabbits en tercer lugar general, asegurando su lugar en los playoffs. El vestidor fue una fiesta improvisada después del último silbatazo, y en el grupo de chat del equipo, las chicas votaron por algo más grande: una fiesta de Halloween.

La consigna fue clara:

“Nada de disfraces aburridos. Este año vamos como chicas de burdel de película retro. Drama, encaje y tacones altos. Confianza ante todo.”

Dulce quiso escabullirse del plan, pero fue emboscada por Camila y otras dos compañeras, quienes le mostraron su atuendo ya elegido: un vestido azul oscuro con una abertura alta en la pierna, medias negras, tacones y una bandana con pluma.

—Esto no es un disfraz, es una provocación —murmuró mientras se miraba en el espejo. Era más guapa de lo que quería ser. Considerando que hace algunos meses fue un hombre. 

—Y por eso funciona —respondió Camila, guiñándole un ojo.

A pesar de las dudas, Dulce llegó a la fiesta. La casa estaba decorada con luces rojas, humo artificial y una pista improvisada donde ya sonaba música retro. Entre risas y vasos de ponche, el ambiente era perfecto. O al menos, lo sería... si no fuera por cómo se sentía dentro de ese vestido.

No era solo incomodidad física. Era algo más profundo: la sensación de estar jugando un papel que no sabía si le correspondía o si había elegido.

Y entonces, Carlos llegó.

No iba disfrazado, pero su camisa negra remangada, pantalones ajustados y chaleco oscuro lo hacían parecer salido de una novela de los años treinta. Cuando la vio, sus ojos se detuvieron. La sonrisa que le dirigió fue distinta. No burlona. No tonta. Sincera.

—No sabía si debía venir —le dijo, acercándose con timidez.

—Tienes pase libre, eres del equipo —respondió ella, acomodándose la pluma de la bandana para no tener que sostenerle la mirada demasiado.

Carlos la observó unos segundos más.

—No he querido hablar del beso. No porque no me importara, sino porque necesitábamos estar concentrados. Tú, especialmente.

—Lo sé —dijo Dulce—. Fue lo correcto.

—Pero me gustaría hablar contigo. Después del torneo. Cuando todo esto termine. Ver si tú… si nosotros…

—Lo hablaremos —asintió ella—. Pero esta noche no quiero pensar tanto. Quiero reír. Quiero bailar.

Carlos extendió la mano.

—Entonces, bailemos.

La pista improvisada estaba llena de chicas en corsets, plumas y medias de red. Dulce, con los pies adoloridos y la mente más ligera, se dejó llevar. Carlos no era un bailarín experto, pero tenía ritmo y la hacía reír cada vez que se equivocaba. Además la miraba de una forma que la hacia olvidar de todo lo demás. 

Entre canción y canción, se colaban momentos de conversación real.

—¿Sabías que quería ser entrenador antes de ser asistente? —dijo él mientras la giraba torpemente.

—¿Sabías que soy buena con la comida, pero malísima con las matemáticas? —respondió ella.

Rieron, se empujaron, se abrazaron. Cada minuto se volvió más natural.

Ya más tarde, en el patio trasero, sentados bajo unas luces cálidas y alejados del bullicio, Carlos se quitó el chaleco y lo puso sobre los hombros de Dulce.

—Gracias —dijo ella, tiritando un poco.

—No quiero apresurarte. De verdad. Pero me gustas. Mucho.

Dulce bajó la mirada, pensativa.

—Y tú a mí. Pero no es tan simple. No para mí. Por eso me parece bien… que hablemos después. Cuando termine la temporada.

Carlos asintió con una sonrisa tranquila.

—Sin presión. Solo prométeme una cosa.

—¿Qué?

—No dejes de mirarme así cuando te hablo. Me gusta pensar que no soy el único que está enamorado aquí. 

Dulce rio, se acercó y le plantó un beso lento, profundo. Uno que ya no buscaba confirmar nada. Solo vivir el momento. Las manos de Carlos le recorrieron la espalda, llegando a sus nalgas. Dulce lo sintió y lo dejó hacer, se sentía tan entregada que no protestó 

Cuando se separaron, ella le tomó el bulto en la entrepierna, sobre la tela del pantalón y sonrió. 

—Tienes razón. Lo mejor es hablarlo después. Pero esta noche... solo déjame disfrutar un poco el momento.

Lo soltó luego de unos segundos. Y juntos, en silencio, con los ecos de la música al fondo y el futuro todavía por escribirse.

lunes, 29 de septiembre de 2025

Dolor, dudas y decisiones (9)

 


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CAPÍTULO 9: DOLOR, DUDAS Y DECISIONES

Faltaban solo dos partidos para cerrar la temporada. Si ganaban ambos, las Roller Rabbits asegurarían su lugar en playoffs. El primero de esos juegos era contra Las Pirañas del Sur, un equipo duro, desordenado y agresivo, el tipo de rival que hacía que cada segundo en la cancha fuera una batalla.

Mientras el Coach Ríos y Carlos terminaban de dar las instrucciones, y el equipo comenzaba a dispersarse hacia el calentamiento. 

Dulce seguía en el vestidor, sentada frente a su locker, con expresión sombría y los codos apoyados en las rodillas. En su cabeza todo daba vueltas. Incluso con su nueva vagina y sus senos otorgados por la pastilla rosa intentaba sentirse como un hombre; intentaba sentirse como Esteban. Sin embargo, hacia una semana se había besado con otro hombre, mientras llevaba vestido, tacones y medias; y lo había disfrutado. Había aprendido a maquillarse a manejarse con faldas y jugaba en un equipo femenino y ahora tenía su período y su toalla se movía tanto que temía no poder jugar. De repente no pudo negarlo más. Ya no era un hombre. Unas lágrimas corrieron por su mejilla. 

A su lado, Camila, una de sus compañeras más cercanas, la observaba de reojo.

—¿Estás bien? —preguntó, inclinándose un poco hacia ella.

Dulce soltó un suspiro.

—Más o menos. No dormí bien… me siento como si me hubieran atropellado. Y encima... me bajó ayer. Estoy hinchada, me duelen las piernas, la espalda, todo.

Camila hizo una mueca empática.

—Uf, sí. Odio jugar así. Una vez me bajó en medio del regional y pensé que me iba a morir en la cancha.

Dulce se rió apenas.

—Y además estoy... confundida con Carlos.

—¿Carlos el asistente? ¿El de los ojitos bonitos?

Dulce se sonrojó.

—Ese mismo. Es solo que… creo que me gusta. Pero no sé si estoy lista para sentir algo así.

Camila se sentó más cerca, poniéndose seria.

—Mira, Dulce. Estás viviendo un montón de cosas al mismo tiempo. La presión del equipo, la escuela, las emociones. Sentirse confundida no te hace débil. Sentirse abrumada, tampoco. Pero eso no te quita lo que eres: una chingona.

Dulce parpadeó.

—¿Una qué?

—Una chingona. Ya te lo dije una vez, pero hoy más que nunca: ser mujer no es ser débil. Es jugar aunque tengas cólicos, aunque estés cansada, aunque el corazón se te esté haciendo bolas. Te pones un tampón, respiras profundo, aclaras tu cabeza y sales a ganar.

Dulce la miró con una mezcla de gratitud y admiración. Sus ojos brillaban, pero esta vez no por tristeza. Sin embargo se dió cuenta que la charla de Cami no fue metafórica. Ella le estaba ofreciendo un tampón. Después le enseñó a ponérselo en un excusado y ambas volvieron al vestidor. 

—Gracias, Cami.

Odiaba sentir el algodón dentro de ella pero era menos restrictivo que la toalla. Podía moverse con total libertad. Camila se puso de pie, estirando los brazos.

—Anda, muévete. Que si tú estás bajoneada, ya perdimos antes de salir. Yo quiero verte haciendo magia en esa cancha.

... 

Ya en el segundo tiempo, con el marcador empatado y las piernas pesadas, Dulce apretó los dientes y aceleró. Los calambres estaban ahí, latentes. Pero su mente, por primera vez en días, estaba enfocada.

Carlos le hizo una seña desde la banda. Ella la entendió. Cortó hacia la derecha, esquivó a dos defensoras, amagó a la portera, y marcó el gol de la victoria.

El silbato sonó segundos después. 3 a 2. Partido ganado.

Las chicas la rodearon entre gritos y saltos. Dulce cayó de rodillas, riendo, al borde del llanto, pero de puro alivio.

Carlos se acercó con una botella de agua y una sonrisa.

—¿Estás bien?

Dulce, con el sudor pegado a la frente y las emociones aún a flor de piel, asintió.

—Sí. Solo necesitaba un tampón y una buena sacudida de realidad.

Carlos parpadeo. 

—¿Un qué? 

—Nada. Chiste femenino. 

Se levantó, aceptando su ayuda, y se unieron al resto del equipo en medio de una lluvia de abrazos y festejos.

Dulce sabía que aún quedaba un partido más antes de playoffs. Sabía que su cabeza y su corazón todavía estaban llenos de preguntas.

