jueves, 27 de febrero de 2025

Disciplina del lápiz labial (Parte 13)


Capítulo 13. Un nuevo regimen.

Los días que siguieron fueron tan pesados como largos. Cada mañana tenía que levantarme de la cama antes que los demás, lavarme y vestirme y luego levantar a mi madre a tiempo para que comiera y se preparara para el trabajo. Como era durante las vacaciones de verano, mi hermano pequeño se quedaba dormido hasta tarde todos los días, por supuesto, pero se esperaba que yo preparara su desayuno y el de mi madre, y sin quejarme tampoco.

Me llevó un tiempo acostumbrarme a caminar con mi faja, sujetador, vestido y tacones todos los días, pero con todas las tareas que tenía que hacer tenía mucho más de qué preocuparme que de lo que llevaba puesto. Por ejemplo, preparar el desayuno era solo una pequeña parte de mi rutina matutina. Mientras el café se preparaba y las tostadas se doraban, por ejemplo, tenía que planchar el uniforme de mamá para el día y colgarlo en la puerta de su dormitorio. A veces tenía que retocarle los zapatos; Si se rayaban demasiado, esto me llevaría mucho tiempo y tendría que tener cuidado de no mancharme el vestido y las medias con esmalte blanco.

Sacar a Dave de la cama a veces significaba discutir con él, y me condenarían si mi madre no me gritaba cada vez que eso sucedía. Después de todo lo que había pasado, "Pamela" todavía no era más importante que mi hermano pequeño, así que aprendí a negociar y a engatusar como parte del proceso, evitando así peleas a gritos innecesarias y, a cambio, que me gritaran o me abofetearan por ser malo con mi hermano.

Mientras desayunaba, mamá siempre actualizaba su lista de tareas y recados para que yo me encargara mientras ella estaba en el trabajo. Aprendí a tomar notas cuidadosas, ya que ella seguía siendo bastante implacable con mi habitual olvido infantil. No quiero aburrirte con todos los detalles, pero si has seguido hasta aquí, puede que te interesen algunas de las cosas que me hacía hacer. Una lista típica incluiría alguna combinación de lo siguiente:


-Lavar los platos del desayuno, sacar la basura

-Clasificar, poner a lavar la ropa (al menos una carga por día, según la necesidad)

-Quitar el polvo de la sala, el comedor, el dormitorio de mamá; tender todas las camas

-Aspirar las alfombras de todas las habitaciones

-Limpiar el baño, trapear el piso del baño

-Colgar la ropa; planchar blusas, vestidos y faldas

-Hornear una cazuela (preparada la noche anterior con la ayuda de mamá)

-Retocar el maquillaje, arreglar el cabello; esperar en la puerta de entrada a que llegue mamá

-Poner la mesa, servir el almuerzo

-Lavar los platos del almuerzo, trapear el piso de la cocina; Terminar de planchar

-Recoger, limpiar mi habitación y la de Dave (¡Oooooh, cómo odié esto!)

-Preparar la ensalada, poner el pastel de carne en el horno, preparar la mezcla para el relleno y preparar el té

-Elegir la ropa de noche (vestido, tacones, joyas)

-Bañarme, maquillarme, arreglarme el cabello, vestirme

-Poner la mesa

-Saludar a mamá en la puerta de entrada

-Servir la cena; limpiar los platos de la cena

-Recoger la ropa sucia en el dormitorio de mamá, poner la lencería en remojo

-Pasar tiempo con mamá

-Irse a la cama




Por supuesto, un día típico no necesariamente incluía todo lo que figuraba en esta lista, pero a veces parecía que sí lo hacía... ¡y más! A veces mamá me daba una lista imposible de cosas, aparentemente con la esperanza de que hiciera algo mal y, a cambio, me ganara algún tipo de castigo, pero siempre lograba hacer todo. Las cosas estaban tan mal que estaba decidida a evitar meterme en más problemas. Sentía una peculiar sensación de orgullo cada vez que mi madre me felicitaba por mi trabajo y me invitaba a cosas como un bol de helado de chocolate justo antes de irme a dormir.

"¿No es agradable, 'Pamela'?", decía mientras nos sentábamos en la cocina y disfrutábamos de nuestros postres juntos. "Creo que realmente estamos en algo, ¿no crees? Lo dije antes y lo diré de nuevo, debería haber hecho esto hace mucho tiempo".

A pesar de lo molesto que estaba por cómo iba mi vida, tenía que admitirlo: el helado de chocolate sabía mucho mejor que el jabón Dove.

Mamá parecía disfrutar sinceramente de pasar tiempo conmigo, y la encontraba a mi lado cada momento del día cuando estaba en casa. Nuestras tardes y noches generalmente consistían en sentarnos en la mesa de la cocina y hacernos las uñas y escucharla hablar sobre el trabajo o sobre sus amigas o las amigas de sus amigas. Una de sus cosas favoritas era hacerme experimentar con su maquillaje, y tengo que admitir que incluso me divertí un poco probando diferentes colores de sombras de ojos y labiales, incluso si me hacían lucir bastante ridículo.

Mamá también disfrutaba hojeando sus revistas y catálogos y hablando sobre las nuevas modas. A menudo sugería que deberíamos ir de compras juntos otra vez, a lo que yo siempre le rogaba que no lo hiciera; ella sabía que me aterrorizaba volver a salir en público con un vestido y a menudo se burlaba de mí sobre lo mucho que me divertiría en el centro comercial, probándome tal o cual atuendo. En cambio, rara vez, o nunca, salía de casa.

Pude ver televisión con mi mamá, pero siempre era algún estúpido musical o un viejo romance en blanco y negro que no me importaba en absoluto. Entre sus programas favoritos se encontraban los de proyectos de jardinería y hogar, así como las telenovelas y los programas de patinaje sobre hielo. Por desagradables que me pareciera la mayoría de esos programas, era televisión, así que nunca dejaba pasar la oportunidad de verlos, por muy aburridos que fueran..

De hecho, mi debilidad por la televisión se convirtió en una broma horrible cuando mamá empezó a obligarme a seguirle las "telenovelas" a diario. Todas las tardes tenía que ver un bloque de dos horas de telenovelas y luego, por la noche, darle una explicación detallada de lo que estaba pasando con cada trama. ¡Qué tedioso! Me llevó dos semanas entender los personajes yo sola. ¡Y mantener el orden de las tramas era una pesadilla! Aun así, mamá insistió y todas las noches, después de la cena, me encontraba dándole una explicación sobre los diversos divorcios, triángulos amorosos y embarazos que se producían, seguido de una intensa sesión de preguntas y respuestas para asegurarme de que no me perdía ni un minuto de cada programa.

En retrospectiva, sospecho que a mi madre no le importaban en absoluto las telenovelas; me hizo pasar por todo ese dolor principalmente por maldad, y tal vez como su forma de evitar que hiciera travesuras de niño. Recuerden, esto fue mucho antes de la llegada de las grabadoras de video y la televisión por cable; Para poder hacer todo lo que ella me pedía, tenía que soportar horas y horas de melodrama y anuncios de detergentes cuando podría haber estado escabulléndome y jugando a la pelota con mis amigos. El hecho de que las historias de mamá se transmitieran al mismo tiempo que mis favoritos también fue, sin duda, intencional, lo que me obligó a perderme todos los programas de acción y aventuras que se esperaba que vieran los chicos de mi edad.

Se hizo evidente que mi madre me tenía bajo su control para evitar que me metiera en demasiados líos durante los largos días de verano. También estaba bastante claro que estaba haciendo todo lo posible para mantenerme alejado de mis amigos; o, como ella tan elocuentemente se refería a ellos, como "esos pequeños bastardos". Me dejaba quedarme en el equipo de béisbol, pero nunca asistía a ninguno de mis juegos y, de hecho, a menudo me hacía llegar tarde por una razón u otra. También se aseguraba de que nunca tuviera tiempo de practicar el lanzamiento o el bateo en casa, diciendo que tenía cosas más importantes para mí que hacer en la casa. El entrenador Wasser tomó nota de mi tardanza y de mi incapacidad para seguir el ritmo de los otros chicos, y no pasó mucho tiempo antes de que me asignaran permanentemente al jardín izquierdo.

"No sé por qué te molestas", dijo mamá cuando me quejé de que los otros chicos se burlaban de mí durante un juego en particular. Me ponchaba cada vez que estaba al bate, y el entrenador me puso en el banco durante la mayor parte de las entradas. "Es sucio y desagradable y no me gusta que lo hagas. Creo que el año que viene te daré lecciones de piano en su lugar".

"Pero incluso las niñas juegan sóftbol", me quejé.

Mi madre consideró mi respuesta por un momento, luego se encogió de hombros. "Entonces tal vez deberías probar suerte en el equipo de chicas. Al menos tendrías más cosas en común con tus compañeras de equipo".

Obviamente, mi madre no tenía una opinión muy alta de los chicos con los que me juntaba ese año y estaba decidida a asegurarse de que no pasara más tiempo con ellos del necesario. Si no estaba jugando a la pelota, estaba confinada a mi "ropa de niña", como ella la llamaba con tanto cariño. Más de una vez me escondí en mi habitación, vestida con el vestido que mi madre había elegido para mí, petrificada de terror mientras mis amigas golpeaban la puerta de entrada sin parar, gritándome que saliera a jugar. No había forma de que fuera a abrir la puerta; si me hubieran visto con mi vestido y faja prestados, dudo que hubiera vivido la vergüenza de escribir algo de esto para que lo leyeras.

Lo único bueno de trabajar tan duro era lo rápido que pasaban los días. Ah, claro, me quejaba y me enojaba cuando Dave se sentaba frente al televisor o salía corriendo por la puerta para jugar con sus amigos. Por supuesto, no tenía tiempo para preocuparme demasiado, ya que mamá volvería a casa en unas horas y todavía había un piso que encerar o planchar. ¡Y haría cualquier cosa para evitar otra reprimenda o una bofetada en la cara!

En última instancia, mantenerme al día con mis tareas siempre me reportó los mayores dividendos, el más valioso fue la aprobación de mi madre. Me acostumbré a verla sonreírme, y había esos abrazos y besos cada vez más frecuentes que me hacían derretirme. Incluso si eso significaba lucir y actuar como un completo ridículo, estaba dispuesto a hacer prácticamente todo lo que ella quisiera si eso significaba mantener la paz en la familia.




domingo, 23 de febrero de 2025

La naturaleza me convirtió en mujer (Parte IV)


Una bella mariposa

El año de prueba casi se cumplía, y yo ya estaba absolutamente segura de lo que quería. La naturaleza me jugó una gran sorpresa al de repente querer covertirme en mujer, pero tan solo tomaron unos meses para darme cuenta que para eso fui "escogida." Me sentía especial, aunque debo de confesar que a veces tenía mis dudas. Mas el amor que sentía por Michelle (mi novio) no me dejaba mentir a mi corazón, era tanto el amor que sentía por él, que pensé que no podía estar equivocada al decidir ser una mujer. Sin embargo, antes de que se cumpliera el año, el doctor con quién consulté me refierió con un especialista en estos casos. Ahí es donde tuve las grandes preguntas de la vida.

-"¿Cómo te ha ido en tu nueva identidad?" me preguntó el especialista. A lo cual yo respondí felizmente que una mujer era lo que estaba destinada a ser, que finalmente sentía mi verdadero yo, que era un ser humano libre con mi nueva vida, y que estaba sumamente contenta. Pero la sonrisa en mi cara no duró mucho tiempo.

-"Muy bien, es bueno que pienses todo eso, pero tienes que darte cuenta de las cosas más profundas que implican que tu hagas el salto final para ser mujer" agregó.

-"Sí, sí, ya lo sé, quiero dar el pasó final, quiero continuar, ¡estoy lista!" continué diciendo alegremente.

-"Aunque termines tu transformación, tanto con cirugías y tratamiento hormonal, tú sabes que jamás vas a ser una mujer completa" comentó seriamente el especialista.

-"¿Qué es lo que quiere decir eso?" cuestioné intrigada, recordando las palabras tan hirientes que mi madre dijo hacía algunos meses... "tú no eres una mujer de verdad"

-"Pues entre otras cosas, nunca vas a poder procrear, no tienes, ni tendrás matriz, si te descuidas tu cuerpo se verá descompensado hormonalmente, el costo de operaciones y cirugías es muy costoso, la vaginoplastia no es tan efectiva, y puede que no obtengas los resultados que quieres...." siguió hablando el doctor como trantando de desilusionarme, de robarme mi sueño, mas yo desconecté mi mente de la conversación en las primeras palabras que el pronunció. No quería aceptar el hecho de que no era una mujer, simplemente la posibilidad no cabía en mi cabeza, me negaba rotundamente a esa realidad.

