lunes, 29 de diciembre de 2025

TOP: Las captions más vistas de 2025




Llego el momento del top de lo mas visto del año. Lo estoy haciendo a medio mes. El 16 de diciembre y compartiré captura del top "oficial" que me entrega la plataforma pero también algunas extra que no son contempladas por algún motivo a pesar de tener las vistas suficientes.

Ahora sí, el top:


PRIMER LUGAR. La caption más vista del año:

¡Eres una mujer para siempre y serás mi esposa! con 1169 vistas



SEGUNDO LUGAR.

A veces mi esposo necesita recordarme con 1124 vistas 



TERCER LUGAR (que en la captura no aparecer así)

CUARTO LUGAR (y que no aparece en la captura)

Odio (casi) todo sobre ser mujer con 1071 vistas
 


QUINTO LUGAR (que aparece más abajo en la captura)

Ni siquiera este cuerpo es mío con con 1064 vistas
 
 

SEXTO LUGAR (que tampoco sale en la estadística de blogger)
         
Tal vez mamá tenía razón con 926 vistas



SÉPTIMO LUGAR (que en la captura sale en tercero)

Yo te ayudaré a ser una buena mujer con 905 vistas



OCTAVO LUGAR

Está bien mi niña con 866 vistas



NOVENO LUGAR

Mejor pónganle una falda a la niña con 836 vistas




MENCIÓN HONORÍFICA A:

Ahora soy Melanie que tiene 1079 visitas y podría ser cuarto lugar pero es una caption de 2024




Sí, son las captions que se republicaron durante los ultimos 10 días. No habrá más publicaciones nuevas este año pero hay una sorpresa el 1 de enero para los que les gustan mis captions.

Felices fiestas. Nos vemos el 1 de enero con la sorpresa y el 2 de enero con más contenido nuevo.

domingo, 28 de diciembre de 2025

¡Eres una mujer para siempre y ahora serás mi esposa!

 


"Sí, querida, adopta esta pose femenina. —me dijo Jorge—.

"Quiero dejar clara una cosa. Ahora soy tu esposo. Eso significa que te poseo y puedo hacer lo que quiera contigo. Ya no eres un hombre. Te feminicé por completo. Lo único que queda de tu antiguo yo son esos horribles tatuajes que la píldora rosa no cambió.



¡Eres una mujer para siempre y ahora serás mi esposa! Serás mi amada y la futura madre de mis hijos. Harás todas las tareas del hogar y usarás solo vestidos y faldas, seguro que siempre con pantimedias y tacones. Espero que actúes de manera sumisa en todo momento, y que aprendas a caminar, hablar, sentarte, pararte y moverte de una manera completamente femenina".





sábado, 27 de diciembre de 2025

A veces mi esposo necesita recordarme


A veces, cuando estoy sentada charlando con mi esposo, me olvido de mis modales y me siento como solía hacerlo cuando era hombre.

La mayoría de las veces me doy cuenta sola, pero a veces mi esposo necesita recordarme que me siente como una dama, cruzando mis tobillos.




viernes, 26 de diciembre de 2025

Tienes que acostumbrarte a tu nuevo rol

 


"Tienes que acostumbrarte a un nuevo rol para ti: el rol de esposa y ama de casa", me dijo mi esposo Isaac.

Perdí mi hombría, altura, fuerza y ​​peso y obtuve feminidad, suavidad, piernas perfectas (siempre en nailon), curvas en los lugares correctos y suavidad entre mis piernas.



Y pronto tendré que acostumbrarme a un nuevo rol: el rol de mamá. Mientras mi esposo Isaac llena mi coño con su semilla todos los días. Quiere que le dé un hijo y una hija.




jueves, 25 de diciembre de 2025

Odio (casi) todo sobre ser mujer

 


Hace seis meses, me dieron por error una pastilla rosa en el centro médico. Desde entonces, todo cambió.

Y seré honesta: odio (casi) todo sobre ser mujer. La forma en que los hombres me miran en la calle. Mi estatura nueva, este cuerpo pequeño. Las caderas anchas. Los pechos que aparecieron de pronto. Mi voz, ahora tan aguda. Esa sensación constante de fragilidad.

Pero hay algo —algo pequeño— que sí me gusta. Las faldas cortas. Me encantan.

O mejor dicho… me encanta cómo me mira Adrián, mi mejor amigo, cuando las uso. Cómo sus dedos se deslizan por mis piernas y llegan hasta mi nuevo sexo cuando estamos a solas. Tal vez pronto le permita quitarme la falda y las bragas para volver a tener un pene entre las piernas, el suyo.


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Esta caption es parte de una serie.

Segunda parte: Los girasoles

miércoles, 24 de diciembre de 2025

Ni siquiera mi cuerpo es mío.


Vale, esta no es mi casa. Esta ropa no es mía. Ni siquiera mi cuerpo es mío.

Está claro, esta estúpida bruja no entendió bien mi deseo. Dije que quería sexo tan a menudo como fuera posible... Pero no como mujer


Vale, intenta pensar con claridad. Debo encontrar la manera de recuperar mi cuerpo. Pero no ahora mismo, porque mi marido debe estar aquí enseguida.

¿Mi marido? ¿Por qué estoy esperando...? ¡Dios mío!



Esta estúpida bruja parece haber convertido mi vida en una vida de esposa cachonda...

Bueno... ¡Debo estar lista para recibir la polla dura de mi marido!


martes, 23 de diciembre de 2025

Tal vez mamá tenía razón

 


—¡Oh, sí, querida! —dijo mamá mientras ajustaba la falda sobre mis caderas—. Ahora estás completamente lista para convertirte en la esposa de Román.

—¡Pero mamá…no me puedo casar con él... soy un hombre! —balbuceé, viendo mis uñas pintadas y mi pecho presionando contra mi blusa.

Ella me miró con una sonrisa serena.
—¿De verdad lo eres? ¿Usas bragas, sujetador, medias de hombre? ¿Blusas y faldas de hombre? ¿Llevas maquillaje, tacones y las piernas depiladas… como lo haría un hombre?

Me quedé en silencio.

—¿Los hombres tienen caderas suaves, pechos redondeados y esa piel tan perfecta? —siguió— ¿Los hombres pueden ser mamás?

—¿Mamá? ¿Yo…?

—Por supuesto. Después de la boda, estoy segura de que Román hará suya cada noche. Seguro que te toma con fuerza en posiciones que nunca imaginaste. Me imagino que comenzará con algo sencillo como de perrito o montandote, querida.  Y cuando llegue el momento… estaré contigo. Te enseñaré todo lo que necesitas saber para ser una buena esposa. Y una madre maravillosa.

No supe qué decir. Solo sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Pero al verme en el espejo, vestida como una mujer delicada y perfecta, algo en mí… sonrió.

Tal vez mamá tenía razón.

lunes, 22 de diciembre de 2025

Yo te ayudaré a ser una buena mujer



 "Mírate, mi niña", me dijo mi madre, "¡estoy muy contenta de que Carlos haya podido hacer de un joven malo una mujer decente y una buena esposa! Mira como nos consiente trayéndonos de vacaciones a la playa. Debes ser una buena esposa y muy complaciente. ¡Y yo te ayudaré a ser una buena madre para sus futuros hijos!"

domingo, 21 de diciembre de 2025

Está bien, mi niña


 "¡Mamá, tengo miedo! ¡Me da vergüenza caminar por la calle con falda, medias y tacones! ¡Los hombres me miran, he visto a algunos hombres con un bulto duro en los pantalones!"



"Está bien, mi niña, no seas tímida, ya no eres un chico, ¡sino una jovencita hermosa! ¡Acostúmbrate, los hombres ahora mirarán a menudo tus pechos femeninos, tus caderas redondeadas y tus piernas bien formadas!"




sábado, 20 de diciembre de 2025

Mejor ponganle una falda a la niña.


Cuando era pequeño me molestaban diciéndome en la escuela "mejor pónganle una falda a la niña", tienen que entender que entonces era pequeño y delicado, aunque nunca desee ser mujer. Por desgracia para mí, mi mamá decidió que nunca sería un hombre cuando a mis 20 años no había tenido ninguna novia y seguía siendo muy pequeño y delidmcado. Me dió una pastilla rosa 



Me costó algo de tiempo adaptarme pero ahora si uso faldas y vestidos y me siento muy orgullosa.