Pero ahora, también sabía que podía con todo eso.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Deuda (8)

 


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CAPÍTULO 8: DEUDA

El viernes después del entrenamiento, el Coach Ríos reunió a las chicas antes de que empezaran a guardar su equipo.

—Atención, conejitas veloces —dijo, haciendo sonar su silbato aunque nadie se estuviera moviendo—. No habrá práctica este sábado.

Un suspiro colectivo de alivio llenó el gimnasio.

—Voy a una boda familiar —agregó, mientras apuntaba con el pulgar a Carlos—. Se me casa un primo. 

Carlos levantó las manos, fingiendo inocencia.

—Yo solo soy el invitado elegante.

—¿Y tú también vas? —preguntó Dulce. 

—Sí, claro. Estoy en el núcleo duro del drama familiar.

La conversación quedó ahí. Pero más tarde Carlos invitó a Dulce a ir con él a la boda, esta vez con tono más serio.

—¿Y entonces? ¿Me acompañas a la boda?

Dulce se cruzó de brazos. Ya era suficientemente confuso vivir como mujer cuando un par de meses atrás fue un hombre. De ninguna manera iba a ponerse un vestido formal, medias y tacones. Tampoco iba a ser la acompañante de un chico en una boda. 

—...no tengo nada qué ponerme. Y no sé si quiero pasar la noche con gente que no conozco, vestida como si fuera a una entrega de premios.

Carlos sonrió, ya con la carta lista.

—¿Recuerdas que me debes una?

Dulce pensó en alguna manera de zafarse. Pero finalmente con resignación, con dudas… y con un poco de curiosidad, aceptó. 

... 

El sábado por la noche, Carlos la esperaba frente al salón de eventos, revisando su celular. Traje azul marino, corbata gris claro, zapatos brillantes como si los hubiera pulido con magia. Cuando escuchó el sonido de tacones, alzó la mirada.

Y se quedó congelado.

Dulce caminaba hacia él con paso firme —o al menos eso aparentaba—, enfundada en un vestido azul de noche, ceñido pero elegante, de tela suave que atrapaba la luz. Medias negras de encaje, tacones altos que claramente le habían costado más de un ensayo, y un peinado recogido que dejaba su cuello y hombros al descubierto. Carlos se quedó atónito.

—¿Estás bien? —preguntó ella, al ver su expresión.

—Estoy... impresionado —dijo Carlos, con una sonrisa algo tonta—. No sabía que vendrías tan guapa. 

—Una de las chicas del equipo me prestó el vestido… y los tacones —explicó, ajustando la pulsera en su muñeca—. Las medias y el maquillaje los tuve que comprar. Y aprendí a caminar en esto esta semana, así que... ahora tú me debes una.

—Trato justo —repitió Carlos, ofreciéndole el brazo.

Apenas entraron al salón, se encontraron con alguien inesperado: el Coach Ríos, bebiendo una copa de vino blanco y conversando con algunos tíos lejanos.

Cuando vio a Carlos, alzó la mano.

—¡Ahí está mi sobrino!

Pero cuando vio a Dulce... su sonrisa se congeló por medio segundo. Luego volvió a sonreír aunque con picardía.

—¿Dulce? —preguntó, acercándose a la joven para susurrarle algo—. ¿Tú vienes con él?

—Así es, coach —respondió ella con una sonrisa educada—. Me cobró una deuda.

El coach soltó una risa grave, pero luego bajó la voz al acercarse a ella.

—Mira nomás… no te había visto tan... femenina. Recuerda obligarlo a usar protección si lo dejas quitarte ese vestido. El efecto de la pastilla es temporal pero eres una mujer completa y puedes quedar embarazada. —había cierta preocupación y paternalismo en la mirada del coach que sabía la verdad sobre ella. 

—Gracias. Pero sólo somos amigos.—dijo Dulce, conteniendo los nervios bajo una sonrisa tranquila.

El Coach subió el tono y ahora le habló a su sobrino:

—Cuida a esta jovencita. Recuerda que no es no. Pórtate como un caballero. 

Ella soltó una risa ahogada, nerviosa pero genuina. Carlos se sintió incómodo por el comentario de su tío. Finalmente el Coach guiñó un ojo a su jugadora estrella y se retiró. 

—¡Diviértanse! La tía Susan dijo que invitó a una chica soltera para presentarmela. 

La boda era perfecta: música suave, luces colgantes, mesas de gala, pista de baile bajo una carpa blanca.

Carlos presentó a Dulce como “una amiga del equipo”, y eso bastó. Ella se movía con cautela, pero con cada minuto que pasaba se sentía más cómoda. El vestido y los zapatos la restringían pero apoyándose en el brazo de Carlos no era tan difícil moverse. Durante la cena, Carlos le contaba anécdotas familiares llenas de drama absurdo, y ella le compartía, entre risas, sus aventuras aprendiendo a caminar en tacones apoyada por Lucy, una compañera del equipo. 

—No sabía que supieras moverte así entre —dijo él, sorprendido.

—Tampoco yo —respondió ella, mirando su copa—. Pero supongo que cuando tienes que reinventarte, aprendes... y te aguantas los tobillos.

El primer baile de los novios dio paso a que todos se unieran. Carlos la miró.

—¿Bailamos?

—¿Y si te piso?

—Sólo intenta hacerlo con la punta y no con el tacón. 

Bailaron. Primero lento, torpe, tanteando el terreno. Luego con soltura. Ella se dejaba guiar, algo que no solía permitir como Esteban, pero que, como Dulce, esta vez se sentía correcto.

Y entonces, sin aviso, sin diálogo previo, se besaron.

Un beso sencillo. Sin expectativas. Solo un momento que se había estado acumulando desde hacía semanas y que al fin, sin necesidad de justificaciones, se permitió ser.

Cuando se separaron, Dulce bajó la mirada con una sonrisa y notó un bulto en la entrepierna de Carlos, ella temblaba por dentro y por fuera.

—Ahora sí… me debes dos.

Carlos rio, bajando la mirada.

—Y feliz de seguir endeudándome.

Y mientras volvían a moverse al ritmo de la música, Dulce pensó que esa noche no estaba fingiendo. No estaba pretendiendo. La humedad en su entrepierna era real y lo confirmaba. 

Solo estaba siendo ella.

viernes, 26 de septiembre de 2025

El gran cambio

El estallido ocurrió en Yucatán, o al menos eso decían las noticias. Una onda invisible barrió el planeta en menos de un minuto, alterando cuerpos de formas que nadie podía explicar.



Yo era Diego, 21 años, estudiante de biología, pseudoartista con mi cámara y mi guitarra, estaba encerrado en mi cuarto escuchando música cuando me desmayé. Todo se volvió negro.

Desperté en un hospital, con mi mamá a mi lado. Ella me explicó lo sucedido, cómo los medios lo llamaban el gran cambio. Fue entonces cuando me soltó la noticia: ya no era el hombre que había sido. Me llevó frente a un espejo y el reflejo me dejó helado.

La figura que me miraba parecía una versión distorsionada de mi ex, Ángela. Aún había algún rasgo mío como la forma de mis ojos pero el resto era un cuerpo femenino más parecido al de Ángela que al mío. Mis curvas eran como las de ella: baja estatura, pechos firmes y un trasero que resaltaba incluso bajo la bata del hospital. Me sonrojé, recordando todo lo que había odiado y amado de ella, mirando mi nuevo cuerpo tan parecido al de ella.

Los primeros meses fueron un infierno. No aceptaba las miradas de los hombres, ni el timbre distinto de mi voz, ni el peso suave y constante de mi nuevo pecho. Pero el tiempo hace lo suyo, y yo descubrí cosas de mí mismo que nunca habría imaginado. La ropa dejó de ser una prisión y la lencería se convirtió en un juego.

... 

Ahora espero a mi novio, ansiosa, con encaje negro ceñido a mi piel. Nunca creí que pudiera disfrutar tanto de ser deseada, de rendirme a la fuerza y la ternura de un hombre. Ser poseída se volvió lo mejor del mundo.

El gran cambio me robó a Diego, pero me dio una vida nueva… y, aunque me cueste admitirlo, nunca me había sentido tan viva.

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La premisa de esta caption es de Alvin, la dejó en los comentarios. La adapte un poco para acercarla al contenido de mi blog. Gracias por comentar. 











miércoles, 24 de septiembre de 2025

Clínica Venus: Camila



Me llamo Camila.
Pero antes… antes era un hombre de 24 años con un título universitario colgado en una pared vacía. Tenía una rutina que me asfixiaba: despertador, tráfico, cubículo, órdenes huecas y un jefe que me trataba como si solo sirviera para producir.

No encajaba. No en los trajes, no en los cafés de oficina, no en las conversaciones sobre rendimiento. Sentía dentro de mí un grito mudo, una súplica por otra vida… una vida donde no tuviera que demostrar nada.

Una madrugada, navegando sin rumbo por internet, encontré un anuncio discreto:

“¿Y si tú no fueras el proveedor… sino la recompensa? Descubre quién eres realmente en Clínica Venus.”