-"Entiendes lo que te digo" me instigó el especialista.

-"Sí, sí, lo entiendo todo, estoy consciente de todo eso que dijo." Le respondí un poco apática por la conversación, y agregué algo que de repente saltó en mi mente: "¿Qué pasa si no quiero quitarme mi pene?"

-"Entonces verdaderamente no quieres ser mujer, y tu transición no estaría completa" respondió secamente. En ese momento no sabía que existían mujeres transgénero que mantenían sus partes masculinas, como toda la información que me daban era médica-psicológica, mantener mi pene no era una opción en mis conversaciones, o era todo o nada.

Nuestra conversación terminó después de tratar otros puntos, y finalmente regresé a mi casa pensando en lo que el especialista me había dicho, pero aún decidida a continuar.

Curiosa por la simple idea de poder mantener mi pene en su lugar, comencé a investigar en internet sobre el asunto. En aquel tiempo el internet se contrataba por horas, en mi casa acabábamos de comprar una computadora con solamente 10 horas de acceso a internet por mes, no la había usado hasta ese momento porque estaba ocupada en otras cosas más interesantes (en Michelle, ¡claro es!), mas dadas las circunstancias decidí ver si podría hallar información al respecto. Para mi propio asombro hallé más de lo que esperaba. ¿Por qué no había pensado en investigar eso antes? Me pregunté en reclamo. No solamente encontré información acerca de la reasignación de sexo, hormonas, testimonios de mujeres transgénero, y todo eso, pero también hallé las fotos de las bellas mujeres que había visto en mi vida, con las cuales yo tenía algo en común: ellas también fueron hombres y aún mantenían sus partes masculinas. ¡Qué fantástico descubrimiento! La idea de que podía continuar mi transformación sin tanta complicación, me regresó la alegría. Es cierto, no podía tener hijos dentro de mí, o nunca iba a mestruar, ni nada de eso, pero iba a poder continuar con mi identidad como mujer, mas con algo extra entre las piernas.... eso me consoló mucho de las decepcionantes palabras del especialista.

Antes de que se acabaran mis horas de internet, imprimí algunas fotos de algunas chicas transgénero/transexuales, y fui con mis padres para hacerles un juego.

-"¿Qué opinan de estas chicas?" les pregunté mostrándoles las fotos mientras comíamos juntos. Ambos estuvieron de acuerdo que eran todas hermosas.

-"¿Qué pensarían ustedes si les dijera que todas ellas eran hombres y que además tienen pene?" Los dos se quedaron viendo el uno al otro, como pensando que era una broma. -"¿Qué es lo que dices?" me preguntó mi papá.

-"Sí, todas estas eran hombres y ahora son bellas mujeres y yo quiero ser como ellas," agregué.

-"¿Cómo es esto posible? No creo que sea verdad," comentó mi mamá.

-"Pues sí lo es," y tomando la foto de Vaniity les mostré, añadiendo: "y yo quiero ser como ella."

Parece que mi argumento terminó de convencer a mis padres, especialmente a mi papá, que aunque ya me aceptaba como hija, tenía sus dudas acerca de cómo me iría en el futuro. El ver esas fotos, consolaron a mi papá en pensar que yo podría convertirme en una bella chica como cualquier otra, o en otras palabras, finalmente tuvo la confianza de que podría transformarme en una bella mariposa. En ese tiempo estabamos a unas semanas de completar el año de mi nueva vida como mujer, y también de tener que tomar una decisión final. Por supuesto que necesitaba el permiso y apoyo de mis padres para seguir adelante.

Algo realmente inesperado es que la actitud de mi papá cambió repentinamente. Él ahora se veía más entusiasmado que mi mamá para que yo diera mi última decisión. Me brindó su apoyo incondicional y también dijo que me ayudaría en todo lo que fuera aún imposible. Creo que el lazo padre-hija finalmente brotó en él, ya no era más su chico con quien pocas veces hablaba o jugaba, ahora era su niña, su hija, y parecía que él cambió favoreció mucho a nuestra relación.

Un mes antes de terminar la escuela y a unas dos semanas de cumplirse el plazo del año de prueba, mi papás me sorprendieron:

-"¡Te vamos a hacer una quinceañera!" me dijeron ellos inesperadamente.

-"¿¡Qué cosa!?" les respondí sin nada mejor que decir por la repentina noticia.

A lo que mis papás agregaron felizmente:

-"Sabemos que ya eres toda una señorita, y que ese es el camino que has decido tomar en tu vida, por lo que hemos platicado bien y hemos decidido hacerte una gran fiesta, con tus amigos, familia y todo eso."

Al principio me pusé algo nerviosa, "¡Todos van a estar ahí!" pensé preocupada, siendo que muchos en mi familia no sabían nada de mi transformación. 

-"¿Qué mejor manera que una fiesta de quince años para presentarte al mundo como una mujer?" continuó diciendo mi papá con una gran sonrisa.

Debo de confesar que aunque al principio su idea me pareció muy loca, su entusiasmo y felicidad me terminaron convenciendo, después de todo como dicen: "Si lo sabe Dios que lo sepa todo el mundo."

-"Ok papá me parece bien, pero quiero que antes de hacer el quinceaños, este ya todo formalizado con respecto a mi transformación, que ya no haya vuelta atrás, que ya haya empezado con tratamiento hormonal, y que me prometas que a los 18 años me vas a regalar una cirugía plástica..." le demandé a él, ahora con una gran sonrisa en mi boca.

-"¿Cirugía? ¿Para qué?" me preguntó algo consternado.

-"Para mejorar mis pechos, aumentar mi cadera, afeminar más mi rostro, hacer un completo tratamiento para el vello del cuerpo, y para..." (claro que no mencioné nada de quitarme el pene... jeje)

-"¡Ok, ok!" me interrumpió cuando apenas estaba a mitad de mi lista. "Ahorrarré todo lo que pueda y de aquí a tus 18 años veremos que se puede hacer..."

Salté de felicidad, y dándole un beso a él y a mi mamá, me sentí muy entusiasmada y corrí a mi cuarto para hablarle a Michelle y a algunas amistades. Ese día sentí que todas las cosas en mi vida iban a mejorar, porque vi que finalmente iba a ser una mujer, y que iba a ser feliz. Todo lo que me había dicho el especialista se borró de mi mente al tener la confianza y apoyo de mis padres. Sí, era ya muy feliz.

Ya en mi cuarto le conté por teléfono a Michelle de mi fiesta y le pedí que fuera mi chambelán (pareja de baile en el quinceaños), a lo que por supuesto dijo que sí, pero me pidió que fuera a su casa para pedírselo en persona, advirtiéndome que si no iba a verlo no lo haría. Así que le pedí a mi papá que me llevara a casa de Michelle, no era muy tarde ya que estaba apenas atardeciendo, así que me llevó.

¡Michelle era un gran romántico! Al llegar a la puerta encontré una nota que decía, "por favor entra," y al entrar a la casa me di cuenta de un hermoso regalo: Velas encendidas, rosas en el piso, una botella de vino, unas flores, música suave, un perfume en el ambiente, "¡Qué bello!" pensé, mientras que me di cuenta que los papás de Michelle no estaban en casa (típico en ellos, y en Michelle para invitarme a su casa). El camino de flores me llevó hasta la sala donde encontré otra nota en el sofá-sillón (de tres asientos) que decía, "¡Feliz aniversario!" (upps, con tantas emociones se me olvidó completamente), y además la nota decía, "ponte ésta venda en los ojos." Así fue que me la pusé, me quedé sentadita y de repente unos labios me empezaron a besar el cuello...

-"¡Hola mi amor!" dije yo, a lo que murmurando a mi oído Michelle respondió:

-"Shhh, quedate calladita, y disfruta" en voz baja me ordenó, mientras que también ató mis manos por detrás con una suave cuerda.

Mientras disfrutaba de sus labios en mi cuello y hombros pensé "me hubiera puesto algo mejor para la ocasión, sólo traía una blusa de manga corta y unos jeans a la cadera, aunque eso sí me pusé unas zapatillas de tacón alto, y me maquillé un poco, pero me hubiera vestido mucho mejor...." mientras seguía castigándome en mi interior, Michelle subió la intensidad de sus besos, y comenzó a acariciarme, primero los hombros, luego de inmediato bajo a mis pechos...

Cuando una es adolescente estos momentos parecen eternos, cuando en realidad creo que solo fueron algunos minutos entre lo que me beso y comenzó a subirme la blusa, pero aún así lo disfruté mucho.

Después de que me subió la blusa y luego mi brassier (no me los podía quitar porque estaba atada de manos), Michelle me hizo recostar boca arriba en el sofá, y comenzó a besarme mis pechos y a acariciarlos con más y más intensidad. Yo todavía cubierta de mis ojos, solamente disfrutaba del momento, y me daba mucho placer saber que a Michelle le gustaba mi cuerpo. De repente, Michelle se detuvo, me hizo sentarme y me desató las manos, me quitó la blusa y el brassier. Aún con los ojos cubiertos me dio un suave beso y me dijo: "te compré un chocolate blanco, de los que te gustan" e inesperadamente sentí algo tocar mis labios, medio húmedo, al momento de mover mis manos para agarrarlo, sentí el cuerpo de Michelle (estaba completamente desnudo y ¡con su pene frente a mi boca!).

Estaba yo ya muy excitada, de inmediato lo probé dándole una mordida a ese gran pedazo de carne, me di cuenta que sabía a chocolate pues estaba todo cubierto, a lo que Michelle solo gimio de placer, aunque me pidió: "dale más suave para que no me lastimes, disfrútalo como si fuera un mango jugoso," así fue que poco a poco me lo metí en la boca, saboreándolo centímetro a centímetro, me terminé todo el chocolate en unos segundos, pero seguí metiéndolo una y otra vez en mi boca, aunque de repente de me hizo muy grande así que no me lo metí todo, pero seguí rozándolo suavemente con mis dientes, y usando mi lengua para jugar con él.

Seguía yo sentada y él de pie frente a mí cuando con  mi manos poco a poco comencé a acariciar su vientre, y luego sus testículos, luego lo agarré de sus caderas para empujarlo más a mí y así comenzar a meterlo y a sacarlo más rápido de mi boca, esto excitó mucho a Michelle, lo cual me excitó mucho a mi también, con mis pechos desnudos moviéndose a la vez que me lo metía y sacaba de la boca, Michelle comenzó a calentarse mucho hasta que no pudo más y explotó dentro de mi boca. Mientras se disparaba toda esa leche caliente y espumosa, Michelle se detuvo gimiendo de placer, yo mientras me tragaba disparó a disparó toda su carga. Yo ya estaba a mil por hora, y no pudé ocultar mi erección cual era muy notoria con esos jeans apretados que traía puestos, pero como no veía nada, no supé si Michelle me vió o no.

Michelle me hizo acostarme en el sofá, solamente con mis jeans y zapatillas puestas, pero aún sin nada arriba. Él se acostó a mi lado, de tal forma que su pene daba a mi cadera, o mis espaldas a él, y mi pene dada al respaldo del sofá-sillón. Me abrazó por la cintura, y me besó en el cuello diciéndome, "gracias por mi regalo amor, me encantó." A lo que yo moví mi brazo y tomándolo por la nuca nos acercamos para darnos un dulce beso en los labios, y le dije, "me da gusto que te gustara mi cielo, gracias por la sopresa también..." (le dije con aliento a semen, jeje)

En segundos, la erección de Michelle bajó, y la mía poco a poco comenzó a ceder, (aunque me moría de ganas de llegar a un orgasmo, pero creo que esto le pasa a todas las mujeres, así que mejor pensé en irme acostumbrando.) Michelle se quedó dormido, yo me levanté sin despertarlo, me cambié, me pusé a recoger las flores del piso, y a limpiar lo demás. Lo arropé con una sábana que encontré en su cuarto, y esperé a mi papá a que viniera por mí. Le di un beso de despedida y me fui. Michelle no despertó en todo el tiempo que estuve allí, y tampoco quise despertarlo.

-"¿Cómo te fue hija?" me preguntó mi papá al subirme al carro.

-"Muy bien," le contesté de inmediato, "convencí a Michelle de que fuera mi chambelán," continué con una sonrisa traviesa.

-"Que bueno, ¿y comiste algo o quieres que compremos algo?" me sugirió ya en el camino a casa.

-"Solamente tomé algo de leche, pero no sé porque tengo mucha hambre" le dije tratando de hablar lo más seria posible, pero aún con mi sonrisa traviesa.

-"Ok, vamos a ver que comemos" me aclaró terminando la conversación, y sin sospechar nada....

"¿Cuándo le diré a Michelle mi secreto?...." se quedó en mi pensamiento toda la noche....

miércoles, 19 de febrero de 2025

Disciplina del lápiz labial (Parte 12)

 



Capítulo 12. Una tarde más extraña

Cuando mamá llegó a casa, yo ya había superado mi ataque de llanto y estaba más preocupado por llegar a tiempo al entrenamiento de béisbol. A mamá, por supuesto, no le importó el hecho de que había pasado más de una hora esperando a que apareciera, y parecía más interesada en escuchar lo que había pasado en la casa de la señora McCuddy que en mi retraso al entrenamiento.

"Eso no es asunto mío", dijo, distante y fría. "Si quieres ir a pasar el rato con esa panda de paletos y vándalos, supongo que tengo que dejarte. Supongo que tienes una obligación con el equipo. No te lo impediré. Ahora bien, ¿hiciste todo lo que me pidió la señora McCuddy? Descubriré la verdad cuando hable con ella más tarde esta noche, así que no me mientas".

Después de asegurarle que había hecho todo lo que me habían pedido y prometerle que completaría los detalles cuando regresara, me dejaron ir al entrenamiento de béisbol. Me cambié de ropa en un tiempo récord, quitándome el vestido, la lencería y los tacones para ponerme unos pantalones de béisbol, una camiseta y otros accesorios. Bajé corriendo las escaleras y me subí a la bicicleta antes de que mi madre pudiera detenerme.

¡Por fin era libre! ¡YA-HOOOOOO!!!!!!!!!!!!

Nunca me sentí más feliz que en ese momento, cuando iba por la calle en bicicleta, vestida con mi ropa de chico, pensando en cosas de chico y preparándome mentalmente para no hacer nada más que cosas de chico. Sé que suena tonto, pero nunca en mi vida me sentí tan feliz de llevar un par de calzoncillos tipo jockey.

Todavía tenía un obstáculo más que superar. Mamá no me dejaba quitarme el esmalte de uñas. Supongo que pensó que eso me desanimaría a ir. Pero fui más listo que ella; todavía tenía mis guantes de bateo y pensé que esconder mis uñas pintadas sería pan comido, especialmente después de arrastrarlas por el suelo unas cuantas veces.

La gran ironía de todo esto es que después de todo mi trabajo duro y planificación, la práctica no fue todo lo buena que parecía. De hecho, fue uno de los peores días que he tenido. Lo primero que hizo el entrenador Wasser fue mirarme de una forma extraña y yo no podía entender por qué había sustituido a Spanky Cleveland en segunda base y me había enviado al jardín izquierdo. Nunca pasó nada en el jardín izquierdo y tuve la sensación de que el entrenador estaba enojado conmigo por alguna razón.

Lo siguiente que pasó fue que Spanky y Chris Wasser (el hijo del entrenador y nuestro jugador estrella) me miraban y se reían. No podía entender cuál era su problema hasta que accidentalmente me limpié la boca con la manga de mi camiseta. Una mancha roja me llamó la atención y de repente me sentí mal.

"¿Qué les pasa, chicos?", les dije con mi tono de voz más desafiante. "¿Ven algo que no les gusta? ¡Intenten mirarse en un espejo!".

"¿Qué es eso que llevas puesto, Gregor-ina? ¿Tu mamá te está haciendo usar lápiz labial otra vez, niño bonito?".

Mi estómago dio un vuelco. Después de todo este tiempo, todavía recordaban que mi mamá me había enviado a la escuela con lápiz labial. Siempre pensé que la gente se había olvidado de eso. Quería ir a golpearlos, pero decidí tomar una ruta más sutil.

—¡No es lápiz labial! ¡Es Kool-Aid! Mi mamá me hizo un poco antes de venir aquí, monstruos... —Mi voz se apagó mientras el eco de la risa me rodeaba. Me limpié la boca otra vez, dejando un enorme rastro de cera roja brillante en mi manga. Esto simplemente no estaba funcionando como lo había planeado...

La gota que colmó el vaso fue cuando Mikey Curtis estaba lanzando y me golpeó en la cabeza mientras estaba bateando. Oh, claro, estaba en mi segundo strike y no había golpeado nada en toda la noche, ¡pero esa no era excusa para golpearme con la pelota! Mikey era un lanzador mejor que eso y seguro que me pareció que lo había hecho a propósito.

No pude evitar llorar todo el camino a casa después de la práctica esa noche. Mi vida se estaba desmoronando y no sabía qué hacer. El entrenador Wasser y el entrenador Stanton me habían estado presionando toda la noche para que mantuviera mi mente en el juego y no me peleara con los otros muchachos; Estaba furioso porque no veían que cada vez que se daban la vuelta, uno de los otros chicos me pellizcaba o me llamaba hada o algo igualmente hiriente. Encontrar una calcomanía de "Barbie" pegada en mi bicicleta después de la práctica fue lo peor de todo. El béisbol estaba perdiendo rápidamente su atractivo para mí y, a medida que me acercaba a casa, me preguntaba si debería intentar regresar.

Cuando entré en la casa, mamá y Dave estaban sentados en el sofá. Mamá leía en voz alta a mi hermano y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí celoso de la atención que le estaba mostrando. Pensé en cómo, más temprano ese día, me había puesto el brazo alrededor de la cintura y se había jactado de mí delante de la señora Johnston, y me pregunté si estaba bien pensar que eso era bueno.

Sin mencionar una palabra sobre béisbol, mamá me ordenó que subiera. La mirada en sus ojos me dijo que algo andaba mal... terriblemente mal. Le di una mirada a Dave. Solo por la forma en que me sonrió (¡maldita sea!) supe que estaba perdido.

Podía sentir las lágrimas acumulándose en mis ojos mientras caminaba tranquilamente por las escaleras. El pequeño mocoso... le había contado sobre la pelea que tuvimos esa mañana. ¡Lo supe por la sonrisa en su rostro! Después de todo lo que había pasado, después de hacer mis tareas y ayudar a la anciana señora McCuddy y todo eso, todavía estaba en problemas. ¡Maldita sea! No era justo. Empecé a decir algo, pero mi madre me miró con frialdad otra vez; hice lo que me decía, en silencio y temerosa de lo que me depararía el futuro.

Fui a mi habitación y me desvestí. Miré mi camiseta de béisbol por un momento y me pregunté si alguna vez podría volver a usarla. Luego la tiré al cesto con el resto de mi ropa sucia. Miré la faja recién lavada que estaba sobre mi cama y comencé a llorar.

Mamá apareció justo cuando me estaba poniendo el sujetador. Miré a mi alrededor buscando algo para cubrirme, pero no tuve suerte. La expresión de su rostro era de diversión irónica. Me pareció aterrador.

"Bueno, si no es mi hijo, el grandulón". Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Esto no iba a ser bueno, para nada. "Oh, mira. Ha vuelto de su maravillosa práctica de béisbol. ¿Te lo has pasado bien? Bueno, señorito, espero que sí, porque puede que ese sea el último entrenamiento de béisbol al que vayas".

Lágrimas saladas me quemaban los ojos mientras estaba de pie, casi desnudo e indefenso ante mi madre. Solo por la forma en que me miraba, podía decir que estaba buscando una razón para castigarme y que si no tenía cuidado, estaba a punto de recibir la paliza de mi vida. Por alguna razón, me costaba respirar. Entre sollozos, me prometí a mí mismo que haría lo que fuera necesario para evitar que se enfadara aún más.

Demasiado tarde.

¡BOFETADA! Empecé a llorar mientras me curaba la mejilla inflamada. Para empeorar las cosas, mi nariz empezó a gotear. El sabor de la sal en mi lengua me hizo encoger. Me sentía horrible.

—Entiendo que tú y Dave tuvieron una pequeña pelea esta mañana. ¿Es cierto? También entiendo que le dijiste algunas cosas bastante feas. ¿Es cierto también?

¡ZAS! Casi me caigo, pero mantuve el equilibrio. Asentí con la cabeza frenéticamente. No tenía sentido negarlo. Incluso si él estaba mintiendo, ella se pondría de su lado.

—Sí, señora, es cierto. Lo-lo-lo siento, mamá. Él s-sólo... él sólo siguió burlándose de mí. Lamento haber perdido los estribos, pero me hizo enojar. No lo volveré a hacer, lo prometo, no lo haré.

Mi mamá me miró y parpadeó. La mirada en sus ojos era casi feliz. Por un momento pensé que estaba a punto de darme un abrazo, pero luego...

¡¡¡BOFETADA!!!

—¿En realidad le dijiste que esperabas que se ahogara? ¿Lo hiciste? ¡No me mientas; eso solo empeorará las cosas!

Estaba casi histérica. ¿Ahogarse? ¿De qué estaba hablando? Me cubrí la cara con las manos, pero mi madre las apartó. Oh, Dios, ¿he dicho eso? ¡Sí lo he dicho! Oh, Dios, sí que lo he dicho, ¿no? ¿Cómo he podido ser tan estúpido?

¡¡¡BOFETADA!!!

Desesperado, admití que lo había dicho, suplicando que no lo había dicho en serio. Intenté decirle que era una estupidez que dicen los chicos. Eso no mejoró las cosas. Con la mano abierta, mi madre me dio una lluvia de golpes por todo el cuerpo casi desnudo, abofeteándome en la cara, en el trasero cubierto de licra y en las piernas. Con cada golpe me decía lo malvada que era, lo desconsiderada que era y lo avergonzada que estaba de tenerme como hijo.

Recuerdo que me preguntaba cuánto peor habrían sido las cosas si hubiera mentido.

Por fin se detuvo para recuperar el aliento y me dejó arrodillada en el suelo con las manos cubriéndome la cara, que estaba caliente y húmeda por las lágrimas y los mocos.

Rápidamente supliqué piedad. Sabía que probablemente era mi única oportunidad. "P-p-por favor, mamá... no me pegues más... ¡por favor! ¡Lo siento, de verdad! Haré lo que me digas, lo prometo. ¡Haré lo que me digas! ¡Lo prometo!".

Mi madre arqueó una ceja e hizo una mueca. "Las promesas son baratas y no creo que tengas un buen historial. Me gustaría creerte. De verdad que lo haría, pero probablemente me estés mintiendo. ¡Otra vez! ¿Quieres saber por qué pienso así? Ven aquí, quiero que me expliques algo".

Con los tirantes del sujetador torcidos, mi piel desnuda sensible y escocida por las bofetadas, observé impotente cómo mi madre abría los cajones de mi tocador. La forma en que metió la mano, sacó mi ropa interior nueva y la esparció por todos lados me asustó. Ver el aire lleno de bragas y fajas que volaban no era algo para reírse. Sabía que las cosas estaban a punto de ir de mal en peor.




¿Ves todo esto? Se suponía que debías doblarlos. Confié en ti, pero me mentiste. Me dijiste que habías hecho tus tareas, pero no lo hiciste, ¿verdad? Mentiste y luego te fuiste a tu práctica de pelota de todos modos. ¿Sobre qué más me has mentido? ¿Qué se supone que debo creer?

"No mamá, no te mentí en nada... yo..."

¡¡¡BOFETADA!!! La palma de su mano me atrapó justo en el punto justo y perdí el equilibrio, cayendo de rodillas casi tan rápido como las lágrimas quemaban mis ojos. Me preparé para otro golpe, pero en cambio sentí que ella me agarraba el cabello. Me levanté lo más rápido que pude para evitar que me lo arrancara.

"No toleraré que intimides a tu hermano pequeño y NO toleraré tus mentiras, ¿me entiendes? Especialmente las mentiras. Las mentiras son lo único que no toleraré, de ti, de tu hermano, de ese padre tuyo que no sirve para nada... ¡ni de nadie! ¿Me escuchas?

Me balanceé sobre las puntas de los pies y abrí los ojos justo a tiempo para ver una extraña sonrisa en el rostro de mi madre. "Ahora, ¿sobre qué más has mentido? ¡Cuéntamelo o, si no, te llevaré al patio trasero, te bajaré las braguitas, me daré una paliza y te azotaré tan fuerte que desearás no haber nacido!"

Llorando histéricamente, confesé que esa mañana me había descuidado y había pasado más tiempo mirando televisión que haciendo mis tareas domésticas. Le dije a mi madre que había pensado que tenía todo el día para hacer las tareas domésticas, no solo la mañana, y que tenía la intención de hacerlas. Simplemente no tenía tiempo suficiente.

