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Capitulo 2 – La transformación
La mañana del sábado comenzó con Shirley irrumpiendo en la habitación de Tony, decidida a poner en marcha su plan.
—Vamos, dormilón. Mamá ya salió de casa y tenemos mucho que hacer —dice mientras le quita el cobertor.
Tony protesta con sueño, recordándole que aún falta para que los recojan. Pero Shirley lo sorprende con una revelación:
—¿No te lo mencioné? Irás disfrazado de niña.
Al principio, Tony piensa que es una broma. Pero pronto comprende que su prima habla en serio. Shirley le explica que sólo logró que lo aceptaran en el grupo al presentarlo como su prima "Toni", con i latina.
—¿Crees que voy a engañar a alguien haciéndome pasar por chica? —pregunta Tony, indignado—. ¿Estás insinuando que parezco una?
—Con tu constitución, un peinado distinto y la ropa adecuada, nadie lo notará —responde Shirley con dulzura.
Pese a su resistencia inicial y el miedo a hacer el ridículo, Tony se siente retado por la provocación de su prima:
—Típico. Ustedes los chicos dicen ser muy valientes, pero apenas les pedimos hacer algo distinto y se mueren de miedo.
Tony, picado en su orgullo, termina aceptando:
—¡Yo no tengo miedo! Yo puedo hacer lo que quiera.
Y así, sin saber cómo, el niño se ve envuelto en una rutina de belleza inesperada. Shirley lo somete a una larga sesión de peinado: rodillos, secadora, fijador. Mientras lo arregla, le asegura que el estilo que le está dando combinará bien con los vestidos que ha elegido para él.
Horas después, Tony finalmente se ve frente al espejo, vestido con una falda azul pálido que cae apenas unos centímetros sobre sus rodillas, calcetas blancas hasta la pantorrilla y sandalias a juego. La transformación es total.
—Si te ríes, me lo quito todo —dice Tony, avergonzado—. Sé que me veo estúpido.
—No te ves estúpido, créeme. Pareces una niña de diez años. Estoy teniendo dificultades para recordar que eres un chico —le responde Shirley, emocionada.
Tony no sabe cómo sentirse. Al mirarse en el espejo, la imagen que le devuelve el reflejo le resulta casi irreal.
—No puedo ser yo... realmente parezco una chica —murmuró.
Shirley no puede evitar sentirse orgullosa del resultado. Lo abraza y le pinta las uñas de rosa pálido, mientras Toni —ya no tan convencido de su identidad— se queda sentado, en silencio, absorbiendo esa extraña nueva imagen de sí mismo.
—¿Todo esto es necesario? —pregunta con voz ronca.
—No podemos permitirnos ningún desliz. Si no lo hacemos bien, alguien podría sospechar.
Después del almuerzo, Shirley lo lleva al parque. Toni, incómodo con la brisa que levanta su falda, siente que la ropa no le ofrece la misma protección de siempre. No sólo se ve como una niña; también empieza a sentirse como una.
Se sientan cerca del estanque. Shirley nota el desconcierto de su primo y trata de consolarlo. Le rodea los hombros con cariño y le da un beso en la mejilla.
—Me tomé la libertad de vaciar tu maleta y reemplazar tu ropa con cosas más adecuadas para una niña —le dice con ternura—. Espero que no te importe.
Toni, lejos de enfadarse, se acurruca en el brazo de su prima. Hay algo en ese gesto que lo desarma, algo cálido y extraño que empieza a recorrerle el cuerpo bajo los pliegues de su falda. No lo entiende del todo, pero tampoco puede ignorar el placer sutil que le provoca. Se siente vulnerable, confundido, y sin embargo, no del todo incómodo.


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