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Esta caption pertenece a una serie:

Primera parte: Vas a olvidar como era usar pantalones

Segunda Parte: Incluso con pantalones luzco muy femenina

Tercera Parte: Estoy feliz de que pase

Cuarta parte: Soy la mujer más feliz

Quinta Parte: Mejor Pónganle una Falda a la niña

Sexta Parte: La Venganza

Séptima Parte: Nunca volveré a ser hombre otra vez

viernes, 19 de diciembre de 2025

Ahora soy Melanie

 


¡Le dije que si! Casi sin pensarlo. Estaba muy feliz de que Gustavo me pidiera matrimonio. Cuando fui un hombre nunca besé siquiera a una chica. Quizá nunca fui del todo un hombre. La pastilla rosa fue lo mejor que me pudo pasar. Estoy segura que ahora soy Melanie.





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Esta caption es parte de una serie:

Parte Anterior: Vintage TG Caps: La propuesta

Primera parte: Vintage TG Caps: Todo por mi mamá



jueves, 18 de diciembre de 2025

miércoles, 17 de diciembre de 2025

Lo que elegimos (14)


Este relato es parte de una serie.
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Capítulo 14: Lo que elegimos

Los días siguientes fueron extraños. Tania se fue unos pocos días después, evitó el tema con la delicadeza que solo una hermana que ha metido la pata puede tener. Karina, en cambio, no podía pensar en otra cosa. Cada rincón de la ciudad le recordaba a Ricardo: la banca del parque donde se habían besado por primera vez, el mercado donde él le compró flores sin razón, el aroma del café fuerte que le gustaba tomar por las mañanas. Encima tenía que verlo en la oficina todos los días, era más incomodo que nunca.

Fuera del contacto profesional, Ricardo, o lo llamaba. No insistía. Ella sabía que no podía forzar nada. Lo único que podía hacer era esperar. Y sobrevivir.


Ricardo, por su parte, no podía dormir.

Todo en su cabeza era un torbellino. Las imágenes de Karina riendo, cocinando, abrazándolo, desnuda en su cama. Y luego la revelación. El pasado. Daniel.

Una noche, fue al centro ecoturístico. Encontró a Eliot cerrando el lugar y lo invitó a tomar una cerveza.

—¿Pasa algo? —preguntó Eliot, tras un rato de silencio.

Ricardo dudó. Luego se lo contó todo. O casi todo.

—La mujer con la que he estado saliendo... me mintió sobre algo importante. No fue una mentira, me ocultó algo importante.

Eliot se quedó callado unos segundos. Luego dio un trago largo a su cerveza.

—¿Te fue infiel? ¿Hizo algo para lastimarte de alguna forma?

Ricardo lo miró con sorpresa.

—¿Qué?

—Contesta las preguntas. ¿Te fue infiel? ¿Hizo algo para lastimarte de alguna forma?

—No. No a ambas—contestó Ricardo.

—Entonces no pasa nada, tal vez solo no estaba lista para contártelo. —dijo Eliot, para luego darle un trago a su cerveza.

Ricardo se quedó pensativo

—¿Y la amas?

—Si. Nunca he amado a nadie como amo a Karina—contestó Ricardo.

Eliot escupió su bebida

—¿Te estas acostando con la jefa? Amigo, esa mujer es rica, pídele perdón, no importa lo que te haya ocultado mientras no haya sido un amante.

Ricardo y rieron. Ricardo esa. De repente no parecía tan importante lo que pasó entre él y Karina, estaba listo para volver con ella.


Una semana después, Karina volvía del supermercado cuando lo vio esperándola frente a su edificio. Ricardo, de pie, con una chaqueta de mezclilla y las manos en los bolsillos.

Su corazón empezó a latir con fuerza.

—Hola —dijo él.

—Hola.

Silencio. La ciudad parecía apagarse a su alrededor.

—He estado pensando mucho —dijo Ricardo, finalmente—. En todo lo que pasó. En lo que me dijiste. Y en lo que sentí desde el primer día que te vi. No niego que fue un golpe duro. No es fácil asumir que estás de pareja con tu exjefe. Pero estoy listo para intentarlo de nuevo.