Tardé apenas dos días en decidir. Firmé los documentos de confidencialidad, tomé la pastilla rosa y sin darme cuenta ya había comenzado mi verdadero renacimiento.

Las primeras noches fueron extrañas. Dormía y, en mis sueños, una voz suave se colaba como un susurro en mi cabeza:

“No naciste para competir. Naciste para complacer.”
“No necesitas trabajar. Solo necesitas ser deseada.”
“El mundo es duro para los hombres… pero perfecto para una esposa obediente.”

Al principio me resistía. Pero mi cuerpo empezó a ceder. Las líneas duras se fueron suavizando. Mi piel se volvió tersa, delicada. Mi voluntad también cambió: cada mañana despertaba más femenina, más dócil, más hermosa.

Cuando el proceso terminó, ya no quedaba nada del joven frustrado que fui. Solo estaba yo: Camila. Una mujer delicada y radiante, liberada de todas esas obligaciones que tanto me pesaban.

Rodrigo apareció poco después, en una de las galas privadas de la clínica. Elegante, seguro, con esa mirada que me desarmó de inmediato. Me tomó de la mano y me sentí ligera, como si por fin perteneciera a alguien. Se casó conmigo al mes.

Ahora vivo feliz en una casa de dos pisos, con jardín y cortinas blancas que combinan con mis vestidos de encaje. Me despierto temprano, me maquillo con esmero, y espero a mi esposo con un café caliente y labios brillantes. Por las tardes me pruebo ropa nueva o tomo cursos de cocina erótica, siguiendo al pie de la letra lo que me enseñaron. Y en las noches… cumplo mi deber con una sonrisa satisfecha y un corazón rendido.

Jamás imaginé que la libertad pudiera sentirse así. Nunca me sentí tan libre como desde que dejé de ser yo.

Soy Camila. Y ser mujer es el mejor regalo que me han dado.





lunes, 22 de septiembre de 2025

Ahora soy la princesa de papá


Todo empezó con aquella pastilla rosa que me dieron por error. Desde entonces, mi vida cambió de golpe: el cuerpo, la voz, las miradas… y mi relación con Adrián. Antes éramos solo amigos. Ahora me regala flores, nos besamos sin pudor y hasta lo he dejado entrar en mí. Él dice que seguimos siendo los mismos, pero yo sé que ya nada es igual.

Cuando me dieron la pastilla en el centro médico, los doctores le explicaron a mis padres que el efecto sería permanente. Sería mujer para el resto de mi vida. Fue un golpe duro. Era hijo único y el orgullo de mi papá… y de repente, por un error, dejé de ser varón.

Mamá me enseñó a usar faldas, a maquillarme de forma discreta. Cuando llegó mi primer período, también me habló de higiene femenina. Y, de paso, de que podía quedar embarazada. Me preguntó si me había besado con algún chico. Le dije que no… y técnicamente era cierto. Adrián metía las manos bajo mi falda, pero nunca nos habíamos besado.

Papá seguía llamándome “hijo” y hablaba de mí en masculino. Decía que, aunque hubiera cambiado por fuera, por dentro seguía siendo el mismo. Incluso le reclamó a mamá por enseñarme “cosas femeninas”. Ella le contestó que, aunque por dentro pensara como hombre, mi cuerpo era de mujer y debía saber esas cosas.

La bomba cayó cuando Adrián me invitó a salir. Tuve que decirles a mis padres, porque iba a pasar por mí a la casa. Después de nuestra cita y de nuestra primera vez juntos, volví pasada las diez de la noche, con una sonrisa de oreja a oreja. No tuve que decir nada: ambos supieron lo que había pasado. Papá comenzó a llamarme “hija”, y mamá me dijo:

—Espero que hayas usado protección, señorita. Eres muy joven para quedar embarazada.

Desde ese día fue oficial: ya no era un hombre. Mamá exigió que les presentara a Adrián. Los dos lo conocían como mi mejor amigo, pero ahora querían que lo presentara como mi novio. Fue incómodo, pero lo hice.

Hoy, Adrián me detona todas las semanas. Siempre con protección, claro. Papá lo trata como a un hijo, y yo… soy su princesa. Mientras tanto, mamá sigue enseñándome, día a día, el arte de la feminidad. 

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Esta caption es parte de una serie.

Segunda parte: Los girasoles
Tercera Parte: Ahora soy la princesa de papá (Actual)

sábado, 20 de septiembre de 2025

Los chicos debiles deben ser esposas



 "Ya tienes dieciocho años, Eduardo. Es hora de que aprendas las habilidades necesarias para ser una buena esposa".

"¡Pero yo no quiero convertirme en esposa! ¡No quiero usar esta ropa!"



"Yo tampoco quería convertirme en esposa cuando tenía tu edad, pero durante generaciones, los hombres más débiles de nuestra familia se han convertido en esposas. Y tú no serás diferente. Te ves hermosa con ese cuerpo y esa ropa. Te acostumbrarás a usar vestidos, medias y tacones. Créeme, linda pronto comenzaras a salir con un hombre y te hará suya. Te encantará ser mujer, esposa y madre. Estarás en cuatro pidiendo más verga, linda. Yo sé que a mí sí me termino encantando. Sonríe".




jueves, 18 de septiembre de 2025

Mi hermana, Kevin y la pastilla rosa.


Nunca fui bueno para ligar. Como chico, me esforzaba, buscaba temas, imitaba lo que hacían otros... pero nada funcionaba. Siempre terminaba solo.

Pero esa noche fue distinta.

Mi hermana me convenció de tomar la pastilla rosa “solo para probar”. No tenía ropa adecuada para una fiesta de disfraces, pero convertida en mujer, ella me prestaría un conjunto de falda y blusa negra. Y un sombrero vaquero. Me transformé. Me puse mi outfit, algo de maquillaje, y fui con ella a la fiesta.

No esperaba nada. Pero todos me miraban. Me hablaban con dulzura. Me sonreían. Y Kevin, el anfitrión, no se despegaba de mí.

Dijo que le gustaba mi estilo. Me invitó a su habitación para enseñarme su colección de discos. Me reí nerviosa, acepté. Hablamos de música un rato, y luego me besó. Su mano acarició mi espalda, bajó por mis caderas y subió por debajo de mi falda. Me congelé... pero no me aparté. Me sentía viva.



Pasamos dos días más juntos. También estaban mi hermana y algunos amigos, pero Kevin y yo éramos inseparables. Tuvimos intimidad. Fue mi primera vez. Nunca antes, ni siquiera como chico, había llegado tan lejos.

Cuando desperté, tenía la cabeza sobre su pecho. Sentía mis senos presionados contra sus músculos, y aunque todo era nuevo, me sentía en paz. Desde ese momento, estando con él, me gusta portarme súper linda, amable y hasta sumisa. Mi hermana llevó ropa para las dos. Había algunos pantalones, pero elegí solo faldas y vestidos esos días. Quería que Kevin me sintiera linda y receptiva.

Tengo miedo de decirlo. A mi hermana, a mis papás. Miedo de que no lo entiendan. Pero dentro de mí ya lo sé: no quiero volver a ser hombre.

Creo que nunca lo fui de verdad.


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Esta caption pertenece a una serie:

Primera parte

martes, 16 de septiembre de 2025

Ahora soy su novia


Siempre fui un chico muy delgado y bajito. Sin fuerza, sin presencia. El blanco perfecto para el bullying. Cuando llegó la adolescencia, todo empeoró. Mientras los demás cambiaban, yo seguía igual. Mi cuerpo no se desarrollaba, mi voz no cambiaba, y eso me hizo aún más vulnerable.

El peor de todos era Víctor. Me llamaba “afeminado”, se burlaba de mi manera de hablar, de caminar… incluso llegó a pegarme más de una vez. Las autoridades nunca hicieron nada. Y yo, sinceramente, ya no podía más.

Una tarde, al salir de la escuela, una chica que nunca había visto se me acercó. Me miró como si supiera exactamente lo que sentía y me entregó una pequeña píldora rosa. “Si la tomas —me dijo—, tus problemas van a cambiar de forma.”

No entendí del todo, pero esa noche, sin pensarlo demasiado, la tomé.

Al despertar, no reconocí mi reflejo. Seguía siendo pequeña, delgada… pero ahora tenía curvas suaves, senos, y mi cuerpo ya no era el de un chico. Me había convertido en una chica. Mis padres, aunque sorprendidos al principio, decidieron apoyarme. Cambiaron mis documentos y me ayudaron a presentarme como Silvana, una nueva alumna. Nadie en la escuela supo quién había sido antes.

Los primeros días fueron un reto. Usar falda por obligación me hacía sentir vulnerable. Las miradas eran distintas. Algunos chicos eran amables de forma casi exagerada. Pero lo que más me desconcertó fue Víctor.

Ya no me molestaba. Me buscaba, me hablaba con una timidez que nunca le había conocido. Me regalaba cosas pequeñas, como si quisiera disculparse sin palabras. Un día me invitó a salir.

