CAPÍTULO 13: SER UNA NENITA
Faltaba solo un día para la gran final.
El campus estaba lleno de carteles, memes del equipo y mensajes de apoyo. Las Roller Rabbits se habían convertido en una pequeña leyenda universitaria, y Dulce, sin quererlo, era su rostro más visible.
A lo largo del día, Dulce sintió que todo se movía en cámara lenta. Las clases. Los saludos. La comida. Incluso el entrenamiento fue breve, más simbólico que físico. Solo revisión de jugadas, algo de trote, y una última charla del coach.
Al caer la tarde, se quedó en el campo para estirar un poco más. Camila se acercó con su típica sonrisa de complicidad y una botella de agua en la mano.
—¿Te vas a dormir aquí o qué? —le dijo, dejándose caer en el pasto a su lado.
—Podría. Al menos aquí no tengo que pensar tanto.
—¿Por el partido?
Dulce dudó un momento. Pero algo en su pecho le dijo que era hora. Si había una persona en el equipo en quien confiaba, era Camila. No solo porque la había apoyado desde el principio, sino porque la había escuchado sin juzgar. Siempre.
Respiró hondo.
—No solo por el partido. Hay algo que no te he dicho. Algo importante.
Camila giró el rostro hacia ella, sin interrumpirla.
Dulce buscó las palabras con cuidado.
—Cuando comenzó el semestre… yo no era así. Era… Esteban...
Hubo un breve silencio. Camila parpadeó un par de veces. No dijo nada.
—...el asistente del equipo. Estaba estudiando nutriología. Y cuando Juana se lesionó… pasó todo esto. La doctora Vega me lo explicó, el coach me lo pidió. Me dieron la píldora rosa. Y así llegué al equipo. Como Dulce.
Camila tardó unos segundos en procesarlo.
—O sea que… ¿eras tú? ¿El Esteban que nos gritaba cuando entrenábamos mal?
—El mismo —dijo Dulce, bajando la mirada.
—¿El que nos decía “no sean nenitas” cuando no nos atrevíamos a barrernos?
Dulce asintió con una mueca culpable.
Camila soltó una carcajada suave y se tiró de espaldas en el pasto.
—¡Ay, no! ¡Qué vueltas da la vida!
Dulce la miró, confundida.
—¿No estás enojada?
—¿Por qué lo estaría? Eres la misma que nos ayudó a ganar. Que jugó con cólicos sin quejarse. Que entrenó más que nadie. Solo… ahora sabes cómo se siente usar un tampón. Y un short ridículamente ajustado.
Ambas rieron.
Camila la miró con ternura.
—¿Y Carlos? Porque no me vas a decir que esa tensión no era real.
Dulce suspiró, más tranquila.
—Me gusta. Mucho. Él lo sabe porque hemos hecho algunas cosas. Pero no sabe que no siempre fui así. Aún.
Camila se incorporó y le dio un golpe suave en el brazo.
—¿Y piensas decirle?
—Después del partido. Quiero tener la cabeza clara. Quiero hacer lo correcto… pero primero quiero ganar la final.
Camila asintió, con una expresión más seria.
—Entonces hazlo. Juega. Corre. Patea. Y después, ya verás. Seguro que pronto vuelven a "hacer cosas"
Se pusieron de pie juntas. Dulce se sacudió el pasto del short.
—Gracias por entender.
Camila le guiñó un ojo.
—Nadie entiende mejor a una nenita… que otra nenita.
Ambas estallaron en risas, caminando de regreso al campus mientras el cielo se pintaba de naranja.
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