Ella sintió un nudo en la garganta.

—Te quiero, como nunca había querido a nadie—continuó él—. Estoy dispuesto a intentarlo si prometes no volver a ocultarme algo importante.

Karina se acercó despacio. Lo miró con lágrimas en los ojos. Él la abrazó. Y en ese abrazo, ella sintió que, por fin, podía dejar de correr.

—Lo prometo, no te ocultaré nada importante —susurró.

Karina lo besó. No con urgencia, ni con deseo desesperado, sino con la calma de quien ha elegido quedarse.


Meses después, en una tarde dorada de otoño, Karina atendía a unos turistas junto a Eliot y Joana, mientras Ricardo tomaba fotos del atardecer.

Tania la había vuelto a visitar y se había disculpado formalmente con Ricardo. Todo era distinto. Nada era fácil. Pero todo era auténtico.

Ya no pensaba en el cuerpo que había perdido. Ni en el nombre que había dejado atrás. Pensaba en lo que había elegido construir. En lo que era ahora. En lo que sería mañana.

Porque la vida no siempre te pregunta quién quieres ser. A veces te obliga a descubrirlo.

Y Karina, finalmente, había elegido ser ella misma.



Epílogo: Encuentros

Habían pasado diez años. Karina acababa de dejar a su hija mayor en la escuela, una niña de seis años que tenía su misma sonrisa y la mirada serena de Ricardo. En sus brazos cargaba a su segundo hijo, un pequeño de menos de un año que dormía profundamente mientras ella conducía por las calles de una ciudad que ya sentía como suya.

En un semáforo, mientras tarareaba una canción infantil, vio un rostro conocido entre la multitud. Tardó un segundo en procesarlo, pero lo supo de inmediato. Era ella. Elena.

La siguió a distancia, con el corazón palpitando más fuerte de lo normal. La vio entrar a una cafetería discreta en una esquina. Sonrió con incredulidad.
—Qué suerte tengo —susurró, sin saber si hablaba con esperanza o con miedo.

Estacionó el auto, aseguró al bebé en la cangurera y entró también. Elena estaba sentada sola en una mesa del fondo, mirando el menú con indiferencia.

Karina se acercó sin dudarlo.

—Hola, Elena.

La mujer levantó la vista, confundida. Había pasado tanto tiempo que el nombre ya no le sonaba familiar.

—¿Disculpa, te conozco?

Karina sonrió con suavidad, con algo de ternura, como si perdonara antes de acusar.

—Soy Daniel. Bueno… lo fui. Hasta hace once años. Tú me convertiste en mujer, ¿recuerdas?

Elena se quedó helada. Su rostro perdió color. Se puso de pie de inmediato, mirando hacia la salida.

—Yo… me tengo que ir.

Karina le tomó la mano. No con fuerza, sino con calma.

—No te puedo perseguir con un bebé en brazos. Solo quiero platicar.

Elena bajó la vista al pequeño que dormía contra el pecho de Karina.

—¿Es tuyo?

—Sí —respondió ella, con una sonrisa maternal—. Es mi segundo hijo. La mayor está en la escuela. Me casé hace siete años con Ricardo, un hombre increíble.  Mi vestido fue blanco y todo. Después decidimos ser papás.

Elena se sentó, aún en shock. Su voz fue apenas un susurro.

—Yo no sabía que la pastilla funcionaría. Me la dio un amigo que es biólogo. Me dijo que era un fármaco experimental… irreversible. Yo… solo quería que entendieras lo que me hiciste. No quería arruinarte la vida.

Karina asintió lentamente. No había odio en su rostro. Solo una quietud que venía de muy lejos.

—Me la cambiaste —dijo—. Pero no la arruinaste.

El bebé se movió un poco, haciendo un suave sonido de hambre. Karina lo miró con ternura.

—¿Te importa si lo alimento?

Elena negó con la cabeza, todavía sin saber cómo reaccionar ante la mujer que tenía enfrente. La mujer que una vez fue el hombre que amó. Que la traicionó. A quien ella le había impuesto un destino insuperable. Y que, contra todo pronóstico, había encontrado la paz.

Karina se acomodó, con movimientos precisos y tranquilos, mientras el niño empezaba a mamar. Elena la observaba en silencio, con una mezcla de culpa, asombro y respeto.

—Nunca imaginé esto —dijo finalmente.

—Yo tampoco —respondió Karina—. Pero no cambiaría nada.

Hubo una pausa, y luego Karina preguntó:

—Entonces… usaste una pastilla para convertirme en mujer. ¿Y cómo hiciste para desaparecer? Te busqué, y no había rastro de ti.

Elena suspiró, bajando la mirada.

—Mi papá me invitó a vivir unos años en Europa. Estuve en Francia, Italia, España, Portugal… Él tiene una empresa transnacional y lo ayudé con papeleo y cosas así. Cambié mi nombre para que no me encontraras, pero no porque pensara que la pastilla funcionaría… sino porque me rompiste el corazón. Muy duro. Ahora me llamo Dulce. Volví al país hace unos meses. Estoy comprometida.

Karina sintió una punzada de culpa.

—Era literalmente otra persona —dijo con sinceridad—, pero lamento haberte hecho daño.

—Ya lo superé —dijo Dulce con firmeza, mientras reparaba en los detalles de la mujer que tenía enfrente: el vestido azul que se deslizaba con naturalidad por su hombro mientras sacaba el pecho para amamantar, el maquillaje discreto pero elegante, la pañalera bien organizada con todo lo necesario para atender a su bebé.

Karina la miró a los ojos, serena.

—Nunca fui un buen hombre. Era mujeriego, egoísta y, honestamente, un cretino. Me hiciste un favor al convertirme en mujer. Aprendí a ser mejor persona.

Siguieron poniéndose al día durante quince minutos, con breves sonrisas y miradas que se iban suavizando con cada palabra. Hasta que un hombre se acercó a la mesa y saludó a Dulce con una sonrisa cálida.

—Hola, querida. No sabía que nos acompañaría una amiga tuya.

—No —respondió Karina, poniéndose de pie—. Solo la vi pasar de casualidad. Me tengo que ir. Este niño ya se volvió a dormir, pero si no lo meto a su cama pronto, despertará y no me dejará dormir en la noche.

Se acomodó el vestido, cubriendo su pecho, y buscó algo en su bolso. Sacó una pequeña tarjeta.

—Por si quieres seguir la plática después —dijo, tendiéndosela a Dulce.

—Gracias —respondió Dulce, tomándola con una sonrisa tranquila.

Se despidieron con dos besos en las mejillas, como dos viejas amigas que alguna vez fueron otras personas.

Karina salió de la cafetería con el bebé aún dormido, el corazón ligero y la certeza de que, aunque su historia había comenzado como una venganza, había terminado como una vida nueva. Una mejor.

Y Dulce se quedó unos segundos mirando la tarjeta, pensativa, antes de guardarla con cuidado en su bolso.


martes, 16 de diciembre de 2025

Lo que somos (13)


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Capítulo 13: Lo que somos

Habían pasado dos meses desde aquella primera cita con Ricardo. Desde la cena bajo las estrellas, los besos tibios, las confesiones tímidas. Karina ya no contaba los días desde que despertó siendo otra persona. Ahora solo vivía.

Era sábado por la mañana cuando la cerradura del departamento giró y Tania apareció con su maleta rodante. Entró como si fuera su casa —y de alguna forma lo era—, pero se detuvo de golpe al ver la escena en la sala: su hermana, con un vestido corto y sin tirantes, sentada en las piernas de un hombre sin camisa, ambos besándose con hambre contenida.

Fingió una tos exagerada.

—Ajá —dijo Tania, arqueando una ceja mientras dejaba las llaves sobre la barra de la cocina—. Perdón por interrumpir la telenovela.

Karina se bajó de un salto, mientras Ricardo se incorporaba, buscando con la mirada su camisa.

—Soy Tania, hermana de Karina —dijo, acercándose con una sonrisa divertida—. Y tú debes ser Ricardo. Ya veo por qué traes loca a mi hermana.

Karina frunció los labios. Juraría que esa palabra, loca, venía cargada de un doble filo. Pero decidió dejarlo pasar.

Desayunaron los tres juntos. Huevos con jamón, pan tostado y café. La charla fue ligera: trabajo, el clima, películas. Pero Karina notó a Ricardo más callado de lo habitual. Menos bromista, más reservado.

Después de recoger los platos, él se acercó a Karina, le dio un beso rápido y dijo:

—Voy a casa, tengo unos pendientes que sacar. Las dejo para que se pongan al día, señoritas.

—¿Seguro que todo bien? —preguntó Karina en voz baja.

—Sí, claro. Solo... cosas pendientes. Te llamo más tarde.

Cuando se fue, Tania se cruzó de brazos y miró a su hermana con picardía.

—¿Y bien? ¿Es tan bueno en la cama como parece?

Karina le lanzó un cojín, pero rió.

—Eres una desubicada.

—Lo soy —admitió, sentándose en el sillón—. Pero soy tu hermana. Y la curiosidad me mata. Dime, ¿es mejor el sexo como hombre o como mujer?

Karina la miró un momento. No con enojo, sino con algo más profundo. Como si esa pregunta la obligara a abrir una puerta que había dejado entrecerrada por semanas.

—Es... diferente. Como hombre, era más sencillo. Más directo. Pero como mujer... siento todo distinto. Todo se intensifica. No solo el sexo. La manera en que me miran, lo que me provoca una caricia, el miedo, el deseo, el cariño. Todo tiene capas.

Tania asintió, esta vez más seria.

—Nunca pensé ver a mi hermano el mujeriego con vestido en las piernas de un hombre —dijo divertida—¿Y estás bien así? O sea… ¿quieres quedarte así?

Karina bajó la mirada. Llevaba semanas evitándose esa misma pregunta. Pero no podía mentirle a Tania.

—Al principio pensaba que era temporal. Que solo tenía que sobrevivir, fingir, adaptarme. Pero ahora… hay días en que me miro al espejo y ya no me reconozco como antes. Me reconozco así. No sé si soy mejor o peor, pero soy yo. Y lo que siento por Ricardo también es real. 

—¿Y él lo sabe?

Karina dudó. Recordó la mirada de Ricardo esa mañana. La distancia, el silencio.

—No completamente —dijo—. Tal vez sospecha cosas, pero nunca lo hablamos a fondo. No sé si está listo. No sé si yo estoy lista.

Tania se levantó y la abrazó.

—Pues ya va siendo hora de que lo hablen, ¿no crees? No puedes vivir una vida a medias por miedo.

Pasaron una tarde de chicas. Tania se probó ropa de Karina, criticó su selección de zapatos, y le hizo una manicura mientras hablaban de los exnovios de Tania, dramas familiares y sueños que parecían de otra vida.

En medio de las risas y las bromas, Karina recibió un mensaje en su celular. Era de Ricardo.

“Tenemos que hablar.”

El estómago se le encogió al leer esas tres palabras. Lo supo de inmediato: algo había pasado.

Acompañó a Tania hasta su departamento y, con una excusa breve, se dirigió al de Ricardo. Tocó la puerta y él abrió sin sonreír.

—¿Todo bien? —preguntó ella, con voz suave.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —soltó Ricardo, sin rodeos.

Karina frunció el ceño, confundida.

—¿Decirte qué?

Ricardo respiró hondo.

—Conozco a Tania. No mucho, pero la he visto antes. Es la hermana de Daniel. Pero se presentó como tu hermana y tú dijiste que Daniel era tu primo. ¿Qué está pasando?

El silencio cayó como una piedra entre ellos. Karina sintió que el suelo temblaba bajo sus pies. Tania se había presentado como su hermana sin pensar en la historia que Karina había construido cuidadosamente.

Acorralada, Karina supo que ya no podía seguir ocultándolo.

—Está bien —dijo, sentándose en el borde del sofá—. Te voy a contar todo.

Y lo hizo.

Le habló de la mañana en que despertó siendo otra persona. De la carta de Elena. De los primeros días de caos, miedo, y rabia. De cómo había inventado a Karina para sobrevivir. Del trabajo, los empleados, los errores, los tropiezos. Y luego, de él. De lo que Ricardo había significado en su nueva vida. De los sentimientos, los momentos, el amor que había florecido sin planearlo.

Cuando terminó, Ricardo estaba sentado frente a ella, los codos apoyados en las rodillas, las manos entrelazadas, la mirada baja.

—¿No pensabas decírmelo jamás? —preguntó, sin levantar los ojos.

—Lo consideré muchas veces —respondió Karina—. Pero no es fácil decirle a tu novio que hace ocho meses tenías pene. Y que, además, eras su jefe.

Ricardo soltó una risa seca, mezcla de ironía y incredulidad.

—Todo este tiempo… yo pensando que te estaba conociendo. Que había encontrado a alguien con quien construir algo real.

—Todo lo que viví contigo fue real —insistió Karina—. Mis sentimientos son reales. No elegí que me pasara esto. Solo… me convertí en alguien que no esperaba ser y me enamoré de ti.

Él guardó silencio por un largo rato.

—Necesito tiempo para pensar.

Karina asintió. Se levantó con lentitud, como si su cuerpo pesara el doble. Caminó hacia la puerta, la abrió, y antes de salir, se volvió hacia él.

—Lo que hagas con lo que sabes ahora es tu decisión. Pero lo que viví contigo… para mí, fue lo más verdadero que he sentido en toda mi vida.

Y se fue.


lunes, 15 de diciembre de 2025

La cita pendiente (12)


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Capítulo 12: La cita pendiente

Karina despertó con una sonrisa. La luz entraba tímidamente por la ventana y, por primera vez en mucho tiempo, no sintió ese nudo en el pecho con el que había estado viviendo desde que despertó en ese cuerpo femenino que ahora reconocía como suyo. Se estiró como un gato y se sentó en la cama. Todavía podía sentir el peso de los brazos de Ricardo alrededor de su cuerpo, el calor de su aliento en su cuello, la ternura de sus besos.

Se levantó con energía y decidió ponerse un vestido. Uno sencillo, de tela ligera, pero que marcaba su silueta de forma suave. No era algo que usara a menudo en el trabajo, pero ese día quería sentirse guapa. Quería que Ricardo la viera. Que la deseara como la noche anterior.

Mientras manejaba hacia el centro ecoturístico, su celular vibró. Era un mensaje de Ricardo.

"Buenos días, Karina. Oye, ¿cómo debemos actuar respecto a lo de anoche en la oficina?"

Karina sonrió, sintiendo una mezcla de nervios y complicidad.

"Mantengamos las cosas normales, al menos un tiempo. Como si nada hubiera pasado."

La respuesta no tardó en llegar.

"Entendido, jefa. ¿Si estamos a solas te puedo besar?"

Karina soltó una carcajada. Ese hombre tenía una mezcla perfecta de ternura y atrevimiento que la desarmaba.

"Si no hay nadie cerca, podemos ponernos cariñosos, sí."

Llegó al centro con la sonrisa todavía en los labios. Eliot fue el primero en aparecer y la ayudó a abrir. Poco después llegó Joana, siempre puntual. Ricardo fue el último, con el cabello húmedo como si se hubiera duchado rápido y mal. Le lanzó una mirada cómplice que solo ella entendió. Karina sintió un calor en las mejillas que no tuvo que ver con el clima.

El día transcurrió con normalidad. Ella revisó algunas reservas, respondió correos, y al mediodía se cambió el vestido por ropa deportiva. Ese día le tocaba guiar un grupo pequeño en una caminata por el cerro. Aunque sudó y terminó agotada, no podía borrar la sonrisa de su rostro. Se sentía liviana, conectada con su entorno. Y consigo misma.

Al regresar, Joana la recibió en la recepción.

—Eliot está con un grupo en bicicleta —le informó—. Y Ricardo está en la parte de atrás, dándole mantenimiento a los kayaks.

—Perfecto, gracias —respondió Karina, aún jadeante, secándose el sudor con una toalla.

Fue a su oficina a tomar agua y revisó el celular. Un nuevo mensaje brillaba en la pantalla.

"Tenemos una cita pendiente. ¿El viernes te parece bien?"

Karina sintió mariposas en el estómago. No era común en ella. O en él. Pero ahí estaban, revoloteando como adolescentes.

"Claro. ¿A dónde vamos?"

"Es sorpresa. Pero ven con vestido bonito."

Karina se mordió el labio inferior y apoyó la cabeza contra el respaldo de la silla. Cerró los ojos un momento. La cita del viernes la esperaba como una promesa. Pero más allá de eso, algo dentro de ella había cambiado. Ya no estaba sobreviviendo. Estaba viviendo.

Y le estaba gustando.

. . . 

El viernes llegó más rápido de lo que Karina esperaba. Durante el día estuvo inquieta, distraída. Revisó dos veces su mochila de caminata, aunque no iba a usarla. Hasta Joana se dio cuenta.

—¿Tienes plan esta noche, jefa? —preguntó con una sonrisa cómplice.

Karina solo le respondió con una mirada traviesa y un “tal vez” antes de encerrarse en la oficina. A las cinco, se fue a casa para ducharse y prepararse. Eligió un vestido sencillo, de tela ligera, que dejaba sus hombros descubiertos. Se soltó el cabello y se puso un poco de perfume, el que casi nunca usaba.

A las siete en punto, su teléfono vibró.

—Estoy afuera —decía el mensaje de Ricardo.

Karina bajó con el corazón acelerado. Cuando abrió la puerta, lo vio recargado en su coche, con una camisa azul clara y el cabello aún húmedo. Sostenía una pequeña caja de cartón.

—¿Lista? —preguntó, ofreciéndole su mano.

—Más que lista —respondió ella, sonriendo.

Condujeron durante veinte minutos, saliendo del pueblo y subiendo por un camino de tierra hasta una zona que Karina reconoció: un mirador natural en la ladera del cerro, donde alguna vez había llevado un grupo al atardecer. Pero esa noche, todo era diferente.

Ricardo había colocado una mesa rústica de madera, un par de sillas plegables, una manta en el suelo con cojines y pequeñas luces colgantes entre los árboles. Sobre la mesa había una botella de vino tinto, dos copas y una cesta de picnic con pan, queso, frutas y algo más que no alcanzó a ver. También había velas encendidas, protegidas por frascos de vidrio.

Karina se llevó la mano al pecho, sorprendida.

—¿Hiciste todo esto tú?

—Con un poco de ayuda de Eliot. Pero sí. Quería que fuera especial —respondió él, bajando del coche y acercándose.

—Lo es —dijo ella, mirándolo a los ojos.

Se sentaron, brindaron por “una noche sin tormentas”, y comieron entre risas y silencios cómodos. La comida era sencilla pero deliciosa, y el vino ayudó a que Karina se relajara. El cielo se iba oscureciendo poco a poco, y las estrellas comenzaron a encenderse una a una.

—¿Sabes? —dijo Ricardo, después de un rato—. No había planeado sentir esto por ti.

Karina lo miró, con una mezcla de ternura y precaución.

Ella bajó la mirada, tocando el borde de su copa. Su corazón latía fuerte.

—Yo tampoco planeé nada de esto —dijo—. Es como si... la vida me hubiera obligado a parar y mirar desde otro ángulo. Y te vi a ti.

Ricardo se acercó. La besó despacio, con una mano en su mejilla. Fue un beso sin urgencia, como si el mundo pudiera quedarse quieto un momento solo para ellos.

Después, se sentaron sobre la manta, ella apoyada en su pecho, él acariciándole el cabello mientras miraban el cielo.

—¿Crees en las segundas oportunidades? —preguntó ella en voz baja.

—Creo que a veces la vida no te da otra cosa más que eso. La primera siempre se va sin más.

Karina cerró los ojos. No sabía cuánto duraría esa nueva versión de su vida. No sabía si el hechizo —fuera cual fuera— que la había convertido en Karina tenía fecha de caducidad. Pero por esa noche, no quería pensar en nada, solo quería estar con Ricardo. Ser una mujer acompañada de su hombre. 


Pensó en la ironía que hace poco menos de un año hubiera deseado ser el hombre en una escena así. Pero había encontrado la felicidad en su nueva vida. Y Solo podía pensar en la brisa tibia. En las estrellas. Y en el cuerpo cálido a su lado.