Al principio, me pareció una broma de mal gusto. ¿Cómo podía pedirme una cita después de todo lo que me había hecho? Pero no lo hice a un lado de inmediato. Le dije que, si quería acercarse a mí, lo primero era dejar de ser el tipo cruel que había sido con todos. Y lo hizo. Comenzó a cambiar de verdad.



Con el tiempo, acepté salir con él. Ahora somos pareja. Y me pongo faldas atrevidas para que me detone. Son deliciosos los orgasmos como mujer  Sé que muestra historia es extraña, creo que, de algún modo, ambos crecimos.

Yo dejé de tener miedo. Y él dejó de hacerle daño a los demás. 

domingo, 14 de septiembre de 2025

Una calida despedida. (10) FINAL DE TEMPORADA

 



Capítulo 11: Una cálida despedida

Los últimos días de su estancia en Tampa transcurrieron sin más melodrama. Tony volvió a ponerse el tutú en una presentación en la que participaron todas las estudiantes de las escuelas de ballet americana e inglesa. Cuando terminó, el chico feminizado sufrió de melancolía al darse cuenta de que era la última vez que bailaría con sus nuevas amigas. Shirley notó su tristeza y, antes de que se quitaran los tutús, le pidió a Madge que les hiciera una foto junto a Madame para el álbum de fotos de su prima.

A la mañana siguiente, todo el grupo se subió a una caravana de furgonetas y partió para disfrutar un día en el parque de diversiones. Ataviado con un vestido corto rosa de verano, cintas para el pelo, calcetines tobillos y zapatos de tiras, Tony se sumergió por completo en su papel de "Antonia", riendo y saltando alegremente como una niña.

Shirley observaba con regocijo cómo su primo interpretaba su papel de niña a la perfección. 

En la tarde sorprendió a Tony caminando por asfalto, de la mano de Mel; manteniendo la distancia para no ser vista, observó divertida cómo la pareja susurraba, reía y se miraba con timidez. "Es como si estuvieran coqueteando", pensó

La pareja se detuvo a tomar un refresco a la sombra de un gran árbol. Shirley rió al ver a su primo tan cerca de otro chico.

Cuando estaba a punto de irse a reunirse con sus amigas, Shirley vio algo que la impactó. Melvyn levantó un poco el dobladillo de la falda de Tony, tocándole la pierna y ¡le robó un beso! Pero lo que sucedió después fue más impresionante; en lugar de molestarse, Tony rió juguetonamente como una niña enamorada, retiró la mano del chico se su pierna con ternura, acomodó su falda y luego se dieron otro beso. Al separarse ambos sonrieron como si fuera lo más natural del mundo.

"Increíble, Tony ya besó a un chico y yo aún no", pensó alegre. 

Tony y Mel pasaron el resto de la tarde juntos. Riendo, besándose y subiendo a algunas atracciones. El vestido corto de Tony fue como una invitación para Mel. El chico mayor le puso la mano en las piernas en varias ocasiones. Tony se sonrojo en cada ocasión, pero disfrutaba del toque de las manos del otro niño. Así que lo dejaba tocarlo algunos segundos antes de quitar su mano. 

Tony había aceptado con gracia su rol de niña y de novia de Melvyn ese día en el parque y disfruto con el chico de un día muy agradable. 

... 

La mañana de la despedida fue emotiva. Tony lucía muy elegante con un vestido blanco sin mangas de su prima; resultaba un vestido adorable para una niña pequeña con un cinturón rosa, medias y botines. Shirley estaba encantada con el nuevo look de su primo.

Mimi y varias chicas del colegio estadounidense acompañaron al grupo inglés al aeropuerto, también Mel y su madre. Todos se reunieron para despedirse. Fue allí donde Tony se dio cuenta de lo que su presencia había significado, para todo el grupo... y para su nuevo novio.

"Toni... Antonia..." Mel se sonrojó mientras tomaba la mano del chico feminizado. "Mamá y yo te estamos muy agradecidos... pusiste en riesgo tu propia seguridad para rescatarme... queríamos que tuvieras esto."

El niño de once años, tomó la cajita que su novio le ofrecía y la abrió, entrecerró los ojos para ver una preciosa pulsera con una bailarina dorada colgando de ella. Tony pensó que era el regalo más hermoso que le habían dado. 

Mel colocó la pulsera dorada sobre la muñeca de Tony y la aseguró en su lugar. Un simple "Gracias" fue todo lo que el niño con bragas pudo decir. Luego el niño mayor lo besó en de la boca y le dio un cálido abrazo. Tony tenía lágrimas en los ojos cuando los dos chicos se separaron, y se encontró deseando que no tuvieran que irse.

En el vuelo de regreso Tony estaba inquieto. Se sentó con su prima, soportando sus constantes preguntas y comentarios sobre su relación con Melvyn. Ya era bastante vergonzoso que ella lo hubiera visto besando a un chico, pero también los vió tomados de la mano y besándose en el parque de diversiones. Shirley no dejaba de hablar de eso. Después del centésimo "¿Te gustó besar a un chico?" se disculpó y fue al baño para descansar un poco.

Cuando regresó, se alegró de encontrar a su prima dormida, aunque ocupó los asientos de ambos. Madame notó su situación e invitó al chico de la falda a sentarse con ella. 

"Me alegra que te haya gustado", dijo la elegante dama, tocando la bailarina que colgaba de la muñeca de Tony. "Mel insistió en que te compráramos algo para que recordaras este viaje".

El preadolescente travestido se movía nerviosamente con su vestido; Las medias transparentes que le había hecho ponerse su prima lo estaban volviendo loco.

"Oh, bueno, Mel es lindo. Me sentí mal por él... por su padre. A veces no es fácil ser un niño".

"Puedo imaginarlo...Anthony. Los niños y los vestidos no suelen combinarse, pero pareces ser la excepción". 

Cuando Tony comprendió que lo habían descubierto la mujer continuó "Estoy asombrada de lo bien que te manejas en vestido. Eres mucho mejor en eso que mi sobrino".

Tony sintió que se le derretía el corazón mientras miraba a los ojos de la mujer. "Yo... no sé a qué te refieres..." tartamudeó.

Madame echó la cabeza hacia atrás y soltó una risa suave. —Oh, Tony, no me tomes el pelo, sabes exactamente a qué me refiero... —hizo una pausa—, jovencito. Eres sin duda el chico más talentoso que he conocido, pero no puedes engañarme. 

Tony luchó contra el deseo de apartarse, obligándose a mirar a su acusadora a los ojos. Decidió admitir su culpa y poner su vida en manos de la profesora de ballet.

—¿Hace mucho que lo sabes?

Madame tomó su mano entre las suyas . —No importa hace cuánto lo sé, querido. Sólo importa que sepas que te admiro mucho.

El joven miró a la mujer que estaba a su lado por un momento. —¿No está enojada conmigo?

—No estoy enojada. Has actuado con nada más que el interés de los demás en tu corazón. De hecho, estoy muy orgullosa de conocerte. Quiero decir, salvaste la vida de mi sobrino. Eres una persona muy especial.

Tony se encontró en el lado receptor de un abrazo cariñoso.

—Entonces, ¿no estoy haciendo nada malo?— preguntó tímidamente. Era una pregunta que se moría de ganas de hacerle a alguien.

—No. Pero algunas personas no lo entenderan. Tienes que ser discreto...creo que sólo eres tú mismo".

—Mel no lo sabe, ¿verdad?— Tan pronto como preguntó, sintió un nudo en la garganta.

—¿Realmente importa?— respondió la dama. Tony se encogió de hombros. 

Madame le dedicó una sonrisa, apoyó la cabeza en la almohada de vuelo... y cerró los ojos.

El chico travestido suspiró.





Epilogo.

No pasó mucho antes de que llegaran a Inglaterra. Una vez dentro del aeropuerto, Shirley observó atentamente cómo su primo luchaba con su equipaje. Entre la muñeca bajo un brazo, su abrigo bajo el otro, la pesada maleta, su bolso y su vestido; el niño batallaba para caminar. Puede que haya sido cruel disfrutar viéndolo sufrir, pero había algo que hizo sonreír a la niña de doce años.

¡Es tan... tan lindo!, pensó para sí misma mientras Tony se detenía para tirar del dobladillo de su vestido de donde se había subido dejando ver sus bragas. Shirley sonrió.

Mientras manejaba sus propias maletas, Shirley mantuvo sus ojos en su lindo primo y se maravilló de la notable transformación que él hacía cada vez que usaba un vestido.

La mente de la niña melancólica regresó a los eventos de los últimos días. No solo había podido sacar a Tony del país disfrazado de niña, sino que había logrado ponerle un tutú y asistir a una función de ballet, ayudarlo a resolver un crimen y luego ¡lo había visto besarse con un chico!

¡Qué maravillosa aventura! Shirley pensaba en que tenía que volver a ver Antonia en el futuro. 

"Bueno, ya casi estamos en casa, primito. Espero que te hayas divertido". Shirley dijo con un gesto alegre.