"Típico de un hombre", dijo, con la voz teñida de disgusto mientras me golpeaba la cabeza con los nudillos. "Suena como un hombre hablando. Siempre lo vas a dejar para más tarde y luego mentirás al respecto cuando no lo hagas. Eres, sin duda, el hijo de tu padre. ¡Eso es seguro!

En mi defensa, le expliqué que hice todo lo demás ese día tal como me dijo. Fui a la casa de la Sra. McCuddy y limpié sus baños e hice todas mis tareas, tal como se suponía que debía hacerlo. Incluso le conté cómo paseé al perro alrededor de la cuadra, por mucho que me doliera. A juzgar por el brillo en sus ojos, me creyó, aunque me amenazó con otra paliza si descubría lo contrario.

"Ven conmigo, hombrecito. Te voy a mostrar lo que va a pasar cada vez que te pille mintiendo".

Entrando descalza al baño, observé con pavor cómo mamá abría una pastilla de jabón Dove nueva, una de esas pequeñas del tamaño de una barra de chocolate que se llevan en los viajes. Mi estómago dio un vuelco cuando me la entregó. Se sentía cerosa en mi mano y el aroma del perfume envió un escalofrío por todo mi cuerpo.

"¿Recuerdas esto?" Asentí. "Bien. Deberías recordarlo. Quiero que te lo pongas en la boca. Adelante, hazlo todo. Hazlo, si sabes lo que te conviene".

"Pero, mamá, yo..."

¡¡BOFETADA!!! El golpe en mi cara me dejó aturdido, provocando una nueva tanda de lágrimas.

"¿Quieres seguir jugando a la pelota este verano? ¿Sí? ¿Quieres que te envíe a un partido con lápiz labial y un vestido? ¿Oh, no? ¡Entonces haz lo que te digo! Ponte ese jabón en la boca y cómelo. Todo. Quiero que te laves hasta la última palabra sucia, inmunda y desagradable de esa boca tuya, y luego quiero que te la laves de nuevo, solo para asegurarme de que las hayas sacado todas. ¿Me entiendes?"

¡¡¡BOFETADA!!!

Mientras me acariciaba la mejilla dolorida, entendí la indirecta. Por muy malo que supiera que sería, preferiría comerme una pastilla de jabón entera a que mi madre me golpeara de nuevo.

"Será mejor que hagas un buen trabajo, pequeño señor, o encontraré otra forma de hacer que lo sientas".

Me sentía miserable y enfermo cuando terminé. La buena noticia era que era una pastilla de jabón pequeña y pude tragarla bastante rápido. La mala noticia era que pensé que me iba a morir, me dolía muchísimo el estómago. Menos mal que no había cenado o habría vomitado. Entre los restos de jabón que se me habían quedado pegados entre los dientes y la espuma que se me metía por la nariz y los senos nasales, tenía náuseas hasta el punto de darme arcadas. Mamá se quedó parada a mi lado y me observó, con su cara como una máscara de piedra mientras yo farfullaba y escupía en el lavabo.

"Sigue así, hijito, y te encontrarás con algo más que un poco de jabón para la cena. Tengo otras formas de llamar tu atención y estoy más que dispuesta a usarlas. Ahora, date un baño y prepárate para ir a la cama. Mañana tienes un largo día por delante y quiero que estés fresco y listo para irte al amanecer".

Estaba acostada en la cama, conteniendo un estómago que gorgoteaba cuando mamá vino a ver cómo estaba. Creo que se sorprendió al levantar la sábana y verme con el sujetador y la faja puestos. Después de la paliza que me habían dado, me los volvería a poner, por si acaso. No quería más problemas entre nosotras.

"Buena chica, 'Pamela'. Veo que te acordaste de mi pequeño sermón de anoche. Recuerda lo que te dije sobre no poner las manos entre las piernas", me advirtió. "Si descubro que has vuelto a tus malas costumbres... bueno, no va a ser nada agradable".

Mamá me dio un vaso de agua y me dijo que tomara un sorbo. El olor del jabón Dove todavía me quemaba la nariz. Mientras me lavaba la espuma de la boca, ella se sentó en el borde de mi cama y comenzó a cepillarme el pelo, como si nada estuviera mal o nunca hubiera pasado nada entre nosotros.

Mientras mamá jugaba con mi pelo, me dijo que había hablado por teléfono con la señora McCuddy. Para mi alivio, había recibido un buen informe sobre el comportamiento de "Pamela". Mi madre parecía bastante impresionada por lo que escuchó y de hecho se rió cuando le conté mi versión de lo que había sucedido. Cuando le dije que la señora McCuddy pensaba que yo era una niña de verdad, sonrió de oreja a oreja.

"Cariño, puede que sea vieja, pero no es estúpida. Ella sabe que eres un niño. ¿Por qué no debería hacerlo? Te conoce de toda la vida, tonta. Simplemente no quería herir tus sentimientos cuando apareciste con ese vestido de lunares y tu cartera pequeña. Dijo que eras muy linda."

Sentí que mi cara ardía de vergüenza. ¿Cómo pude ser tan tonto? Pensé que las cosas iban demasiado bien. "¿Ella lo sabía? ¿Qué... quiero decir, se preguntó por qué llevaba... un vestido?"

Los ojos de mamá se iluminaron. "Oh, claro. Tenía mucha curiosidad por eso. Solo le dije que este es un pequeño juego al que estás jugando durante el verano. Dijo que podrías venir como 'Pamela' cuando quisieras. De hecho, quiere que vengas al menos dos veces por semana para ayudarla con sus tareas".

Genial. Ahora había gente que pensaba que me vestía como una niña porque quería. Perfecto.

"Entonces, si ella podía decir que era un niño, ¿qué pasa con todos los demás?"

Mi madre sonrió. "¿Todos los demás? ¿Como quiénes?"

Le conté a mi mamá que había llevado a Mimi a dar un paseo por la cuadra y que nadie parecía prestarme mucha atención. Ella dijo que probablemente era porque no me conocían como la señora McCuddy, así que asumieron que era una niña de verdad. Eso me hizo sentir un poco mejor.

"Incluso si te reconocieran, bueno, eso es algo con lo que tendrías que lidiar. Tú eres el que se metió en este lío, ¿sabes? Eres un buen mentiroso, inventa algo. No debería ser tan difícil para ti explicarle a la gente por qué llevas un vestido".

El aire descuidado de mi mamá sobre el hecho de que yo usara ropa de niña en público me preocupaba. Aún más molesto, ella tenía mucha curiosidad por saber cómo me sentía al respecto y me interrogó exhaustivamente sobre el tema. Cuando le dije que no era tan malo como pensé que sería, sonrió de una manera que me hizo sonreír de vuelta. Ella siguió preguntándome cosas como cómo me sentía caminando con mi vestido nuevo, cómo me las arreglaba con la correa del perro y mi bolso, y si me gustaba engañar a la gente que conocía; finalmente confesé que me divertía, bueno, un poco, supongo, que era exactamente lo que ella quería que dijera desde el principio.

"¡Ahora, mira! Vestirse con vestidos y bragas de mariquita y usar un lápiz labial viejo y desagradable no es tan malo después de todo, ¿verdad? Las chicas también pueden divertirse. ¡Las chicas de mentira, especialmente! ¿No era divertido andar disfrazada así, sabiendo que todos los que conocías no tenían ni idea de quién eras en realidad? ¡Eso tuvo que ser bastante emocionante!".

Sentí que mi cara se ponía roja. Mamá tenía razón y lo sabía. Ella lo sabía y yo lo sabía; por mucho que odiara admitirlo, en realidad había disfrutado de nuestro pequeño juego, aunque solo fuera por un rato. Pero eso fue todo lo que hizo falta.

Había una tirantez aterradora debajo de mi faja de bragas. ¡Casi me muero cuando me di cuenta de que mi erección estaba volviendo! ¡Esto se estaba volviendo vergonzoso, por decir lo menos! Me encogí de hombros y me di la vuelta para evitar que mi madre viera algo que pudiera meterme en problemas.

"Supongo que fue divertido. Un poco. ¿Crees que realmente los engañé a todos? Fue bastante extraño, la forma en que la gente me trataba. Actuaban como si yo fuera realmente frágil o algo así. Como si pensaran que podría romperme si hablaban demasiado fuerte".

"Me suena a que respondiste tu propia pregunta. No habrían actuado así si supieran que eras un niño, ¿verdad? Quiero decir, ¿cómo crees que habrían actuado si supieran que eras un niño con un vestido?"

Me sonrojé aún más. "Uh, supongo que me señalarían y se reirían. O al menos me mirarían raro".

—Y eso no pasó, ¿verdad? Eso es porque no solo te veías como tal, sino que actuaste como tal. Eso es aún más importante, actuar como la chica. Seamos realistas, cariño. Eres mucho mejor chica que chico. Mucho, mucho mejor. Pregúntale a la señora Johnston. Ella cree que debería tenerte con vestidos todo el tiempo. Lástima que esto sea solo para el verano.

Antes de que pudiera continuar, de repente me disculpé y corrí al baño. Parecía que el jabón había corrido por mi sistema, y ​​una serie de espasmos agudos me dieron la advertencia justa para no avergonzarme. Recuerdo a mamá parada en la puerta mientras yo estaba sentada en el inodoro, gimiendo y gimiendo de agonía. Dijo algo sobre que yo era lo suficientemente mayor como para tener calambres, pero no le presté mucha atención en ese momento. Tenía demasiado dolor.

—Cuando termines, cariño, duerme un poco —dijo con una suave sonrisa. "Hablaremos más de esto más tarde".

Gimiendo y llorando en silencio, pasé el resto de la noche sentada en el inodoro y preguntándome cuándo terminaría todo esto.


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sábado, 15 de febrero de 2025

La naturaleza me convirtió en mujer (Parte III)



El momento de decisión 

Habiendo pasado la prueba de mostrarme al mundo como chica, y habiendo conocido el amor por primera vez, sentía que daba pasos agigantados en mi nueva vida como mujer. Era algo así como si yo siempre había tenido dentro de mí a una mujer, y aunque anteriormente dormida, ahora había despertado dirigiendo mi nueva vida.

No toda mi vida fueron una serie de buenos días y felices momentos, también viví noches de angustia y momentos tristes. Digo esto por el primer amor de mi vida: Michelle. Aún recuerdo el estar en las nubes, las mariposas en mi estómago, y los suspiros que experimenté por primera vez al empezar a salir con aquel rubio de ojos claros. Creo que yo que como cualquier otra chica de mi edad, me ilusioné demasiado, que hasta veía estrellas y escuchaba melodías de amor cuando hablaba o veía a mi novio. Aquellos fueron tres meses de mucha ternura, cariño, ¡y claro! también de muchos besos que poco a poco fueron subiendo de intensidad. Todo se sentía tan bien, tan natural, sentía un amor tan sincero y tan hermoso por él, algo que no quería que acabara nunca.

Un día hablé con mi madre (ya saliendo con Michelle) para preguntarle cuando podría tener novio. Mi pregunta sorprendió mucho a mi madre. Supongo que después de haberme acompañado en el proceso mi transformación, ella me consideraba ya como una hija, pero como a una hija pequeña, una niña, una muñequita a quien ella podía vestir y maquillar, mas no me veía como a una adolescente que convirtiéndose cada día más en mujer, estaba llena de ilusiones, sueños, y curiosidad por saber lo que tiene la vida para mí. Mi madre, secamente me respondió, "no creo que sea apropiado que tengas novio aún." Y yo, como cualquier otra adolescente, me enojé, e hice la pregunta que todas hacemos en ese momento: "¿Y por qué no, mamá?" Aquella fue una discusión que fue subiendo de tono, repleta de argumentos y excusas, hasta llegar a gritos y regaños, cuando estábamos ya al punto de la desesperación, mi madre dijo unas palabras tan hirientes que me dolieron hasta el alma: "¡No puedes tener novio porque tú no eres una mujer de verdad!" Sentí que con esas palabras mi madre me apuñaló por la espalda, ¡después de todo lo que habíamos vivido juntas!, en ese momento probé el amargo sinsabor de la traición de mi propia madre. No dije palabra alguna, dejé a mi madre sola, y me salí corriendo de la casa. La primera persona que se me vino a la mente al salir fue Michelle, "él si me ama de verdad" pensé yo, y fui a buscar consolación en sus brazos. 

