Nunca fui bueno para ligar. Como chico, me esforzaba, buscaba temas, imitaba lo que hacían otros... pero nada funcionaba. Siempre terminaba solo.
Pero esa noche fue distinta.
Mi hermana me convenció de tomar la pastilla rosa “solo para probar”. No tenía ropa adecuada para una fiesta de disfraces, pero convertida en mujer, ella me prestaría un conjunto de falda y blusa negra. Y un sombrero vaquero. Me transformé. Me puse mi outfit, algo de maquillaje, y fui con ella a la fiesta.
No esperaba nada. Pero todos me miraban. Me hablaban con dulzura. Me sonreían. Y Kevin, el anfitrión, no se despegaba de mí.
Dijo que le gustaba mi estilo. Me invitó a su habitación para enseñarme su colección de discos. Me reí nerviosa, acepté. Hablamos de música un rato, y luego me besó. Su mano acarició mi espalda, bajó por mis caderas y subió por debajo de mi falda. Me congelé... pero no me aparté. Me sentía viva.
Pasamos dos días más juntos. También estaban mi hermana y algunos amigos, pero Kevin y yo éramos inseparables. Tuvimos intimidad. Fue mi primera vez. Nunca antes, ni siquiera como chico, había llegado tan lejos.
Cuando desperté, tenía la cabeza sobre su pecho. Sentía mis senos presionados contra sus músculos, y aunque todo era nuevo, me sentía en paz. Desde ese momento, estando con él, me gusta portarme súper linda, amable y hasta sumisa. Mi hermana llevó ropa para las dos. Había algunos pantalones, pero elegí solo faldas y vestidos esos días. Quería que Kevin me sintiera linda y receptiva.
Tengo miedo de decirlo. A mi hermana, a mis papás. Miedo de que no lo entiendan. Pero dentro de mí ya lo sé: no quiero volver a ser hombre.
Creo que nunca lo fui de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario