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Capítulo 4 - Tony el detective
—¿Ya te despertaste, dormilona? —la voz de Shirley lo sacó de su sueño.
Tony, aún vestido con su camisón rosado, se arrastró fuera de la cama resignado a otro día en su disfraz. A pesar de sus esperanzas, Shirley no tenía ninguna intención de permitirle usar pantalones. En su lugar, lo vistió con un nuevo vestido blanco decorado con minúsculas flores y enaguas que le daban aún más volumen a la falda. Al notar lo expuestas que se veían sus piernas, Tony se quejó, pero su prima le recordó que debía comportarse como una niña pequeña para no levantar sospechas.
Para completar su “personaje”, Shirley le entregó un bolso blanco y una muñeca algo desgastada.
—¿Qué se supone que haga con eso? —protestó Tony.
—Todo es parte del disfraz. Las niñas pequeñas tienen una muñeca favorita, y tú también necesitas una —explicó Shirley con firmeza.
Durante el desayuno, Tony soportó varios comentarios sobre su atuendo, aunque poco a poco el interés de las chicas se desvió hacia otros temas. Para su alivio, casi lo ignoraban. Más tarde, Shirley y el resto del grupo se dirigieron a la biblioteca del priorato restaurado para continuar su investigación, mientras Tony quedó libre para “distraerse”, lo que él interpretó como una oportunidad para investigar por su cuenta.
Así que, armado con su bolso y vestido blanco brillante, se dirigió a explorar el bosque que bordeaba la propiedad. Aunque maldijo el color llamativo de su ropa, pronto comenzó a disfrutar de la brisa bajo su falda. Incluso se sorprendió a sí mismo bailando entre los árboles, aprovechando que no había nadie cerca para verlo.
Su objetivo era acercarse al anexo de la mansión y descubrir más sobre la misteriosa niña del jardín. Sin embargo, su plan fue frustrado por una alta valla que separaba el jardín privado del resto del terreno. Era imposible escalarla con facilidad y mucho menos vestido así. Justo cuando estaba a punto de rendirse, encontró una pila de maderas, restos de una valla anterior.
Tony ideó un plan: usar una de las secciones de madera como escalera improvisada. El “disfraz” no se lo puso fácil: el vestido se le enredaba, y subirlo implicaba exponer sus bragas con encaje, lo cual lo avergonzaba. Sin embargo, el deseo de resolver el misterio lo impulsó a seguir.
Con esfuerzo, logró trepar la valla y, por suerte, del otro lado encontró troncos apilados para facilitar el descenso. Ya en el jardín del anexo, comenzó a explorar cuidadosamente entre los arbustos ornamentales. Finalmente, encontró un punto perfecto desde donde observar sin ser visto. Se agazapó entre las flores, esperando descubrir algo más sobre aquella figura enigmática.
Tony, en silencio, se preguntó cómo había terminado en esa situación. Pero una cosa era clara: aunque no lo admitiera abiertamente, cada vez estaba más envuelto en el misterio… y en el personaje.