 Esa tarde comenzó a llover. Me subí en un taxi para que me llevara a casa de Michelle. Ni siquiera me importó ir a verlo sin maquillaje y mal vestida (jeans, tenis, y una blusa blanca sin chiste). Mientras en el camino, miraba por la ventana del carro a la gente a mi alrededor. Veía a otras chicas con una vida normal y simple. "¿Por qué? ¿por qué me tocó a mí batallar así?" me decía yo en mi interior mientras lágrimas salían de mis ojos, "¿Por qué Dios quiso que naciera hombre y ahora me pasa esto? ¿Por qué me tocó a mí esta prueba?" continuaba castigándome en mis pensamientos, a la vez que me empecé a odiar a mi misma por tener pene y haber nacido así. Solo le daba vueltas en mi cabeza a lo que acababa de pasar con mi madre y a mis pensamientos. Después de unos cuarenta minutos de sufrimiento dentro de aquel taxi finalmente llegué a la casa de Michelle.

Michelle abrió la puerta, me vio completamente empapada, y sin palabras simplemente lo abracé lo más fuerte que pude. Michelle no dijo palabras, adivinó que algo estaba mal y consolándome entré con él a su casa. Había empezado a obscurecer y nadie estaba en la casa de Michelle, solo él y yo. Michelle me invitó a pasar a su cuarto a darme un baño, pues de lo empapada que estaba no quería que me enfermara. Me invitó a sentarme en su cama y pasándome una toalla finalmente me preguntó acerca de lo que había pasado. Yo no le quise decir nada, sólo quería estar con él.

- "¿No me vas a decir que pasó? Estoy preocupado por ti, mi amor" me insistió Michelle.

- "Son cosas que no entenderías" le respondí, "lo único que quiero saber es ¿qué si tu me amas de verdad?" le pregunté yo mientras me secaba con la toalla que me dio.

Michelle no respondió a mi pregunta, en cambio solamente dijo animosamente:

- He estado guardando una sorpresa para ti, pero ya que estas aquí, te la daré.

En aquel entonces había un grupo americano llamado ´N SYNC y todas las muchachitas (incluyéndome) estábamos locas por esos chicos y sus canciones. Michelle sabía que me gustaban, así que de la nada, sacó una radiograbadora y se puso a cantar una canción que según él hablaba de mí: For the Girl who has everything (para la chica que lo tiene todo), era el título de la canción. Y así se pusó a cantar toda la canción que Michelle había memorizado en mi honor (aquí esta parte de la letra).

For the girl who has everything (para la chica que lo tiene todo)

I bring you love (te traigo amor)

Cause the girl who has everything can't get enough (porque la chica que lo tiene todo no puede tener suficiente)

Of my love (de mi amor)

Why do you run and hide? - Say what you feel inside (¿Por qué corres y te escondes? Di lo que sientes dentro)

Girl you need to understand (Chica tú tienes que entender)

Your heart is safe within my hands and (que tu corazón esta seguro en mis manos y...)

I promise I'll never break it...ohh.. (que prometo que nunca lo romperé)

¡Oh esa canción, ese chico, esa tarde! El amor de Michelle en un segundo me trajo de regreso a ese mundo de sueños, nubes, y miel, en ese momento olvidé todo lo que había pasado con mi madre, todo mi rencor, mi frustación, y mi odio. En ese momento caí totalmente enamorada de Michelle, como una adolescente hipnotizada o embriagada por el primer amor. En ese momento estaba dispuesta a todo, a decirle el porque me había encontrado llorando a las puertas de su casa, a decirle el problema con mi mamá, pero mas que todo a decirle mi más grande secreto. Me armé de valor, me pusé de pie (aun estando medio mojada), pero cuando estaba a punto de abrir la boca para decirle algo, él se acercó a mí velozmente, me abrazó on fuerza y me besó con mucha pasión. (¡Oh, qué rico momento!). No pude abrir mi boca para decir algo, pero sí para besar esos labios tan ricos.

El momento fue subiendo de intensidad, me empujó a la cama donde se abalanzó sobre mí. Nuestros labios simplemente no se podían despegar, el comenzó a acariciar mi cintura y mi espalda, y yo estando boca arriba lo agarraba de su espalda y nuca besandolo y mordiendo sus labios sin saciarnos. Estuvimos muy apasionados por un tiempo, hasta que le quité su camiseta, quería sentir su piel, tenerlo muy cerca de mí. Michelle a su vez se bajó a mi cintura y levantándome un poco la blusa comenzó a besarme el ombligo y mi abdomen. ¡Esos labios se sentían muy bien! Por un momento me preocupé de que Michelle notara mi erección, pero mi pene se acomodó de tal forma que estaba muy escondidito entre mis piernas, así que no se veía ni sentía nada. Michelle continuó besándome y acariciándome un poco más arriba cada vez, llegó a mis costillas, dándome besos y suaves mordidas. Sus manos que se habían mantenido en mi espalda comenzaron a subir un poco más. Finalmente, Michelle no resistió más, me hizo sentarme en la cama, y de un jalón me quitó la blusa que traía puesta (me la jaló con tanta fuerza que la rompió) solo para darme cuenta que no traía puesto brassier esa tarde (con las prisas se me olividó ponerme uno). Así que ahí estaban mis virginales pechos erectos enfrente de los ojos de Michelle, quien se veía tan apasionado y excitado, que en un segundo después de admirarlos comenzó a tocarlos, a besarlos y a continuar sus caricias por ellos. ¡Esa sí que fue una experiencia! Aquellas caricias y besos, los primeros en mis pechos, me hicieron ponerme a mil, ¡gemía con una gran fuerza!, nunca había sentido tanto placer en mi cuerpo, me di cuenta que mis pechos eran super sensibles a esas caricias, creo que casi lograba un orgasmo de tanto placer que sentía en ellos. Aquel tímido Michelle se había ya convertido en un hombre que sabía lo que quería, mientras que yo centímetro por centímetro de mi piel me iba convirtiendo en su mujer, en su chica.

Después de saciarse (y de saciarme) con mis pechos, Michelle volvió a mis labios, yo creo que tanto gemido asustó a Michelle de que fuera a asustar a los vecinos. Seguimos besándonos apasionadamente por unos segundos hasta que de repente se escuchó el timbre de la casa. En ese momento los dos nos dejamos al instante, Michelle saltando de encima de mí, se pusó de inmediato su camiseta, y me dijo, "quédate aquí, iré a ver quién es." Yacía yo acostadaba agotada por el placer que acaba de sentir, pensando que seguiríamos toda la noche sin parar, cuando por el pasillo escuché la voz de mi madre, "Yo sé que Cary esta aquí, dile que venga conmigo por favor" le dijo a Michelle. En el momento salté de pánico, me pusé la primera camiseta que hallé (una color verde), ya que la que traía estaba rota y salí a ver a mi madre.

-Despídete de tu amigo, Cari, vámonos a la casa. Me ordenó mi madre. Yo estando ya tan cansada de llorar, enojarme y odiar, y después de todo lo que había pasado en casa de Michelle, no discutí y en cambio le respondí un aburrido y seco:"Ya voy..." Mi madre se fue al carro, mientras que en la puerta, Michelle y yo nos despedimos.

-"Debo de confesarte algo" me dijo Michelle...

- "Yo también debo de confesarte algo" le contesté. Pero dime tu primero, le insistí.

-"Cuando llegaste a mi casa toda empapada, me excitaste mucho, sobre todo porque podía ver tus ricos pechos y pezones asomándose por esa camiseta mojada. No pude resistir la tentación de besarlos y morderlos, estan muy ricos y sabrosos" Me dijo casi susurrándome al oído.

-"¿Te gustan?" le pregunté coquetamente.

-"¡Me encantan!" me respondió con cara de niño malportado. "¿Y cuál es tu confesión?" continuó él.

-"Luego te diré" le respondí cortantemente ya que mi madre estaba ya mostrando desesperación en el carro.

-"Te amo" dulcemente se despidió de mi con un beso en la mejilla.

-"Yo te amo también" le respondí.

Me subí al carro con mi mamá, que ya se desesperaba por la escena de amor entre Michelle y yo. Ya en el carro y a punto de arrancar de regreso a casa, mi madre me preguntó:

-¿Qué acaso no te fuiste de la casa con una blusa blanca? me dijo con tono de reclamo.

A lo que sarcásticamente respondí yo:

-"Sí así es, tú me viste salir con una blusa blanca"

¡Que día!



jueves, 13 de febrero de 2025

Disciplina del lápiz labial (Parte 11)




FELIZ SAN VALENTIN. Les traigo la continuación de esta historia que tanto me han pedido como un regalo. Me han solicitado mucho la continuación de esta historia y es bueno traerla una vez más. Sin embargo les pido paciencia, es el contenido que más tiempo me toma hacer. 


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CAPÍTULO 11. Un día muy extraño.


Era muy temprano a la mañana siguiente cuando mi madre me despertó, Ni siquiera el sol había pensado en brillar. Eran las 5:30 AM, para ser exactos. Mamá me dijo que fuera al baño a lavarme la cara mientras ella preparaba mi ropa para el día. Cuando regresé, me alarmó ver un conjunto completo de ropa de niña esperándome, incluyendo el vestido de lunares que me había comprado, una enagua, sujetador y bragas nuevas, medias, tacones y otro corsé de piernas largas.

"Cámbiate rápido, ahora", me instruyó mi madre. "Tengo que irme al trabajo en un rato y tú tienes que hacer el desayuno y ayudarme a prepararme."

Mientras mamá se retiraba al baño, hice lo que me dijo. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras me vestía. ¡Esto no iba a parar, me di cuenta! ¡Ella va a hacer que me vista como una niña por el resto de mi vida!

Hice lo mejor que pude, considerando lo temprano que era. El corsé, por supuesto, fue lo peor; pensé que nunca iba a lograr ponérmelo, pero no iba a dejar que mamá entrara a ayudarme; sabía que nunca dejaría de hablar de ello si lo hacía. Y no iba a darle motivo para quejarse. Logré ponerme las medias sin engancharlas y hasta me peiné y me maquillé sin que me lo recordaran. Pensé que ya que estaba vestida así, me vería bastante tonta si no lo hacía.



Cuando bajé, me puse a hacer el café y las tostadas, tomando el tiempo para ponerme el delantal sobre el vestido para no ensuciarme. Mamá llegó poco después y, tras mirarme largo rato, asintió con la cabeza, sonrió y me besó en la frente como si hubiera hecho algo bien por una vez.

"Tal vez quieras ponerte un pintalabios diferente, querida," me dijo con un guiño. "Guarda el rojo para cuando tengas una cita o tal vez para hacer algo especial por la tarde."

¡Si lo haces mal, te critican, y si lo haces bien, también! Molesto, subí rápidamente las escaleras, me quité el pintalabios rojo y me puse uno rosa. También tuve que retocar un poco la máscara de pestañas, ya que me la había manchado. Tantas reglas, tantas cosas que recordar... Comenzaba a darme cuenta de que ser una chica era mucho más difícil de lo que parecía.

Todavía en su bata, mamá se sentó en la mesa de la cocina, charlaba, tomaba café y leía el periódico mientras yo preparaba el desayuno. Me fue guiando en la preparación de los huevos revueltos y el tocino, y yo logré untar la mantequilla en las tostadas y poner la mesa por mi cuenta. Incluso me tomé el tiempo de poner mermelada en su tostada, un gesto que hizo que sonriera como si hubiera hecho un milagro.

"Es tan agradable tener una bonita ‘hija’ que me atienda por una vez. Me voy a acostumbrar a esto," dijo mientras disfrutaba su comida.

"Por favor, mamá, no me hagas esto." Hice un gesto de molestia, sin estar nada contenta con mi nuevo papel. "Esto no tiene nada de gracioso."

"Tienes razón. No es gracioso." Me miró por encima de su taza de café y sonrió. "Pero es divertido."

Aunque no tenía mucha hambre en ese momento (el nuevo corsé que llevaba puesto era aún más apretado que el anterior y temía poner algo en mi estómago por miedo a que se rompiera algo), mamá insistió en que me sentara y tomara un café con ella mientras ella comía. Yo no era mucho de café, pero con suficiente leche y azúcar, preparé una mezcla que era tolerable. Luego me senté frente a ella en la mesa.

Mamá se detuvo un momento y me señaló con el tenedor como si hubiera cometido un error. "No. No, eso no estuvo bien. Inténtalo de nuevo."

"¿Qué no estuvo bien, mamá?"

"La forma en que te sentaste en esa silla. Intenta otra vez. Esta vez, no te dejes caer. Tómate tu tiempo y siéntate con cuidado, como si tuvieras miedo de romper algo."

La miré un momento y luego me encogí de hombros. "Umm, está bien."

¡Solo a mi madre se le ocurriría convertir sentarse en una silla en una lección de cómo actuar como una niña! Hice lo que me dijo, o eso creí, y de nuevo fui criticado. Esta vez me dijo que metiera la falda del vestido bajo mi trasero con la mano libre mientras me sentaba, para que no se arrugara.

