sábado, 4 de octubre de 2025

La Desición (15)

 


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CAPÍTULO 15: LA DECISIÓN

El estadio estaba vacío.

Las luces comenzaban a apagarse una por una, dejando zonas en penumbra. Las gradas, hace apenas una hora repletas de gritos y aplausos, ahora estaban en silencio. Solo quedaban Carlos y Dulce, sentados lado a lado en una de las bancas de concreto, mirando hacia el campo.

El marcador aún mostraba el 1-0. De nuevo se escabulleron al vestidor de hombres. 

—¿Ahora sí podemos hablar de “nosotros”? —preguntó Carlos con una sonrisa suave, sin mirar directamente a Dulce.

Ella tardó un segundo en responder.

—Sí… creo que ya es hora.

Carlos giró hacia ella, expectante. Dulce respiró hondo.

—Cuando llegué al equipo… no era nueva. No del todo. Fui asistente del coach Ríos por un par de años. Me llamaba Esteban. Estudiaba nutriología, pero siempre soñé con ser coach. Cuando Juana se lesionó, el equipo estaba al borde del colapso… y bueno, ya sabes el resto. La doctora Vega me ofreció la píldora rosa.

Carlos asintió lentamente. No parecía sorprendido. De hecho, sonrió como si por fin una pieza encajara.

—Lo sospechaba —dijo tranquilo—. Las jugadas que tú proponías, las maneras en que anticipabas el ritmo del equipo… eso no se aprende en una semana. Yo he entrenado equipos desde preparatoria. Nadie conoce así a un grupo si no ha estado con ellas al menos un par de años.

Dulce bajó la mirada.

—Tenía miedo de decirlo. De lo que pensarías de mí. De que me dejaras de ver como…

Carlos la interrumpió, tocándole la mano con delicadeza.

—Como la mujer de la que me estoy enamorando.

Ella lo miró, los ojos vidriosos.

—¿En serio no te importa?

—Me importa lo que haces, lo que dices, cómo te esfuerzas… lo que sientes. Tu historia no borra nada de eso.
—Hizo una pausa—. Así que… quiero preguntarte algo formalmente.

Dulce arqueó una ceja, divertida.

—¿Estás por pedirme matrimonio? Porque me estoy adaptando al drama, pero aún no tanto.

Ambos rieron. Carlos negó con la cabeza, divertido.

—No, loca. Te estoy pidiendo que seas mi novia.

Dulce lo miró, el corazón dándole un vuelco.

—¿Tu novia?

—Así es. La mía. Para que no se lo digas solo a tus compañeras del equipo, sino también a los de mi familia —dijo, y luego sacó algo del bolsillo.

Una pequeña cápsula rosa.

Dulce la reconoció al instante.

Carlos se la ofreció con la palma abierta.

—Mi tío me la dio. Dijo que te la entregara si hablábamos… y si tú decidías seguir adelante. No quería presionarte. Solo asegurarse de que tú tuvieras el control de tu camino.

Dulce tomó la cápsula entre sus dedos. La observó bajo la tenue luz del estadio.

No dijo nada por un momento.

Y luego, la guardó con cuidado en su mochila.

Se volvió hacia Carlos, con una media sonrisa.

—No estoy lista para tomarla hoy. Pero ahora… ya sé qué quiero decidir.

Carlos se acercó, y ella no retrocedió.

—¿Y qué es lo que quieres? —murmuró él, a centímetros de sus labios.

—A ti —susurró ella.

Y se besaron. No como antes. Esta vez fue largo, seguro, intenso, como si los dos supieran que ese solo era el primero de muchos.

La última luz del estadio se apagó, pero a ellos no les hizo falta más claridad. Carlos levantó la falda de Dulce y bajo sus bragas. Bajo un poco su pantalón. Se puso protección. Y comenzó a embestirla. Ella estaba en cuatro apoyada contra una banca. Gimiendo de placer. 

Ya habían encontrado lo que buscaban. 

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