"Estuvo bien, supongo".

Shirley se rió. "Estuvo más que bien... ¡fue fabuloso! No puedes decir que no te lo pasaste genial. ¿Qué hay del ballet? ¿Nadar en el océano?" Suspiró. "Y resolviste un misterio."

El chico de la falda sonrió avergonzado. "Bueno, fue divertido, te lo concedo. Pero no lo volvería a hacer. También fue bastante aterrador..."

—¿Te refieres a cuando esos hombres intentaron entrar en el auto de Elisabeth y atraparte?"

Tony se sonrojó y asintió. —Sí, eso fue bastante aterrador. Pero estaba pensando más en... bueno, cosas como estar en el escenario con tutú... o estar solo con Mel.

La prima mayor le dedicó una cálida sonrisa. —Bueno, ya casi estás en casa. Puedes olvidarte de todo eso...

—Menos mal. —Tony se estremeció—. Quiero llegar a casa y ponerme pantalones. Hace demasiado frío para usar vestido.

Shirley empezó a reírse del comentario del niño, pero justo entonces vio algo que le provocó un escalofrío.

—Uh-oh. ¡Estamos en problemas! -dijo con voz cantarina. 

Tony miró a su prima e hizo una mueca. -¿Qué clase de problemas?

-Mira quién está aquí para recibirnos.- La chica asintió en dirección a la puerta del vestíbulo.

Tony se giró hacia donde su prima estaba mirando. En la entrada principal del aeropuerto había un par de caras familiares. La tía Mary y ¡¡¡la madre de Tony!!! Las dos mujeres saludaban con entusiasmo. El detective travestido sintió que se le hundía el estómago al ver que su madre lo llamaba con naturalidad. 

-¡Tony, aquí estamos, cariño! ¡Bienvenido a casa!

Eso es todo, pensó el chico travestido. Estoy muerto.

Al mirar el vestido que llevaba, deseó al menos llevar algo menos infantil.

¿Cómo demonios voy a salir de esta?, se preguntó.

Y esa, querido lector, es otra historia...



sábado, 13 de septiembre de 2025

Una fiesta inolvidable (9)

 


Capítulo 9: Una fiesta inolvidable.

Tan pronto llegaron fiesta, Mel, sonriente se dirigió directamente hacia Tony y le brindó toda su atención. Shirley vio a su nervioso primo, que se tomó de la mano con el chico mayor.

¡Qué divertido!, pensó Shirley con una risita. ¡Mi pequeño primo está ​saliendo con un chico! 

Los visitantes de Inglaterra disfrutaron de una fabulosa cena y después de una banda en vivo de músicos de country y western. Para su propia sorpresa, Tony se divirtió mucho, especialmente porque las otras chicas lo estaban mimando. Lo llevaron a la pista de baile, donde todas participaron en un baile country; no fue tan difícil como parecía y en pocos minutos se encontró deslizándose con demasiada facilidad en su papel femenino, dando vueltas y mostrando su trasero en bragas sin ninguna preocupación en el mundo.

Durante un descanso, Gwen dijo: "¿Dónde está Mel? No lo he visto en mucho tiempo".

"Lo vi salir hace un rato", dijo una de las otras.

"Espero que esté bien", comentó Shirley. Miró a Tony y dijo. "Tal vez deberías ir a buscarlo, primita".

El chico femenino se puso rojo. "Está bien, iré a buscarlo", dijo suavemente. 

Tony descubrió a Mel sentado solo en el jardín de la terraza. El niño mayor parecía sumido en sus pensamientos. Y se sobresaltó cuando se dio cuenta de la presencia de "la niña".

"Oh, hola, ¡Toni!" Sonrió y le indicó a la linda niña que se sentara a su lado.

"Lo siento por molestarte. Pero nos preocupamos por ti". Tony todavía se maravillaba de la transformación de Mel en su yo "real". Con su cabello rubio prolijamente peinado y su sonrisa de niño brillando intensamente, era imposible imaginarlo en el papel de niña.

—Está bien. Solo sentí que necesitaba algo de tiempo para mí. Sin embargo, me alegro de que estés aquí.

—Me quedaré contigo un rato—dijo Tony. Se sentó en el banco y empezó a juguetear con los pliegues de su falda. 

Mel se giró y tomó la mano del chico más joven entre las suyas. —Oh, Toni, eres una persona maravillosa —dijo con una sonrisa. El detective travestido se dio cuenta de que, mientras su nuevo amigo hablaba, se acercaba más—. Eres la única persona en la que sentía que podía confiar. Casi te lo cuento todo la otra tarde. Sólo que tenía demasiado miedo de las consecuencias.

—Creo que lo entiendo. —Tony se retorció en su vestido mullido, sintiéndose un poco incómodo sentado tan cerca de otro chico—. Parece que tu padre no era muy agradable.

—No siempre fue así. Recuerdo que era muy amable conmigo cuando era pequeño. Pero cuando sus negocios empezaron a ir mal, se juntó con la gente equivocada y empezó a beber...

Hubo un largo silencio que Tony se moría por llenar.

—No quiero avergonzarte, pero quiero saber... ¿cómo te sentiste? ¿Cuándo te obligaron a ser una niña? —preguntó Tony. — ¿Te divertiste?

El chico mayor se sentó y se rió. — No fue nada divertido. —respondió.  —Al principio no fue tan malo. Pero eso no duró mucho. Odiaba tener que usar vestidos y faldas todo el tiempo. Me sentía tan avergonzado. Odiaba tener el cabello rizado y tener que soportar toda esa ropa femenina. Y nunca me acostumbré a sentarme y caminar con faldas. Mamá y la tía siempre me regañaban por dejar que se me viera la ropa interior. 

El adolescente se sonrojó al decir eso, lo que provocó que Tony se riera, igual que la niña que pretendía ser.



—Sé que las otras chicas de la clase intentaban hacerme sentir bienvenido, pero siempre tenía miedo de que alguien descubriera la verdad sobre mí. Sentía que tenía que mantenerme alejada de ellas. Sé que es difícil para ti entender cómo me sentía. Después de todo, eres una chica y estás acostumbrada a hacer cosas de chicas. 

Tony sintió que se ponía colorado. Pues él también era un chico. 

El adolescente continuó. —Por supuesto lo odiaba, pero también me asustaba lo que mi padre me haría si se enterara de dónde estaba, así que estaba decidido a hacer lo que mi madre y mi tía me indicaban. Sé que parece que soy un cobarde, pero no sabes lo cruel que puede ser mi padre. Había un rastro de temblor en su voz mientras hablaba.

Tony se sintió apenado por su nuevo amigo, el pobre chico había sido sometido a años de estrés como resultado del abuso de su padre, algo que Tony no podía imaginar.

Mientras su amigo contaba su historia, el detective con enaguas notó que los labios de Mel temblaban levemente, como si estuviera a punto de llorar. Tony quería hacerle sentir al nervioso chico que no estaba solo, que Antonia lo ayudaría en todo lo que pudiera. Y así, en un movimiento inconsciente, tomó suavemente la mano de Mel entre las suyas.

¿Por qué estoy haciendo esto?, pensó mientras tocaba las manos del chico. Este es el tipo de cosas que haría una chica, ¿no? Pero soy un chico, y los chicos no se toman de la mano con otros chicos...

¿Podría ser que usar un vestido de alguna manera lo hiciera actuar y pensar como una chica?

La reacción de Mel al suave toque de Tony fue acercarse aún más al pequeño niño afeminado. Se giró para estudiar el rostro angelical y vio la mirada de genuina preocupación en los brillantes ojos del joven. Suavemente puso su brazo alrededor de los hombros de Tony y lentamente lo acercó aún más. Con sus rostros ahora a solo unos centímetros de distancia, Mel miró a la "linda chica" y su atracción por "ella" se hizo aún más fuerte.

Tony se estaba sintiendo incómodo con su proximidad y se movió con profunda vergüenza al sentir una ligera excitación en la región de sus bragas.

A pesar de su intento de darle sentido a lo que estaba sucediendo, Tony se sintió confundido. Respiró profundamente, miró a Mel a los ojos e intentó decir algo...




El chico mayor tomó este ligero movimiento y la mirada intensa en los ojos de su "compañera" como una señal de aceptación. Su siguiente acción fue plantar un beso, muy brevemente, en los labios rosados ​​de Antonia...

La reacción involuntaria que tuvo Tony ante este breve beso fue casi eléctrica. Sintió que su erección aumentaba, escondida en los pliegues de su falda.

¡Comenzó a entrar en pánico! Pensó que debía levantarse y esconderse, pero también era consciente de que no quería hacer nada que pudiera herir los sentimientos de Mel. Entonces, hizo lo lógico. No se movió. Miró una vez más a Mel a los ojos mientras intentaba comprender qué estaba pasando dentro de él.