"Eso está mejor," dijo mamá, masticando su comida pensativamente. "Pero no lo suficientemente bien. Hazlo una vez más."

Como te puedes imaginar, repetí el acto de sentarme al menos una docena de veces. Finalmente, mamá me dijo que me quedara sentada y bebiera mi café.

"Puedes seguir practicando más tarde, después de que termines tus tareas. Si vas a usar un vestido, tendrás que aprender a manejarte correctamente."

Por más tonto que me sintiera, me sentí agradecido de saber que nadie más podía verme ni sabría lo que estaba haciendo. Un niño de trece años sentado en la mesa de la cocina, vestido como una niña adolescente y tomando café con su madre... ¡qué ridículo habría sido para mis amigos en la escuela o en el equipo de béisbol! Era como una escena de una de esas películas de chicas o una obra de teatro mala, ¡pero con yo en el papel principal! Por más tranquila y calma que estuviera la vida en ese momento, dentro de mi cabeza ya podía escuchar las risas y burlas que habrían ocurrido si mi secreto se hubiera revelado.

Antes de terminar su desayuno, mamá me dictó una lista de tareas que quería que hiciera antes de regresar a casa esa tarde. La mayoría ya estaba escrita en una libreta que había sobre la mesa de la cocina, pero me hizo agregar algunas más mientras charlábamos. Además de terminar con el planchado y la lavandería, quería que aspirara la sala, el pasillo y las habitaciones, limpiara el polvo de los muebles y limpiara todos los baños.

"Tal vez quieras quitarte el vestido cuando hagas algunas de estas tareas," sugirió. "Algunos limpiadores pueden manchar o estropear esa tela."

"¡No! ¡No puedes ponerte tu ropa de niño! ¡Presta atención, a menos que quieras otra bofetada en la cara!" —Mamá me habló con voz severa y cuidadosa, como si fuera un niño pequeño—. "Quítate el vestido cuando estés haciendo algo sucio y luego póntelo de nuevo. Quiero que la casa esté limpia..."

"¿Quieres decir que me quede solo en... ropa interior...?"

"¡Sí, solo tu ropa interior de niña! ¡No me interrumpas! De todos modos, no quiero que arruines tu linda ropa. Y no pongas esa cara. Las niñas y las mujeres a menudo corren por la casa en ropa interior. No es gran cosa... a menos que tú  hagas un escándalo." —Me miró con atención. "De cualquier manera, te haré responsable tanto de cómo se ve la casa como de cómo te ves al final del día. Y ni se te ocurra ponerte tus jeans o cualquier otro par de pantalones. Si lo haces, yo lo sabré. Créeme, lo haré".

Con cada nueva regla podía sentir que mi libertad se escapaba, y me preguntaba si el resto de mi verano iba a ser así.

¡Ciertamente esperaba que no!

Después de desayunar, mamá me dijo que subiera y la ayudara a prepararse para el trabajo. No estaba segura de lo que esto implicaría, pero asentí e hice lo que me dijo.

"Ven, cariño, hazme la cama si puedes. Quiero que hagas esto todos los días, junto con la tuya y la de Dave también. Haz un buen trabajo, o tendrás que empezar todo de nuevo".

Los estándares de mamá eran bastante altos, así que tuve que hacerlo dos veces, por supuesto. Esto era agotador considerando cómo estaba vestida; Es difícil mantener el equilibrio sobre tacones altos cuando estás encorvada e intentando alisar las arrugas de un cubrecolchón. Esa estúpida faja me estaba haciendo cortes en los costados y varias veces tuve que detenerme para recuperar el aliento.

Una vez que la cama estuvo tendida, me dieron un uniforme de enfermera nuevo y me dijeron que lo sacara de la percha y alisara las arrugas y luego lo colocara sobre la cama recién tendida. También me dieron un cepillo y un poco de betún blanco y me dijeron que retocara sus zapatos. Mientras lo hacía, mi madre se quitó la bata y procedió a ponerse la ropa interior.

Traté de no prestarle atención, pero no pude evitarlo. A pesar de sus años, mi madre era bastante elegante en su forma de comportarse. Era fascinante verla con el rabillo del ojo mientras se ponía el sujetador y las bragas, deslizando las prendas de seda sobre su piel como si fuera parte de un baile. ¡Incluso ponerse una faja fue un acto de humillación en lo que a mí respecta! — le parecía algo natural y la forma en que adornaba sus piernas con sus medias me resultó aún más interesante que ver un partido sin hits en la Serie Mundial. Dios no lo quiera, pero me encontré pensando: "¡Así es como se hace!" y "¿Por qué es tan fácil para ella y tan molesto para mí?" mientras terminaba de lustrarle los zapatos.

Con su combinación y vestido en su lugar, mamá se sentó en su tocador para maquillarse. Al verme allí de pie sin hacer nada, sonrió.

"¿Mis zapatos están listos, cariño?" Asentí tontamente. "Entonces, ven, ¿por qué no me los pones mientras me preparo la cara? ¿Podrías hacer eso por tu pobre y anciana madre, por favor?"

Lo siguiente que supe fue que me encontré arrodillada ante mi madre y deslizando sus zapatos sobre sus pies cubiertos de nailon. Toda la escena era tan surrealista, como un sueño extraño, pero respiré profundamente y logré terminar mi tarea sin avergonzarme demasiado. Un par de días antes, si me hubieras sugerido que iba a hacer algo así, te habría dicho que estabas loca. Ahora, bueno, me pareció que era lo que debía hacer.

"Espera, quédate quieta un momento", me dijo mamá cuando terminé de ponerle los zapatos. Yo seguía arrodillada frente a ella, luchando por mantener la respiración con esa faja apretada. Buscó en un cajón por un momento y luego sentí que me colocaban algo en la cabeza, algo apretado y afilado, que me apretaba los dos lados de la cabeza como un resorte o algo así.

"Ven, eso se ve bien. Esa banda para el cabello mantendrá tu cabello fuera de tu cara mientras haces tus tareas. Además, te hace lucir muy elegante".

Me miré en el espejo de maquillaje de mi mamá y parpadeé. Allí estaba, una banda de plástico blanca para el cabello, como las que usaban todas las niñas en la escuela, sujeta con fuerza sobre la parte superior de mi cabello castaño oscuro. Mamá me ahuecó un poco el flequillo, escupió un poco en la punta de su dedo y lo esparció en un mechón suelto sobre mi oreja. Si no hubiera sabido que era yo, bueno... probablemente no me hubiera reconocido.

Justo antes de irse a trabajar, mamá me recordó que despertara a Dave a las ocho en punto para que pudiera ir a nadar con sus amigos. Tenía que prepararle el desayuno si quería; de lo contrario, tenía que trabajar en mis tareas.

Enterré la punta de mi tacón alto en la alfombra y respiré profundamente. "Uh, mamá, antes de que te vayas, sabes... sabes que se supone que tengo práctica de béisbol esta noche en el parque. También tenemos un partido este sábado. Todavía puedo ir, ¿no?".

Mamá me miró por encima del hombro. Arrugó la nariz como si oliera algo malo.

"¿Béisbol? ¿Esta tarde? ¡No lo creo!".

Mi corazón latía con fuerza. ¿No iba a jugar al béisbol? ¡No podía hacerme esto! Tenía que dejarme ir... el equipo me necesitaba. Más importante aún, tenía que salir de esa ropa. ¡No quería verme como una niña todo el verano! Luchaba en vano para contener mi frustración. "¿Por favor? Quiero decir, soy el segunda base, después de todo. El entrenador espera que me presente y ayude, ya sabes. ¡Haré un trabajo extra y todas mis tareas, lo prometo!"

Mi madre negó con la cabeza. Nunca fue una gran fanática de los deportes y pude ver que la práctica de béisbol no encajaba en sus planes para mí. Eso me parecía fantástico, la verdad. ¡Haría cualquier cosa para no tener que usar ese estúpido corsé!

"¿Por favor?" Sonreí con mi sonrisa más inocente. Ni siquiera podía imaginar lo ridículo que debía verme.

Mamá suspiró y asintió de mala gana. "Veremos. Supongo que tienes una obligación con tu equipo. Mientras hagas tus tareas, supongo que estará bien. Pero tienes que pasar mi inspección. Y... tienes que venir directamente a casa, ¿entiendes? No quiero que andes metiéndote en problemas otra vez."

Sacudiendo mi cabeza con rapidez, le aseguré que me portaría bien.

"Mientras tanto, asegúrate de quedarte en casa mientras yo no esté," me advirtió, señalándome con un dedo firme en la cara. "Si me entero de que te escapaste otra vez como ayer, no habrá béisbol. Y... desearías no haber nacido."

Cuando la puerta principal se cerró de un golpe, me quedé preguntándome qué estaba pensando mi madre. ¿Quedarme en casa? Me giré y miré la figura femenina reflejada en el espejo del pasillo. ¿Por qué en el mundo pensaría que podría considerar salir de la casa? Pensé. ¡Sería un idiota si lo hiciera! Ya era lo suficientemente malo tener que verme vestida como una chica, ¡no había forma de que dejaría que alguien más me viera!

Tenía un rato antes de que Dave se despertara, así que fui a la sala y me dejé caer en el sofá. Me quité esos estúpidos tacones y crucé los brazos sobre mis pechos acolchonados. Tal vez tuviera que vestirme como un hada todo el día, ¡pero eso no significaba que tuviera que actuar como una!

Aunque sabía que jugaría al béisbol esa tarde, seguía bastante molesto. No hice nada durant y me enfurecí casi una hora, sentado solo en la sala con mi ropa de castigo. Poco más podía hacer, considerando la situación en la que me encontraba. Frustrado y aburrido, encendí la televisión con unos dibujos animados y pretendí estar en otro lugar.

Alrededor de las ocho, desperté a Dave y le ofrecí prepararle el desayuno. Todo lo que quería era un tazón de cereal, lo cual le dije que preparara él mismo. Luego bajé a terminar de limpiar la cocina.

"Mamá dijo que tenías que prepararme el desayuno," dijo Dave al entrar en la cocina. La cara de chico sabihondo que puso me hizo querer golpearlo. "¿No lo vas a hacer?"

"Prepárate el tuyo," le respondí bruscamente. "Es solo cereal. No tienes el brazo roto... todavía."

"¡Eh, eh, eh! Mamá me dijo que le dijera si no seguías las reglas. Se supone que debes prepararme el desayuno y todo eso, como mamá hace. Si no lo haces, ¡cuando vuelva a casa esta noche, me va a te las verás con ella!"

¡Eso fue todo! ¡No iba a aguantar más tonterías de ese pequeño chismoso! Me di vuelta, hice un puño y se lo sacudí. Mis uñas pintadas lo hacían parecer menos amenazante.

"¡Oh, cállate, mocoso! ¡Solo cállate y prepárate el maldito desayuno y vete a nadar con tus amigos! ¡Ojalá te ahogues, bastardo! Tú no tienes que soportar toda esta tontería como yo. ¿Por qué no te callas y me dejas en paz?"

Dave se apartó un segundo. Me miró y luego sonrió mientras tomaba su cereal. A pesar de mi explosión, decidió que no iba a ponerle una mano encima. Y tenía razón. Lo único que necesitaba era que fuera corriendo a mamá con alguna historia sobre cómo lo estaba molestando otra vez. Incluso si mentía descaradamente, ella encontraría alguna razón para apoyarlo, lo sabía.

"No tengo que hacer lo que tú digas, 'Pamela'," dijo Dave con voz cantarina. "Yo no soy el que está usando bragas y lápiz de labios." La risa que soltó dolió más que una bofetada de mamá. "Tú eres la que debería tener cuidado. Mamá no va a estar muy feliz cuando se entere de cómo me hablas."

Resistí la tentación de golpearlo y me concentré en sacarlo de la puerta. Tenía mucho en qué pensar y cuanto antes estuviera solo, mejor.

Dave  se fue a las nueve. Para entonces era hora de mi película, así que me dejé caer frente al televisor con un vaso de leche y unas galletas, y durante un par de horas intenté olvidarme de que estaba vestido como un completo tonto. En un momento, miré el vaso de leche y vi la marca familiar del lápiz de labios rosa sobre la leche blanca. Asqueado, me limpié la boca con el brazo y bebí otro sorbo. Esta vez no apareció el rosa. Mientras estaba en eso, me quité esa diadema pequeña de mi cabello, la tiré y despeiné un poco mi cabello. Ahí, eso sí se sentía mucho mejor. Mordiendo otra galleta, al menos me sentí un poco más reivindicado.

Pensaba en cambiarme a mi ropa de chico cuando sonó el teléfono. Mis jeans se sentirían bien ahora, pensaba mientras me deslizaba por el piso de madera con mis pies desnudos, no muy femenina, pero ¿qué me importaba? Mamá no lo sabría y podría cambiarme antes de que regresara del trabajo. ¡Quizás esto no fuera tan malo después de todo!

"¿Sí?" Contesté al teléfono de una manera poco amigable. Esperé un momento, pero no había nada al otro lado. "¿Hola? ¿Quién es?" Elevé un poco la voz, frustrado por ser interrumpido en mi programa.

"¿Hola? ¿'Pamela'? ¿Eres tú, querida? ¿Qué es eso que escucho?" Hubo un momento de silencio, luego... "¡GREGORY PARKER! ¡¿Tienes la televisión encendida?!"

¡Maldita sea! ¡Era mamá! Miré el vaso de galletas en mi mano y mis pies descalzos, y de repente me sentí como si me hubieran pillado haciendo algo malo. Casi tropiezo con la mesa de café en mi prisa por bajar el volumen de la tele.

"Uh, oh... hola, mamá. Eh, sí, solo la tenía puesta... ya sabes, para ruido. Está algo tranquilo en la casa. Ya sabes, con ustedes y Dave fuera todo el día."

"Hmmm... ya veo. Bueno, apágala. Sé cómo eres cuando estás frente al televisor. ¿Qué tanto has avanzado con tus tareas? Tienes mucho que hacer hoy. No quiero que me entere de que has estado flojeando."

Me mordí el labio. "Eh, estoy bien. Ya casi termino con el planchado y eso. Aún me quedan las aspiradoras y los baños. Pensaba hacerlo por la tarde."

"No, necesitan estar hechos esta mañana. Voy a volver a casa para el almuerzo y puede que tenga algunos recados para ti por la tarde." Hubo una pausa y sentí que el estómago se me encogía. "Quiero que todo esté hecho para cuando llegue a casa. Si no, habrá consecuencias. ¿Entiendes, jovencita?"

"Sí, señora." Respiré hondo. "Eh, ¿puedo seguir yendo a la práctica de béisbol esta tarde?"

Hubo una pausa. "Veremos. Dependerá de si haces todos tus recados. Y recuérdame cuando llegue a casa, vamos a tener que hablar sobre tus modales telefónicos también."

¿A casa para almorzar? ¿Recados? ¿Qué demonios estaba pasando? Estaba más confundido que nunca cuando colgué el teléfono. Mirando mi vestido con lunares, no pude evitar estremecerme. ¡Esto se estaba saliendo de control!

Un vistazo rápido al reloj me dijo que tenía poco más de una hora para hacer toda la tarea de la casa. Además, tenía que arreglarme el rostro y el cabello para que pareciera más femenina.

¿Y dónde estaban esos tacones? ¿Y mi nueva diadema?

¡Maldita televisión! ¡Maldito yo! Si mamá se enteraba de lo que había estado haciendo, ¡ni siquiera volvería a ver un partido de béisbol, mucho menos jugar uno!

Antes de empezar, me quité el vestido y lo colgué en la cocina; sabía que, como mínimo, debía tener buen aspecto cuando mi madre entrara por la puerta principal. Vestida con poco más que mi combinación, ropa interior, tacones y medias, me puse a trabajar y terminé de planchar en un tiempo récord. Mi experiencia previa resultó invaluable. Hice un trabajo pasable doblando la ropa y guardándola, metiendo las cosas en mi cajón para doblarlas cuando tuviera más tiempo. Pasé la aspiradora con moderación, solo lo suficiente para que pareciera que había hecho un buen trabajo. Quitar el polvo fue un poco más exigente y ni siquiera voy a hablar de los baños. ¡Eran asquerosos!

Me sentí tan estúpida corriendo por la casa en lencería, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto. No me atreví a cambiarme de ropa porque no estaba segura de lo que había hecho mamá para espiarme; conociéndola, tenía una cámara secreta escondida en algún lugar para asegurarse de que no violara sus reglas. ¿Quién sabe con certeza? Atrapada entre la espada y la pared, me tomé el tiempo de asegurarme de que todas las persianas estuvieran cerradas en caso de que alguno de mis amigos viniera.

De todos modos, a pesar de mi vergüenza e incomodidad, logré hacerlo todo, más o menos. De alguna manera me las arreglé para que pareciera que había intentado hacer mis tareas. No es que importara. Por lo que pensé, probablemente me haría hacerlo todo de nuevo de todos modos, así que ¿por qué preocuparme demasiado por eso?

Cuando escuché que el auto entraba en la entrada, agarré mi vestido de la percha y corrí escaleras arriba. Estaba en el baño retocándome el maquillaje y el cabello cuando se abrió la puerta principal y escuché la voz de mi madre. Estaba sudando como un cerdo, ¡un cerdo rosa! Estaba tan asustado. Preocupado de que pudiera ver algo que no debería. Oh, Dios, ¿dejé la televisión encendida o no? —Me rocié con una buena dosis de perfume y bajé corriendo las escaleras lo más rápido que pude, haciendo sonar los tacones sobre los escalones de madera como si fueran un gran caballo viejo o algo así. El abrumador aroma de la colonia me dejó sin aliento, pero pensé que tal vez si mamá notaba el esfuerzo extra que ponía en mi maquillaje no sería tan dura conmigo.

No me di cuenta de que no estaba sola hasta que estaba cerca de la parte inferior de las escaleras.

"Oh, bueno, ahí está mi querida hija ahora. 'Pamela', conoces a la Sra. Johnston, ¿no? Glenda, esta es mi adorable 'Pamela'".

¡Casi me muero! De pie allí, al pie de las escaleras, con mi mamá estaba su amiga, la Sra. Johnston. En realidad, su mejor amiga, supongo que debería decir. Mamá y la Sra. Johnston trabajaban juntas en la clínica y la Sra. Johnston se había convertido en una especie de tía para Dave y para mí después de que papá nos dejara. Su hija, Rita —ya sabes, la que me vio en la farmacia aquella primera noche que mamá me hizo usar lápiz labial en público— solía cuidarnos cuando éramos pequeños. Supongo que entre mamá y Rita no debería haberme sorprendido de que la señora Johnston supiera todo lo que me estaba pasando.

"Bueno, hola, 'Pamela'. Estoy tan contenta de verte finalmente. Tu madre habla de ti todo el tiempo, especialmente esta mañana. Apuesto a que te ardían las orejas. De camino hacia aquí, lo único que hizo fue alardear de lo bonita... hija... que tiene. Tenía que verlo con mis propios ojos".

Mamá puso su mano sobre mi hombro y me dio un beso en la mejilla. "¿Ves? Y aquí pensabas que nunca tenía nada bueno que decir sobre ti".

La señora Johnston tomó mi mano y me miró a los ojos, como si estuviera tratando de leer mis pensamientos. —Mmm... ¡hueles tan bien! De verdad, Marilyn, él... ¿o debería decir ella?... ¡es bastante impresionante! ¡Mucho más de lo que imaginaba! ¡Qué diferencia hace un poco de lápiz labial y un vestido bonito en un chico lindo! Si lo hubiera visto en público, nunca habría sabido que este era tu Greg.

Mamá sonrió radiante al escuchar a su amiga adularme de esa manera. Yo, por otro lado, sentí un dolor agudo en la boca del estómago.

—Oh, es un encanto, a veces. Otras veces, bueno... simplemente tenía que hacer algo con su comportamiento. Parece que ponerle lápiz labial y una faja hace toda la diferencia del mundo.

La Sra. Johnston me miró de arriba abajo como si me estuviera evaluando para su cena. —Estás bromeando. ¿Una faja? De verdad. Eso sí que es interesante. ¿De dónde sacaste una idea tan maravillosa?

—Oh, originalmente era de Greg. Encontré su pequeña colección secreta de revistas de moda y pensé que tal vez le gustaría saber cómo vivimos las mujeres.

Nuestra invitada asintió como si ya hubiera oído todo eso antes. Sus ojos no se apartaron de los míos durante toda la conversación. —Ya veo. ¿Así que te gusta mirar revistas de moda, cariño? Eso es muy lindo. ¿Cuántos años tienes ahora, de todos modos?

Tragué saliva, como en los dibujos animados. —Uh, trece. Casi catorce.

—¡Casi catorce! Te juro que pareces de dieciséis, así de arreglada. Marilyn, ya sabes, con el vestido y los zapatos adecuados, podría pasar por un chico de diecisiete o dieciocho años fácilmente. Sólo mira esos labios deliciosos y esos grandes ojos azules..

No hace falta decir que me sentí mortificado por ser el tema de esas conversaciones. ¡Y justo ahí, delante de mí, como si ni siquiera existiera! La buena noticia fue que mamá estaba tan ocupada entreteniendo a su amiga que se limitó a pasar por alto la inspección de la casa y me elogió efusivamente por mis logros domésticos. Me sentí tan aliviada de que no mirara en mi cajón de lencería (donde había metido todo en mi prisa por terminar) que no me molestó tanto cuando la señora Johnston dijo que yo "sería una esposa maravillosa para alguien".

Antes de hacer nada más, mamá aprovechó la oportunidad de la presencia de la señora Johnston para tomarse un par de fotografías "madre-hija".

"No tengo ni una sola de mí con mi hija favorita", dijo. "Esto significaría mucho para mí".

Antes de empezar, me enviaron arriba para ponerme mi colgante de hada y cambiarme el lápiz labial rojo. "Para las fotografías", explicó mamá.

Cuando volví, mi madre hizo un gran espectáculo colocando cuidadosamente mi pendiente entre los montículos hinchados que se formaban por el sujetador que llevaba. ¡Qué humillación! No podía creerlo cuando me llevaron al porche delantero y posé junto a ella con mi vestido de lunares y tacones altos. Se tomaron un puñado de fotos, incluida al menos una en la que mamá me daba un beso en la mejilla.

"Vamos, Greg; vamos a sacar una de ti besando a tu mamá también". La Sra. Johnston estaba extasiada en su papel de fotógrafa y no aceptaba un no por respuesta. La peor parte fue que se aseguró de que sonriera en todas y cada una de las fotos. ¡Como si me estuviera divirtiendo o algo así! ¡Caray! Con toda esa atención, sentí más ganas de salir corriendo, pero sabía que cuanto antes hiciera lo que me decían, antes terminaría todo.

Cuando terminamos, la Sra. Johnston extendió la mano y tocó mi pendiente, sujetándolo con cautela. —¡Oooo, qué bonitos! ¡Y también tienen piercings! ¡Qué bonitos! Estoy muy orgullosa de ti, Greg, ¿lo sabías? Experimentando con tu apariencia y todo eso. No muchos chicos son lo suficientemente valientes como para hacer algo así.

¿Valiente? Sí, claro. Me moví nerviosamente con mi vestido y mantuve la boca cerrada. No era como si tuviera mucha elección en el asunto, ¿verdad?

Después de un almuerzo rápido de ensalada de atún y tomates (¡que preparé yo, por supuesto!), mamá me dijo que fuera a buscar mi cartera y me retocara el maquillaje. Hice lo que me dijo, sonrojándome bajo el escrutinio de nuestra invitada, que observaba cada uno de mis movimientos con gran interés.

—Bueno, Greg, ¡ciertamente estoy impresionada! —dijo la Sra. Johnston mientras cerraba de golpe mi polvera y la guardaba junto con mi lápiz labial y rímel en mi cartera. Luego, mamá sacó su estuche de maquillaje y me dio toquecitos en las mejillas con un poco de rubor, lo que hizo que ambas mujeres se rieran como niñas. —¿O debería decir «Pamela»? Te has convertido en toda una jovencita. Cualquier madre estaría orgullosa de ti. ¿Quizás te gustaría venir a vivir conmigo un tiempo? Me encantaría tener a otra chica guapa corriendo por mi casa.

Con el bolso en la mano, mamá me rodeó la cintura con el brazo y se rió. —¡Oh, no, Glenda Johnston! He trabajado demasiado para dejarla levantarse y salir corriendo. «Pamela» y yo tenemos mucho sobre que ponernos al día.. Además, ya tienes una hija. ¡Tendrás que conformarte con una sobrina!

Todos se rieron mucho, ¡excepto yo, por supuesto! Atrapada en el abrazo de mi madre, me quedé allí parada y me sentí tan estúpida como te puedas imaginar.

Después de esperar pacientemente y escuchar a mi madre y a la señora Johnston charlar, comencé a disculparme para ir a limpiar la cocina. En cambio, mamá me apretó la cintura y me encontré siendo conducida a la puerta principal como si nos fuéramos todos juntos. Intenté soltarme mientras me arrastraba hasta el porche, pero era demasiado tarde. La puerta estaba cerrada con llave y nos dirigíamos al coche.

¡Estaba en pánico! "Uh, mamá, ¿qué pasa? ¿Pensé que ibas a volver a trabajar? No voy a ir contigo, ¿verdad? Por favor... ¡No puedo salir de casa así!"

"Oh, claro que puedes. Tengo un recado para que lo hagas mientras vuelvo a la clínica. Y no te preocupes, te ves muy bien así como estás. Créeme, nadie tendrá la menor idea de que eres un chico, ¿verdad, Glenda?"

"Ni lo sueñes", dijo mi "tía", observándome atentamente mientras me deslizaba en el asiento trasero del coche de mi madre. "No a menos que se lo digas, por supuesto". Sonrió con una sonrisa torcida y me guiñó un ojo que me hundió el corazón.

Resultó que el recado que mamá tenía para mí era bastante simple. Una de sus amigas mayores, la señora McCuddy, tenía problemas para moverse sola, y mamá quería que yo pasara un par de horas ayudando en la casa y asegurándome de que la anciana se cuidara sola. El hecho era que ya había hecho esto antes en varias ocasiones, ya sabes, sacando la basura, moviendo cosas al ático y cosas así. El único problema era... bueno, bastante obvio, creo.

"¡Pero tengo práctica de béisbol esta tarde!", supliqué desesperadamente. No pude evitar tirar del dobladillo de mi vestido. "¡Lo prometiste!".

"Oh, no te preocupes, tendrás mucho tiempo. Cuando termines, puedes volver a casa andando y cambiarte de ropa a tiempo para tu tonta práctica. No está tan lejos, así que no me des pena por ello, ¿de acuerdo?" La expresión de mi madre me indicó que el asunto estaba cerrado.

Lo siguiente que supe fue que me habían dejado delante de la casa de la señora McCuddy, allí parada con mi vestido de lunares y tacones y sosteniendo mi cartera en mis manos como una especie de niña tonta. Mi dilema era agotador; podía quedarme allí, a la vista de todos los que pasaban, o podía entrar y afrontar las consecuencias. Al mirar hacia la calle, vi a un grupo de chicos acercándose en bicicletas. La elección estaba tomada por mí.

En realidad, no fue tan malo como pensé que sería. Bueno, considerando las circunstancias, supongo. La señora McCuddy era una señora mayor muy dulce y cuando me vio parada en la puerta de entrada, su rostro se iluminó y me dio la bienvenida a su casa como si no hubiera nada malo en mi forma de vestir. Resultó que, mientras estaba esperando al hijo de Marilyn Parker, Greg, naturalmente asumió que yo era la hija. Seguí la farsa, diciéndole (con una sonrisa tímida) que mi nombre era "Pamela", y procedí con mis tareas como si fuera lo más natural del mundo para mí.

Tengan en cuenta que, aunque fingía ser la hija de mi madre, todavía era perfectamente consciente de quién era y de lo ridícula que era mi situación. Para un niño de trece años, pasar la tarde en tacones y medias y entretener a una anciana brincando por la casa como una tonta criada francesa o algo así, bueno, ¡era casi más de lo que podía soportar! Mi cara ardía de un rojo brillante todo el tiempo que estuve allí, y un extraño hormigueo me hizo temblar por todas partes.

Cuando terminé, me sentía incómoda, sudada y agotada. Además de sacar la basura y llevar cajas de revistas viejas al ático, me pidieron que limpiara el baño del pasillo (¡qué asco!) y que pusiera algo de ropa vieja en bolsas para las donaciones. Mientras colocaba las bolsas en el porche delantero para que las recogieran, pensé con tristeza que tenía suerte de que mi madre no hubiera tenido la oportunidad de revisarlas; sin duda, había encontrado en esto una mina de oro en términos de añadir algo a mi guardarropa de niña.

Me tomé un tiempo para ir al baño mientras estaba allí, una tarea importante considerando la dificultad que tenía con mi faja. Al igual que el resto de su casa, el baño de la señora McCuddy era tan elegante y delicado como cualquier cosa que pudiera imaginar. Con espejos, pequeñas estatuillas y jabones perfumados por todas partes, parecía más una pequeña tienda de curiosidades que un baño. Sentada allí, en medio de todas esas chucherías, con la falda subida hasta la cintura y esa estúpida faja enredada en las rodillas, empecé a apreciar la naturaleza surrealista de mi situación. No pude evitar mirar fijamente el reflejo de la linda chica que estaba frente a mí, y me encontré temblando visiblemente de emoción al darme cuenta de que probablemente así era como se veían las chicas cuando usaban el baño.

Mi última tarea del día fue sacar a pasear a Mimi, el caniche miniatura de la señora McCuddy. No hace falta decir que me sentí débil ante la perspectiva de arrastrar a un perrito tan remilgado por el vecindario mientras yo estaba vestida igual de ridículamente, pero la señora McCuddy insistió.

"Oh, no te morderá, querida, te lo prometo. Normalmente lo dejo salir al patio trasero, pero está empezando a engordar. La caminata alrededor de la cuadra le hará bien. Adelante, si te parece bien. Soy demasiado mayor y significaría mucho para mí si lo hicieras".

Y ahí estaba yo, Greg Parker, que pronto iba a entrar en noveno grado y era un extraordinario segunda base de las ligas menores, vestido con mi nuevo vestido de lunares, un lápiz labial rojo brillante, tacones blancos y un bolso, mientras un caniche de pelo rizado, hiperactivo y aullante llamado "Mimi" me conducía por la acera. Me sentí muy cohibido cuando salí a la acera. Traté de no llorar porque sabía que eso solo me mancharía el rímel; sin embargo, las lágrimas me quemaban los ojos y tuve que detenerme al menos dos veces para sonarme la nariz y arreglarme el maquillaje.

Mientras caminaba por la acera, me pregunté hasta dónde podría llegar antes de que me descubrieran. Pronto descubrí que casi nadie me miraba dos veces. Después de encontrarme con algunos niños pequeños jugando en un patio y un par de mujeres empujando carritos de bebé, me di cuenta de que mamá probablemente tenía razón; mientras actuara como debía, la gente simplemente asumía que yo era lo que aparentaba ser, en este caso una niña bonita que paseaba a su caniche. Todo lo que tenía que hacer era asentir y sonreír de forma bonita cada vez que pasaba por delante de alguien, ¡y eso era todo! ¡Fácil como un pastel!

Me ponía nervioso fingir que estaba feliz por mi situación, pero me obligué a sonreír a pesar de mi vergüenza. Tenía que hacerlo; en un momento estaba tan molesto que la expresión de mi rostro hizo que una señora que trabajaba en su patio me preguntara qué me pasaba. Hice pucheros para sonreír y negué con la cabeza, pero ella insistió y me preguntó si podía hacer algo por mí; Balbuceé algo sobre el calor que hacía afuera y lo siguiente que supe fue que la preocupada mujer me estaba ofreciendo un asiento a la sombra y un vaso de té helado. Por supuesto, rechacé la oferta, diciendo que tenía que regresar.

¡Hablando de confusión! Quiero decir, andar por ahí en público sin pantalones y con las uñas pintadas y la cara con lápiz labial y colorete... ¿qué chico no se avergonzaría? Además de eso, mi adrenalina fluía tan intensamente, mis nervios estaban tan a flor de piel que todo mi cuerpo hormigueaba con electricidad. El roce de mis piernas en sus medias de nailon y la ocasional ráfaga de viento que hacía estragos en mi falda eran extremadamente molestos. Mis sentidos estaban tan abrumados que descubrí que mi cuerpo tenía la reacción más poco femenina debajo de mi faja. Mi pobre pene de trece años estaba más duro que nunca, ¡y todo porque me habían maquillado para lucir y actuar como una remilgada! ¡Era simplemente horrible! Aunque era poco probable que mi erección de niño se viera a través de la ceñida faja que mi madre me hizo poner, ¡en realidad me alegré de llevar un vestido tan abullonado!

La peor parte, sin embargo, fue tratar de evitar que la correa de Mimi se enredara en mis piernas; más de una vez estuvo a punto de hacerme tropezar, un milagro considerando los problemas que estaba teniendo con mis nuevos tacones.




En cuanto vi la casa de la señora McCuddy, sentí que se me quitaba un gran peso de encima. Mi alivio duró poco. Eran casi las cuatro cuando terminé con mis tareas y todavía tenía que volver a casa caminando sola. Pensé en llamar a un taxi, pero eso significaría tener que explicarle mi situación al conductor.

"No", pensé, "sólo he paseado a ese estúpido perro por la cuadra; seguro que puedo llegar a casa sin humillarme".

Después de desearle un buen día a la señora McCuddy (¡y prometerle que volvería a visitarla pronto!), me dirigí a casa. La caminata era de aproximadamente una milla, más de seis cuadras. La había hecho docenas, probablemente cientos de veces con mi ropa de niño; sin embargo, con mis medias y tacones, parecía un viaje a la luna en comparación.

No había perdido de vista la casa de la señora McCuddy cuando me encontré siendo seguida por unos niños pequeños en bicicleta. Tres niños y una niña —todos de entre ocho y diez años, más o menos de la edad de Dave— parecían muy curiosos sobre quién era yo y adónde iba. Aterrada de que pudiera delatarme, sonreía y asentía con la cabeza en respuesta a sus preguntas, manteniendo la voz baja cuando necesitaba hablar.

"¿Vives cerca de aquí?" fue seguido por "¿Eres la nieta de la señora McCuddy?" y "¿Conoces a mi mamá?" Asentí y negué con la cabeza en consecuencia y fingí tener prisa, pero mis nuevos amigos insistieron. Pronto la conversación se volvió más personal, abordando temas como "¿Tienes novio?" y "Mi hermano tiene más o menos tu edad. ¡Tal vez vayas a la escuela secundaria con él!". La niña incluso me preguntó si podía parar a jugar un rato.



Las preguntas eran tan vergonzosas como divertidas, y traté de ignorar las peores, pero eso solo hizo que los niños las repitieran una y otra vez, cada vez más fuerte que antes. Finalmente cedí y comencé a inventar respuestas, sin otro motivo que evitar que mi séquito atrajera demasiada atención.

"Mi nombre es 'Pamela'... no, no tengo novio". "Tengo quince años... no, no quiero salir con tu hermano. ¡Porque, solo no quiero!" "No, no voy a la escuela secundaria aquí. Solo estoy visitando a mi tía Glenda". Y así sucesivamente. Mis respuestas, por supuesto, solo alimentaron su curiosidad, y cuanto más hablaba, más querían que hablara. Terminé deseando haber mantenido la boca cerrada.

Se sentía extraño liderar este pequeño desfile de niños por la acera, pero mantuve mi ritmo y juré no detenerme. Fue todo un logro, teniendo en cuenta el dolor que me causaban las piernas y los pies por llevar tacones altos todo el día. Además de preguntarme quién era y dónde vivía, los chicos me hicieron saber tímidamente que pensaban que era bastante bonita. No sabía si reír o llorar al verme objeto de tanta atención, y me resigné a sonreír y decir un simple "gracias" con cada cumplido.

Mi mayor temor, por supuesto, era que me siguieran hasta la puerta de entrada de mi casa. Estaba tratando desesperadamente de averiguar qué hacer cuando de repente me dijeron que tendría que caminar el resto del camino a casa; parecía que la intersección de Maple Street era lo más lejos que mis acompañantes podían llegar. Hice un gesto agradable de despedida con la mano, ¡pero nunca me había alegrado tanto de quedarme sola!

El resto de mi caminata transcurrió sin incidentes. Me sentía bastante miserable cuando llegué a la casa, con el calor y mis pobres pies. Mi faja estaba tan apretada como siempre y no podía esperar a quitármela y ponerme mi ropa de béisbol. ¡El cielo, pensé, estaba a sólo unos minutos de distancia!

O eso creía. Mientras caminaba por la acera y salía al porche delantero, de repente tuve una idea.

¿Cómo iba a entrar?

¡No podía creerlo! Después de todo lo que había pasado, después de la humillación que había sufrido, la puerta principal estaba cerrada... ¡y yo no tenía llave! Estaba tan enojado - ¡y tan molesto! - que no pude evitar estallar en lágrimas. Miré en mi bolso una docena de veces y probé la puerta trasera e incluso tiré de un par de ventanas, pero fue inútil. Estaba atrapada, y no había nada que pudiera hacer más que sentarme y llorar.