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Capítulo 2 – Engañado otra vez
Tony llegó justo a tiempo para ver a Shirley colgar el teléfono con una sonrisa en los labios. Su expresión satisfecha le hizo sospechar que había tramado algo. Ella lo invitó a la cocina para tomar una bebida caliente.
—Entonces está arreglado —anunció Shirley, misteriosa.
—¿Qué cosa?
—La solución a tu problema —respondió ella, encantada consigo misma.
Ante la imposibilidad de ir a Francia ni contactar a sus madres en un par de días, Shirley había hablado con Madame, la directora de la academia de ballet, quien aceptó incluirlo en el viaje a Florida con el resto del grupo. Al principio, Tony se mostró sorprendido y escéptico. No estaba seguro de querer pasar una semana entera rodeado de chicas bailarinas.
—¿Qué voy a hacer mientras ustedes bailan?
—Hay muchas cosas que ver, y podrías ayudarnos si te aburres. Vamos, ¡es una semana de vacaciones bajo el sol!
Aunque aún no confiaba del todo, la idea del clima cálido y de visitar Disney World era difícil de rechazar. Pero había algo en la sonrisa de su prima que le generaba dudas.
Más tarde, mientras cenaban, Tony dijo que necesitaba regresar a su casa para rehacer la maleta. Fue entonces cuando la trampa de Shirley se reveló:
—Oh, no hay necesidad de eso —dijo con una gran sonrisa—. Ya tenemos aquí todo lo que necesitas.
—¿Qué? ¡Eso es imposible! No tengo ropa de verano aquí… A menos que… No... No puedes querer decir…
Shirley confirmó lo impensable: Tony viajaría como Antonia, una niña más del grupo. Tony se quedó mudo, abrumado por la idea. Recordaba el verano anterior, cuando su prima lo había convencido de disfrazarse de niña. Había funcionado demasiado bien.
—¡Pero no puedo volver a hacer eso! —protestó.
—Claro que sí. Lo hiciste perfectamente la vez pasada. Nadie sospechó. ¡Y hasta lo disfrutaste!
Avergonzado, Tony intentó negar lo obvio, pero su propia expresión lo traicionaba. Shirley, triunfante, lo animó a dormir y tomar la decisión por la mañana. Él aceptó, aún indeciso.
Esa noche, Tony tuvo problemas para dormir. Le pesaba el engaño de su prima, pero más aún sus propios sentimientos. ¿Por qué no podía rechazar de plano la idea? Recordaba cómo se había sentido aquella vez… la ligereza, la emoción, incluso algo parecido al orgullo. Abrió su cajita secreta y contempló las fotos del verano anterior: allí estaba él, posando con sus amigas, luciendo como una niña de verdad. Se sonrojó al notar que ciertas sensaciones —las más íntimas— volvían con fuerza.
Finalmente, con el amanecer, Shirley lo despertó:
—¿Y bien? ¿Ya decidiste?
Tony desvió la mirada y, apenas audible, respondió:
—Supongo que tendré que seguir tu plan.
Shirley celebró con entusiasmo. Tenía todo listo: una maleta rosa repleta de ropa, moños, zapatos, incluso la muñeca del verano pasado. Ayudó a Tony a vestirse con un vestido escocés de lana, medias blancas, ropa interior femenina y un abrigo rojo con ribetes de piel. Le peinó el cabello y le ató lazos blancos a cada lado.
—Mírate —dijo admirada—. ¡Eres perfecta!
Él, al mirarse en el espejo, se encontró de nuevo con aquella niña. Era inquietante… pero también encantador.
Aunque algo avergonzado, Tony —ahora Antonia— terminó de alistarse. Cuando el taxi tocó la bocina, los dos salieron al aire frío. A pesar del abrigo, él sabía perfectamente quién era ahora. Durante el trayecto hacia el autobús, comenzó a asimilar lo que implicaba esta aventura: esta vez no habría escapatoria. Estaría al otro lado del océano, completamente sumido en un nuevo rol. Su identidad como Tony quedaría atrás por unos días.
Respiró hondo. No tenía idea de lo que vendría… pero sí sabía que, de ahora en adelante, daría lo mejor de sí. Sería la mejor niña que pudiera durante los próximos días.
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