Desafortunadamente para el chico travestido, su amigo se sintió alentado por su vacilación. Mel interpretó la expresión de Tony como una de incuestionable estímulo, por lo que colocó su mano en la parte posterior de la cabeza rizada y lo acercó suavemente, besando al niño en la boca una vez más. Solo que esta vez el beso fue mucho más largo y apasionado.

La reacción involuntaria de Tony a este contacto íntimo fue incluso más violenta que antes. Mientras sus labios pintados se aplastaban cálidamente contra la boca de su amigo, su erección juvenil se tensaba contra su ropa interior de seda, aumentando hasta que explotó en un clímax exquisito. Confundido y abrumado, Tony sintió que su joven cuerpo convulsionaba con las hermosas e intensas emociones de todo lo que le estaba sucediendo. Avergonzado de lo que sentía, pero con sentimientos demasiado maravillosos para interrumpirlos. Las dos bocas jóvenes estuvieron unidas durante casi cinco minutos, y cuando las cosas se calmaron, Tony pudo alejarse y pensar en lo que acababa de suceder. Fue entonces cuando comenzó a llorar. 

Esto no debería haber sucedido... pensó avergonzado. Se dejó caer en su vestido de volantes y se lamió los labios sin querer, y el sabor del chico mayor se mezcló con sus propias lágrimas saladas. 

Mel se sintió mortificado al ver llorar a Tony. Temeroso de haber ofendido a la "niña", el adolescente hizo todo lo posible por consolarla. "Oh, Toni, lo siento mucho. No debería haber hecho eso, por favor no llores", suplicó. "No quise lastimarte..."

Dividido entre la alegría y la culpa, Tony intentó desviar la atención de lo que había sucedido debajo de su ropa de niña. Agarrando las manos del chico mayor entre las suyas, desempeñó su papel al máximo.

—Por favor —dijo el chico travestido en voz baja—, no digas que lo sientes. Tú... tú no hiciste nada malo. Es sólo que... la forma en que actuó tu padre... me duele saber que la gente puede ser tan cruel.

Lo que el niño ruborizado ahora quería por encima de todo era alejarse para poder ocuparse del desastre húmedo en sus bragas. Pero antes de que pudiera escapar, Mel tomó su cara enrojecida con ambas manos y lo acercó tanto que se tocaron sus narices.

—Oh, mi pequeña Toni... creo que te amo —dijo sin aliento.

Tony respiró profundamente y se produjo un tercer beso, que encendió esa temible sensación de hormigueo otra vez. Al terminar de besarse, el chico travestido y asustado tomó la iniciativa y se disculpó diciendo que necesitaba ir al tocador.

Una vez que estuvo solo y encerrado a salvo en el baño, Tony secó las bragas con papel de baño y se limpió él también. Volvió a colocarlas en su trasero y regresó con las chicas. 

Después de reincorporarse a la fiesta, el niño con las bragas mojadas evitó bailar más. Shirley no dejaba de mirarlo de forma extraña, y en un momento pareció sentir mucha curiosidad por saber por qué el labial del chico con vestido estaba gastado. Además, Mel tenía un ligero color Rosa en los labios, notó Shirley. Tony no estaba seguro de que contesta.

 —Supongo que el lápiz labial se me borró cuando  estaba comiendo — dijo sonrojándose.

Shirley le dirigió una de sus miradas de "hermana mayor" y sacudió la cabeza. 

 —Supongo que comiste los labios de Melvyn. Pues él tiene huellas de tu labial en su boca.  — dijo Sheryl con una sonrisa burlona. 

El chico nervioso sacudió la cabeza y comenzó a retocarse el maquillaje. 

Una vez que se arregló el maquillaje, Tony se sintió mejor. 

El resto de la fiesta transcurrió sin incidentes. Tony bailó un poco más con las chicas y comió y charló como una niña pequeña. Se lo pasó genial, aunque se sentía mareado, como si estuviera soñando. Para alivio del chico travestido, Mel mantuvo una distancia educada pero discreta durante el resto de la fiesta. Tony se sintió agradecido, ya que todavía estaba tratando de aceptar todo lo que había sucedido. 


viernes, 12 de septiembre de 2025

INDICE. EL DETECTIVE CON FALDAS

 


TEMPORADA 1
El misterio de la niña en el jardín

Capítulo 1: La aventura comienza

Capítulo 2: La transformación

Capítulo 3: La mansión

Capítulo 4: Tony el detective

Capítulo 5: El encuentro

Capítulo 6: Hora de la fiesta

Capítulo 7: Escape

Capítulo 8: Revelaciones.

Capítulo 9: Epilogo


TEMPORADA 2

Misterio en la playa:

Capítulo 1: La playa

Capítulo 2:La casa junto a la playa

Capítulo 3: El Engaño Revelado

Capítulo 4: En la casa de Fiona

Capítulo 5: Las Cosas Hacen Ruido En La Noche

Capítulo 6: Contando Historias

Capítulo 7. El Secreto del Ama de Llaves Revelado

Capítulo 8: El partido de Tenis

Capítulo 9: La misteriosa Fiona

Capítulo 10: El secreto de Fiona


TEMPORADA 3

El caso de la bailarina despistada.

Comienza el 1 de agosto.

Capítulo 1: Varado

Capítulo 2: Engañado otra vez

Capítulo 3: Las vacaciones comienzan

Capítulo 4: La escuela de ballet americana

Capítulo 5:  La bailarina despistada

Capítulo 6: Tony, la bailarina

Capítulo 7: Un rescate arriesgado

Capítulo 8: Encuentros fugaces

Capítulo 9: Una fiesta inolvidable

Capítulo 10: Una cálida despedida

Encuentros fugaces (8)

 


Este relato es parte de una serie.
Este es el índice para leer todos los relatos de la serie:

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Capítulo 8: Encuentros fugaces

A la mañana siguiente, las dos "primas" se reunieron en su dormitorio. Al ser un día libre, se decidió que las chicas irían primero a la playa y luego de compras. Esa noche se celebraría una fiesta en honor a las bailarinas. 

Tony estaba entusiasmado con la perspectiva de nadar en el mar hasta que se dio cuenta de que tendría que usar un traje de baño de niña.





—No te pongas triste —dijo Shirley—. ¿Acaso no cuido siempre de mi primita?

El niño de once años miró asombrado cómo la niña sonriente sacaba de su maleta un bañador rojo y blanco brillante, justo de su talla. Era un diseño de dos piezas, con un bonito top marinero con un sujetador incorporado y una falda coqueta cosida en la parte inferior.

—¡Yo... no puedo usar eso! Todo el mundo sabrá que soy un niño. 

Shirley miró a su primo con severidad. —Tony, confía en mí... nadie notará nada.  Pruébate esto. 

El bañador rojo le quedaba perfecto al niño, aunque era un poco más llamativo de lo que le hubiera gustado. De todos modos, los dos primos tomaron sombreros y gafas de sol, loción y toallas y salieron a unirse a los demás para pasar un maravilloso día en la playa.

¡Y qué día fue! Desde las olas espumosas hasta la gente fascinante y el divertido almuerzo que tuvieron, todos se lo pasaron de maravilla, desahogando los rigores de sus actuaciones y el estrés del día anterior. Tony se divirtió muchísimo, incluso participó en un juego improvisado de "ballet acuático" y en la charla de chicas mientras tomaba el sol. Shirley estaba encantada con la manera en que su "prima" se comportó durante todo el día. ¡Era una más de ellas! 

Cuando regresaron, se decidió que había suficiente tiempo para quien quisiera ir de compras. El resto irían a ver los lugares de interés locales, incluída una granja de caimanes y un paseo en un velero. Temiendo que su prima pudiera usar el viaje de compras para avergonzarlo aún más, Tony optó por el recorrido; además, siempre había querido montar en un velero. 

—¡Tengo el atuendo perfecto para que te pongas para navegar!— Shirley  sacó un vestido completamente blanco con una falda corta . Tony lo reconoció era el que había usado el día en la playa con Fiona. 

—Eso no ya me queda bien —protestó—. Me quedaba justo cuando lo usé el verano pasado, y sé que he crecido al menos cinco centímetros.

—Tonterías. Será perfect. Sé que has crecido sólo dos centímetros, señorita.

Shirley mandó a su primo a darse una ducha rápida y sonrió al ver que como resultado de la excursión de la mañana bajo el brillante sol, ¡el joven cuerpo de Tony lucía líneas de bronceado femeninas! Las marcas de su bikini eran evidentes en su piel pálida.

¿Me pregunto cómo le explicará esto a su madre?, pensó con una risita.



Unos minutos después, Tony estaba examinando su apariencia. ¡El borde de sus bragas se asomaba por debajo del dobladillo! "¡Esto demasiado corto! No puedo salir así". Protestó. 

"¡Te ves adorable!", respondió Shirley. "Ahora, ven. No olvides tu bolso cuando salgas".

Tony se sonrojó violentamente ante esto, pero guardó el pequeño bolso blanco con cuentas para llevar un pañuelo, dinero y perfume. Después de unirse a los demás, fue objeto de comentarios y miradas de admiración. "¡Oh, qué vestido más lindo! ¿No se ve linda Toni?".

