miércoles, 6 de agosto de 2025

La bailarina despistada (Parte 5)

 

Este relato es parte de una serie.
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Capítulo 5 – La bailarina despistada

A la mañana siguiente, Shirley y Tony desayunaron. Como ya era costumbre, Shirley vistió a su primo con esmero: un delicado vestido blanco de verano con detalles en encaje rosa y varias capas de enaguas. Aunque a Tony aún le incomoda su rol como “Antonia”, no podía evitar sentirse cada vez más cómodo con esta rutina.

Tony se quedó en casa mientras las demás fueron a una práctica conjunta. Pasó la mañana disfrutando del sol en el jardín, con el vestido ondeando en la brisa, reflexionando sobre su encuentro con Melanie. El misterio que rodea a la joven lo tenía completamente absorto, y sentía que se estaba acercando cada vez más a ella.

Cuando Cheryl lo recogió para asistir a los ensayo, Tony volvió a encontrarse con la encantadora bailarina del tutú blanco, ensayando con su ropa de práctica. Él quedó impresionado por su presencia.

Durante los ensayos, Tony observó asombrado cómo su prima Shirley bailó un dúo con Gwen. La elegancia y profesionalismo de Shirley lo dejan boquiabierto. Luego, Cheryl ejecutó su su sólo con destreza. 

Entonces, llegó el turno de Melanie. Aunque sus movimientos eran técnicamente correctos, su ejecución carece de gracia. Sus gestos son rígidos, su sonrisa forzada, y su número no transmite emoción. Tony reconoce esa expresión en el rostro de Madame: la misma mirada que los maestros ponen cuando intentan elogiar un trabajo decepcionante. Melanie lo nota también y se retira al fondo del teatro.

Tony la sigue y ella lo conduce al pasillo, donde finalmente se abre un poco más:
—“Fue muy dulce de tu parte preocuparte por mí anoche... No quise sonar como si no lo apreciara.”
Tony dice:
—“Me di cuenta.”
Ella asiente con ternura:
—“Eres muy amable, querida amiga. Eres la única persona con la que siento que puedo hablar... pero no puedo contarte mis problemas. Sería demasiado terrible...”

El misterio persistía, pero Tony sentía que Melanie estaba comenzando a confiar en él. La conversación se interrumpió cuando Shirley vino a buscarlo. Madame quiere hablar con “Antonia”.

En el teatro, Madame expone una situación urgente: por la ausencia de algunas bailarinas, necesitaba reconfigurar una escena clave.
—“Nos falta una chica para completar un grupo. Y creo que tú, Antonia, podrías hacerlo muy bien.”
Tony entró en pánico. ¿Ella quería que él baile ballet? ¿En el escenario? ¿Con tutú?

Intentó excusarse:
—“Pero… no tengo la ropa para eso.”
Madame, con su encanto firme, responde:
—“El vestido que llevas puesto servirá perfectamente. ¿Lo harás?”

Tony, atrapado entre la presión del momento, la insistencia de Madame, y la sonrisa entusiasta de Shirley, apenas logró asentir.
—“Eso es genial” —dice Madame— “Vayan a la sala de práctica. Cheryl y Shirley te ayudarán.”

Así, Tony se dirige resignado a su primera lección de ballet, sintiendo cómo su identidad se desdibuja entre capas de tul, expectativas ajenas y emociones.
"¿Qué pensarían mis amigos en casa si me vieran ahora?", se pregunta. "Y mamá... ¿qué diría mamá?"

Un escalofrío le recorrió la espalda. La aventura apenas comienza, y Tony está más involucrado de lo que jamás imaginó.




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