INDICE. ENAMORADO DE MI MEJOR AMIGA
Capítulo 5: Tacones, tequila y un beso esperado
Carolina estaba arrepentida. Muy arrepentida.
Decirle que sí a Paola para ir a bailar había sonado divertido... hasta que pasó toda la tarde en su departamento aprendiendo a caminar con tacones. Cada paso era un nuevo insulto a su equilibrio, y Paola se reía sin piedad mientras la hacía dar vueltas por la sala como si fuera una modelo principiante.
Pero lo peor fue el vestido.
Era corto. Muy corto. Y ajustado. Muy ajustado. Sin tirantes, con escote delantero, escote trasero, escote por todos lados posibles sin llegar a ser vulgar. Los pechos —que la pastilla le había dado con generosidad— estaban bien encajados, pero cada respiro profundo era una amenaza.
—¿Paola, estás segura de que esto no es demasiado? —preguntó Carolina, roja de vergüenza, mirándose en el espejo.
—Es perfecto. Si vas a salir como mujer, vas a hacerlo con todo. Además, ¿no querías vivir esta experiencia al máximo?
Carolina suspiró, resignada. Y entonces Paola se excusó para cambiarse, volvió en unos pocos minutos. Vestía algo igual de breve, con una falda negra de cuero que parecía cosida directamente a su piel y un top que apenas le cubría lo esencial. Se veían… bien juntas. Ridículamente sexys. Peligrosamente bien.
—Ahora no te puedes echar para atrás—dijo Paola, guiñándole un ojo—. Vamos a romper la pista.
Paola la llevó a una disco gay que estaba llena, vibrante de luces y cuerpos en movimiento. En cuanto entraron, Paola tomó a Carolina de la mano y la arrastró directo a la pista. Nadie les preguntó nada. Nadie las juzgó. De hecho, todo el mundo pareció asumir que eran pareja, lo cual resultó ser un alivio para Carolina.
Bailaron como si no hubiera mañana. Rieron, sudaron, bebieron un poco —Paola insistió con un par de shots de tequila— y siguieron bailando hasta que los pies les dolían. Carolina, para su sorpresa, se sintió libre. Ya no era un juego. Estaba viviendo algo real. Con Paola. En otro cuerpo, en otra piel… pero con el mismo corazón.
Más de una vez creyó que Paola iba a besarla. Cuando se acercaban mucho. Cuando los ojos de ella se quedaban un segundo más de lo necesario en sus labios. Pero el momento nunca llegaba.
Hasta que salieron.
La madrugada era fría. Ambas se tambaleaban un poco por los tacones y el alcohol.
—Te paso a dejar a tu apartamento y luego me voy al mío —dijo Carolina, automáticamente, como Carlos lo habría dicho.
Paola la miró como si hubiera dicho una estupidez.
—¿Estás loca? Ya no eres un hombre, Caro. Es muy peligroso que una chica ande sola a esta hora. Te vas a quedar conmigo. Vamos a mi departamento.
Paola entró quitándose los tacones como si fueran grilletes y luego Carolina la imitó apenas pudo reparar en la sensación de alivio de quitarse ese calzado porque luego, sin pudor alguno, Paola se deshizo de su vestido y quedó en ropa interior.
Carolina se quedó congelada. Era una escena de sus sueños más locos… pero ahí, tangible, real, en carne viva.
Paola se puso un camisón corto, suave, y sacó otro del armario.
—Ponte cómoda, nena.
Carolina imitó a Paola y se quitó el vestido enfrente de ella y luego con manos algo temblorosas, se puso el camisón. Paola la miró de arriba abajo, sonriendo.
—Te ves divina.
Carolina no alcanzó a decir nada. Paola se puso de pie, se acercó lentamente… y la besó.
Fue suave. Fue largo. Fue todo lo que Carlos había deseado durante años… pero no lo estaba viviendo como Carlos, sino como Carolina.
Cuando se separaron, Paola le acarició la mejilla y le dijo:
—No sé qué estamos haciendo. Pero me gusta.
Carolina sonrió, con el corazón latiendo como un tambor.
—A mí también.
Ambas se fundieron en un segundo beso. Mucho más apasionado, pensado y atrevido que el primero.
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