Además de Tony, el grupo de la gira incluía a Cheryl y a un puñado de otras chicas de la compañía de ballet, así como a Melvyn y su madre y, a Madame. Mimi aceptó llevar a Madge, May y algunas de las otras chicas a un centro comercial local, y le asignó a una de sus asistentes que llevara a todas las demás en una camioneta de pasajeros. Tan pronto como todos estuvieron a bordo, ¡se pusieron en camino!

Durante todo el tiempo que estuvieron fuera, Tony fue muy consciente de los problemas con su minifalda. También se preocupó por la creciente atención que Mel le estaba prestando. Se dio cuenta de que el chico mayor quería estar con él en privado, pero con tanta gente alrededor nunca había la oportunidad. Tony comenzó a preocuparse un poco porque Mel siempre se las arreglaba para terminar sentado a su lado en el autobús. Al final del día los dos estaban tomados de la mano. Esto resultó muy embarazoso, ya que su romance no deseado se había convertido en un tema de chisme entre las chicas.

Más tarde, mientras el grupo navegaba en el velero, Tony se encontró sentado junto a Melvyn, y se sorprendió cuando el chico le pasó el brazo por la cintura. No estaba seguro de cómo reaccionar, pero al ver cómo las sonrisas de aprobación de la madre de Mel y de Madame, el chico travestido decidió que era mejor que portarse como una chica y aceptar la situación.

Al final del día, cuando estaban de vuelta en la casa de Mimi, Mel se sentó junto a Tony en el sofá y puso su brazo alrededor de los hombros del chico con vestido y lo acercó a su cuerpo. Tony hizo una mueca al darse cuenta de que el chico quería que apoyara la cabeza en su hombro. Cuando Shirley llegó del viaje de compras, vio a su primo travestido apoyado en el hombro de otro chico. Le sonrió ampliamente.

Cuando finalmente se retiraron para prepararse para la fiesta, fiel a su estilo, Shirley comenzó a burlarse de su desventurada "prima".

"Creo que Mel está enamorado de ti" bromeó. "Debes tener cuidado, los niños mayores sólo quieren una cosa de las niñas como tú".

Tony no sabía cómo reaccionar y sintió que se sonrojaba.

"Bueno, será mejor que hagamos un esfuerzo especial para que te veas hermosa para él".





Después de eso, lo mandó a bañar y después le colocó tubos en el cabello. Sentado con una toalla al estilo de una niña alrededor de su esbelto cuerpo, Tony se sintió estúpido. Odiaba tener sus mechones rizados tan apretados. Le llevó más de media hora colocarle los tubos al niño. Luego, comenzó a secarle el cabello. 

Después de una hora bajo el secador, peinó los rizos de Tony y decoró sus mechones con un peine a cada lado de su cabeza; luego comenzó a aplicarle maquillaje. Era una "excepción" ya que Tony no tenía la edad suficiente para maquillarlo, pero la fiesta era importante. Luego fue al armario a elegir su atuendo.

—Esto te quedará perfecto, te hará lucir espectacular —dijo, sosteniendo una prenda diminuta con cintas en lugar de tirantes y cintura baja que terminaba en una pequeña falda amplia, era de color azul con ribetes plateados; para consternación de Tony, el dobladillo apenas llegaba a la mitad del muslo. Cuando se la puso, con calcetines blancos estampados hasta la rodilla. Tuvo que admitir que se veía bien, por mucho que le doliera hacerlo.

—¿No crees que me veo ridículo? —preguntó con su nuevo vestido puesto. 

—¡Oh, Tony! Te preocupas demasiado —se quejó su prima. —¡Te ves maravillosa. ¡Mel no podrá apartar los ojos de ti!

¡Eso era exactamente lo que el chico no quería oír!

Tan pronto como fueron a encontrarse con los demás en la fiesta, Mel las estaba esperando. El joven sonriente se dirigió directamente hacia Tony y le brindó toda su atención a la "niña". De vez en cuando, Shirley miraba para ver cómo estaba su nervioso primero, que cortésmente iba de la mano del otro chico. ¡Que maravillosa fiesta iba a ser! 

jueves, 11 de septiembre de 2025

Un rescate arriesgado (7)

 



Este relato es parte de una serie.
Este es el índice para leer todos los relatos de la serie:

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Capítulo 7: Un rescate arriesgado.

Después de un rato de silencio Madame continuó su relato, pidiendo a las niñas que debían mantener todo el asunto en secreto. Que todo terminaría en un par de días. Las tres bailarinas con tutú asintieron en señal de que no revelarían nada de esa plática. 

Melanie en realidad era Melvyn, un niño disfrazado y era el sobrino de nada menos que la propia Madame.

"Mi hermana menor, Elisabeth, se casó con un hombre bastante poderoso. Procedía de un entorno cuestionable y parecía demasiado rápido para hacerse cargo de los asuntos financieros de mi hermana. También era un hombre bastante violento y ha victimizado a su familia durante varios años. Recién hace poco mi querida Elisabeth pudo separarse de ese bruto y pedir el divorcio. No puedo explicarte lo aliviada que me sentí al ver que había dado los primeros pasos hacia la libertad.".

Tony se movió dentro de sus mallas y su tutú y pensó en su propia situación.

—De todos modos —continuó Madame—, Harris se puso furioso cuando se dio cuenta de que su control sobre su esposa se estaba acabando. Y juro que se saldría con la suya. Mi hermana recibió la custodia total de Melvyn, pero las notas desagradables y las llamadas telefónicas amenazantes la hicieron esconderse con su hijo.

Hubo un triste silencio en la habitación, y luego la voz solitaria continuó.

—De todos modos, Elisabeth decidió que lo mejor sería llevarse a Mel y alejarse lo más posible de su marido, consiguió un puesto en una empresa estadounidense aquí, en Florida. El problema era que Harris había amenazado con arrebatarle a su hijo y llevarlo al viejo continente. Cuando Elisabeth vino a mí con su problema, juré que ese hombre nunca le haría daño a ella ni a su hijo mientras pudiera evitarlo.

Cheryl se aclaró la garganta. —Y entonces... decidió ayudar a su sobrino a salir del país...

"... ¡y a entrar en Estados Unidos disfrazado!" Tony terminó la frase. 

Madame le sonrió al detective travestido. Algo en sus ojos hizo que el joven se sonrojara. —Exactamente, queridas. Mi cuñado tiene recursos a su alcance que no dudaría en utilizar, y sugerí que si había alguna manera de esconder a Mel y de colarlo en los Estados Unidos, bueno, eso nos daría algo de tiempo. 

—¡Y qué mejor lugar para esconder a un niño que entre un grupo de niñas! —dijo Shirley

El niño del tutú se encogió de hombros desnudos y asintió con la cabeza.

Cheryl estaba igualmente impresionada. —¡Qué plan tan maravilloso! Nunca sospeche que Melanie fuera un chico.





Hubo unos momentos de charlas animadas y susurros entre las jóvenes bailarines, y luego la directora tomó el mando una vez más. Explicó que ella sugirió que Melvyn se vistiera de niña, y que tomará leccines de ballet en su academia  para pasar por una de las bailarinas de la escuela en su viaje a Estados Unidos. La idea, dijo, fue recibida con entusiasmo por su hermana; su sobrin no estaba muy contento, pero aceptó interpretar la farsa. 

"Melvyn se portó muy bien", dijo Madame con una sonrisa " Durante casi dos meses se ha hecho pasar por una niña, lo que no fue nada fácil para él. Los niños de trece años y los vestidos rara vez se llevan bien, pero él comprendió que los tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. Se puso un leotardo y unas mallas y se adaptó bastante bien al papel".

Con esta última observación, la señora miró directamente al joven Tony, que se retorcía en su tutú. El joven pensó un momento en lo que decía y se sonrojó. ¡Es como si estuviera hablando de mi!. 

Según Madame, el plan salió mejor de lo esperado. Ella ayudó a su hermana a dar clases particulares a Melvyn en su papel de Melanie, y luego por la tarde el adolescente se unía a las otras "chicas" para las lecciones de ballet. Era importante que pasara tiempo con las chicas, ya que necesitaba practicar cómo hablar y comportarse como una jovencita. Esto duró más de ocho semanas, hasta que Madame pudo programar el programa de intercambio con la escuela de su amiga en Estados Unidos.

—De alguna manera Harris había descubierto nuestro plan para sacar a Elisabeth y Melvyn de Inglaterra. Una noche hubo un robo en su apartamento en Londres. Afortunadamente, Mel ya se estaba quedando conmigo y su madre estaba escondida, así que nadie resultó herido. Pero pueden imaginarse lo conmocionadas que hemos estado desde entonces"—. La mujer asintió con la cabeza —Mel todavía no está a salvo. Se suponía que Elisabeth estaría con nosotros hoy, pero acabo de recibir un mensaje posponiendo las cosas. Reconoció a uno de los pasajeros de su avión como un empleado de su marido.

