CAPÍTULO 4: TRANSFORMACIÓN DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA
La mañana siguiente fue… una experiencia completamente nueva para Dulce.
Aunque en la cancha se había sentido poderosa, hoy enfrentaba una realidad completamente diferente: el día a día en la universidad. Después de su primer entrenamiento con las Roller Rabbits, había sentido una extraña mezcla de emoción y ansiedad. El deporte estaba en su ADN, pero la vida universitaria… eso era un territorio inexplorado.
Cuando la Dra. Vega la encontró en su habitación esa mañana, parecía estar esperando ese momento. Entró con una bolsa llena de productos y una sonrisa en el rostro.
—¡Dulce! —dijo la Dra. Vega, con una energía que sorprendió a Dulce—. Necesitamos hablar de algo importante. Vas a convivir con el equipo, y también vas a tener que adaptarte a las clases. No todo se trata de patines, cariño.
Dulce, que aún no se acostumbraba a su nuevo nombre ni a la ausencia de su amiguito entre las piernas, asintió, sin estar completamente convencida de qué se trataba.
—¿A qué te refieres? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
La Dra. Vega soltó la bolsa sobre la cama de Dulce. Dentro, había varios frascos de maquillaje, productos de cuidado de la piel y ropa deportiva de mujer. Dulce frunció el ceño, mirando los artículos como si fueran artefactos de otro mundo.
—Hoy, además de jugar, también tendrás que vestirte y maquillarte como una chica normal —dijo la Dra. Vega con una sonrisa traviesa—. Tienes que estar lista para interactuar con tus compañeras fuera de la pista. No basta con ser buena jugadora; tienes que encajar en el grupo. Esto incluye saber cómo vestirte, cómo llevarte con las demás, y sí, también cómo maquillarte un poco.
Dulce miró los productos con confusión. No sabía ni por dónde empezar. No había tenido tiempo de aprender sobre maquillaje ni sobre vestimenta femenina, todo esto le parecía un mundo completamente nuevo.
—Pero… no sé cómo hacerlo —respondió, sintiéndose incómoda.
La Dra. Vega la miró con comprensión.
—No te preocupes, yo te ayudo. No es tan complicado. Además, no tienes que transformarte en alguien que no eres, solo aprender a sentirte cómoda con esta nueva faceta de ti misma. Es solo una capa más. Ahora, a ponerse guapa.
...
Después de una hora de consejos de vestuario y maquillaje, Dulce estaba lista. No se sentía completamente como una chica "normal", pero al menos no era la misma persona de la mañana. Se miró al espejo, con una leve sonrisa. Sabía que el día de hoy sería un reto, pero sentía que tenía algo que darle al equipo.
A pesar de su nuevo look, Dulce no podía dejar de sentirse algo fuera de lugar. Al llegar a las clases, su mente estaba a mil por hora. Estaba rodeada de chicas que parecían tenerlo todo bajo control: sus ropas, sus conversaciones, su forma de ser. Mientras tanto, Dulce solo podía pensar en lo que había dejado atrás: su vida anterior, sus amigos, su identidad como Esteban.
A lo largo del día, las miradas curiosas de los chicos y las conversaciones entre sus compañeras la hacían sentir incómoda. Parecía que todos se daban cuenta de que algo en ella no encajaba, pero nadie podía decir exactamente qué.
Pero llegó la tarde, y la pista de hockey la estaba esperando.
El primer partido de la temporada estaba por comenzar. Las Roller Rabbits estaban reunidas en el vestuario, poniéndose las camisetas ajustadas, los shorts de licra pegados, ajustando los patines y preparándose mentalmente. Las jugadoras murmuraban entre ellas, algunas confiadas, otras nerviosas. Dulce las observaba, con una mezcla de adrenalina y tensión. No solo estaba allí como jugadora, sino como alguien que todavía se preguntaba si era suficiente para formar parte de ese grupo.
El momento que había temido había llegado: tenía que ponerse el uniforme del equipo. Dulce miró el uniforme que le habían dado: un jersey rosa ajustado que destacaba su figura y un short ultrapegado que no dejaba mucho a la imaginación. El conjunto era revelador, mucho más de lo que ella había esperado.
La sensación de incomodidad fue instantánea.
Se miró en el espejo del vestuario, observando la tela ceñida a su cuerpo. El rosa no solo la hacía sentir más expuesta, sino también más vulnerable. La silueta de sus piernas y caderas, que apenas conocía, parecía más pronunciada de lo que se sentía cómoda mostrando. Y el hecho de que las chicas del equipo ya usaban este atuendo con tanta confianza solo la hacía sentir más fuera de lugar. ¿Cómo podía jugar al más alto nivel cuando no podía ni adaptarse a su propio cuerpo?
Una oleada de inseguridad la invadió, y por un momento, estuvo a punto de quitarse el uniforme y desaparecer. Pero entonces, vio a sus compañeras sonriendo, hablándose entre ellas y animándose para el partido. Sara, la capitana, se acercó y le dio un ligero golpe en el hombro.
—¡Vamos, Dulce! ¿Estás lista? —dijo con una sonrisa confiada.
Dulce asintió, tratando de esconder su incomodidad. En la cancha, todo sería diferente. Solo tenía que concentrarse en el juego. Respira hondo, y juega.
El partido comenzó, y la pista se llenó de ruido. Dulce no podía evitar sentir mariposas en el estómago mientras se deslizaba sobre el suelo. Pero pronto se dio cuenta de algo: no necesitaba estar nerviosa. Estaba en su elemento. Dentro de la pista, era ella misma, sin importar los cambios, sin importar su nuevo cuerpo o su nueva vida. El hockey sobre asfalto seguía siendo lo mismo.
En los primeros minutos, Dulce comenzó a moverse con una fluidez y rapidez asombrosas. Las jugadoras rivales intentaban bloquearla, pero ella parecía anticiparse a cada uno de sus movimientos. Al principio, nadie parecía entender cómo podía estar tan sincronizada con el resto del equipo, pero cuando logró hacer un pase perfecto a Sara, quien anotó el primer gol, las chicas comenzaron a murmurar entre ellas, sorprendidas.
—¡Eso es! —gritó la capitana, mientras celebraba el gol con Dulce.
Al final del primer tiempo, Dulce ya había hecho dos asistencias más, y su equipo estaba ganando 3-0. Las jugadoras empezaban a mirarla con asombro, sin poder creer lo que estaba sucediendo. No era solo su habilidad para moverse en la pista, era la manera en que parecía leer el juego, anticipándose a cada jugada.
En la segunda mitad, con el marcador 4-2, la presión aumentó. El equipo rival se acercaba peligrosamente, y las Roller Rabbits necesitaban un gol más para asegurar la victoria.
Fue entonces cuando Dulce se adelantó. Con el balón en los pies, esquivó a dos defensoras rivales, hizo un giro impecable y, con una precisión asombrosa, disparó el balón directo a la portería. La portera rival no pudo reaccionar a tiempo. El disco entró con un suave “plop” en la esquina de la red.
Gol.
Las Roller Rabbits estallaron en un rugido de victoria. El marcador final: 5-2. Dulce había marcado el gol de la victoria. Había demostrado lo que podía hacer.
...
Al final del partido, mientras celebraban con alegría, Sara se acercó a Dulce, con una sonrisa de admiración.
—No sé cómo lo hiciste, pero hoy nos llevaste a la victoria. Bienvenida al equipo, Dulce.
Dulce sonrió, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción. Quizá aún no entendía por completo todo lo que había cambiado en su vida, pero al menos dentro de la cancha, todo parecía tener sentido.
Quizá no todo estaba tan mal después de todo.
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