—¿Qué... qué vamos a hacer? —preguntó Shirley. Por una vez, su atención se alejó de su prima y se centró directamente en el aprieto de Melanie... bueno, de Melvyn.

Madame miró a Tony durante un largo rato. Una leve sonrisa se apoderó de ella. 

—Tengo un plan —dijo en voz baja—. Y necesito su ayuda...

Las siguientes horas fueron un torbellino para el detective travestido. Había que hacer recados, recoger ropa y hacer llamadas telefónicas. Lo siguiente que supo el joven fue que se encontraba de pie frente al espejo del vestidor de Melanie, parpadeando con incredulidad. 

¡Esto es realmente estúpido!, pensó en silencio. 

En lugar de uno de los vestidos de Antonia, el niño de once años estaba completamente vestido con ropa de niño. Desde la gorra de béisbol sobre su cabeza rizada hasta las zapatillas de deporte en sus pies, era la viva imagen de un colegial inglés. 

Mientras se ajustaba los pantalones cortos de fútbol holgados a la cintura, Tony tuvo dificultades para ignorar la ironía de su situación. Tiró suavemente del dinosaurio que decoraba el frente de su camiseta holgada.

"Oh, Antonia, ¡qué niño tan perfecto eres!" Madame sonrió cálidamente al joven ruborizado. "Si eres tan buena actriz como bailarina, creo que esto puede funcionar".

Shirley, por supuesto, apenas podía contenerse. Ver a su primo haciendo alarde tan abiertamente de su identidad de niño era más de lo que podía soportar. Esto es realmente asombroso, reflexionó con asombro, está vestido como un niño, pero aún así piensan que es una niña.

"¿Todo te queda bien? ¿Qué tipo de ropa interior traes?"

Shirley se rió. "Está usando unas lindas bragas. No puede ponerse unos viejos y asquerosos calzones usados de hombre. "

La prima de Tony se echó a reír y, él también tuvo que reír. "¡Puaj!", dijo en el tono más infantil que pudo reunir. Las otras chicas rieron también. 

Eran casi las cinco cuando Madame llevó a Tony a la puerta principal de la escuela de baile estadounidense. Le dio unas palmaditas cariñosas en la cabeza y le dio las últimas instrucciones.

"Recuerda que esto puede llevar un rato, así que ten paciencia. Toma tu pelota de fútbol y patéala un rato. Se supone que Elisabeth vendrá en un cuarto de hora, pero puede que quien la esté siguiendo tarde un rato en hacer su movimiento. Recuerda que no tienes absolutamente nada de qué preocuparte. Mimi y yo estaremos mirando desde la ventana de la oficina". Abrazó al tembloroso muchacho y le dio unas palmaditas en el trasero como si todavía llevara puestas las bragas y el vestido. "No tienes miedo, ¿verdad?"

Tony negó con la cabeza, hizo una pausa... y luego asintió. La mujer se rió.

—Lo entiendo. El miedo es bueno, así que no hay problema. Pero no te preocupes. No dejaré que te pase nada, como tampoco dejaría que le pasara nada a Melvyn.

Tony pateó la pelota de fútbol por el frente de la propiedad durante al menos media hora antes de que un sedán anodino se detuviera en la entrada, se deslizara hasta el estacionamiento y luego se detuviera. Mirando a Madame, que estaba observando cada uno de sus movimientos desde la ventana, Tony agarró su pelota y corrió hacia la mujer que estaba al lado del sedán.

—¡Oh, mami! —gritó el jovencito, en el mismo tono que usaría para dirigirse a su propia madre—. ¡Mamá, estás aquí! Te extrañé tanto.

Justo cuando estaba a un paso de la sonriente mujer que estaba de pie junto a su coche, el chirrido de unos neumáticos rompió la tranquilidad de la tarde y un extraño automóvil oscuro entró en el aparcamiento. La mujer -a la que Madame había asegurado previamente que Tony era la madre de Melvyn- agarró al detective de ojos muy abiertos en sus brazos y lo metió en su propio vehículo, cerrando las puertas mientras un par de hombres salían del sedán más oscuro y se acercaban. Por un momento, el joven estuvo absolutamente aterrorizado cuando el más grande de los dos hombres intentó abrir la puerta del coche. 

¡En ese momento se desató el infierno! De la nada, sirenas y luces rojas y azules llenaron el aire, y un par de sedanes blancos brillantes con marcas oficiales entraron en la propiedad y cuatro policías estadounidenses muy serios tomaron el control de la situación. Tony observó con absoluto asombro cómo los dos hombres se sometían dócilmente al interrogatorio de los oficiales, luego fueron esposados ​​y asegurados, en la parte trasera de los coches de policía.

Abrazando a Tony con todas sus fuerzas, la madre de Melvyn estaba tan feliz de que nadie hubiera resultado herido. 

"¡Oh, pequeña heroína!", dijo, besando al nervioso niño por toda la cara, "¡has salvado el día! ¡No sé cómo podré agradecerte lo suficiente! Eres una en un millón, Antonia... ¡y nunca lo olvides! Te estaremos eternamente agradecidas por lo que has hecho".

La confusión que siguió se calmó después de un rato, y no pasó mucho tiempo antes de que Tony finalmente pudiera darle sentido a todo lo que había sucedido. Los dos hombres eran, tal como sospechaba, el padre de Melvyn y un cómplice. Habían estado acosando a la hermana de Madame con la intención de llevarse al niño fugitivo lejos de su madre. Después de consultar con las autoridades en el Reino Unido, les aseguró a las dos mujeres que podría detener a los dos hombres si eran lo suficientemente valientes como para reconocerlos.

¡La trampa de Madame funcionó, con Tony como el queso!

"Fue solo una coreografía básica", dijo la modesta mujer mientras los policías ofrecían sus felicitaciones. "La verdadera heroína es nuestra pequeña Antonia. ¡Qué pequeña tan valiente!"

"¡Hurra por Toni!", dijo Cheryl, dándole un abrazo al niño y un beso en la mejilla. Las otras chicas se unieron con elogios y besos. "¡Esto demuestra que las grandes cosas vienen en paquetes pequeños!"

Una vez más, Tony se encontró en el centro de la atención de todos. Irónicamente, el hecho de que estuviera vestido como un niño resultó ser tan vergonzoso como si hubiera estado usando otro vestido. Todos lo adularon, diciéndole lo orgullosos que estaban y lo valiente que había sido. 

Para aumentar su frustración, Shirley se aseguró de quitarle la gorra de béisbol de niño a su primo, exponiendo la cabeza llena de mechones de niña que había rizado tan fielmente solo unos días antes. Tony se sintió extremadamente cohibido por esto; estar atrapado entre el papel de niño y niña era muy confuso, y no estaba seguro de cómo debía actuar. En un momento, se encontró recibiendo abrazos de los oficiales de policía que vinieron a rescatarlo, ¡uno de los cuales incluso le dio al niño sonrojado un beso en la mejilla!

En medio de todo esto, surgió otro tema. "¿Qué pasa con Mela... Melvyn?", preguntó Cheryl. —¿Está bien?

—Espera un momento. Creo que tengo una sorpresa para ti —dijo Mimi. Sonrió misteriosamente y señaló con la cabeza hacia la puerta principal de la escuela, por donde Madge y May estaban saliendo con una extraña figura a cuestas. La bonita maestra de ballet tomó a Tony de la mano. —Vengan, las tres. Quiero presentarles a Melvyn.

¡El trío de bailarinas se quedó atónito y sorprendido por lo que vieron! Era Melanie, sí, pero ahora era todo un niño. Habían desaparecido el pequeño peluquín rubio y los rizos de niña, que habían sido lavados y cepillados hacia atrás en un estilo muy masculino. Y sin su maquillaje, unas pecas de niño dispersas eran claramente evidentes. Más importante aún, el tutú con volantes había sido reemplazado por pantalones y camiseta, las zapatillas de ballet por un par de zapatillas de baloncesto. Era asombroso; nadie podría imaginarse cómo este niño podría haber sido confundido con una niña.

Melvyn parecía sorprendentemente avergonzado porque ahora lo veían sin disfraz. 

"Se ve diferente, ¿no?" dijo Mimi.

Todas las jóvenes bailarinas asintieron en señal de acuerdo y luego todas observaron cómo Madame y Elisabeth se liberaban de los policías que los interrogaban y se apresuraban a abrazar al joven. Fue un momento muy emotivo para todos y, Tony se encontró llorando; ver Melvyn feliz por fin feliz. Hizo que su participación en esta aventura valiera la pena.

El resto de la tarde se dedicó a recuperarse de los acontecimientos del día. Madame y su hermana tuvieron que acompañar a la policía al centro para hacer las  declaraciones contra lo secuestradores. Mimi se encargó de entretener a todos con una cena tranquila de pizza y películas. Todos estaban demasiado cansados e incluso Tony se fue a dormir antes de lo habitual.

De pie en el dormitorio, vestido solo con sus bragas de niña, el joven detective miró con nostalgia la ropa de niño prestada que estaba sobre su cama. Estaba tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos...