domingo, 1 de junio de 2025

Una posibilidad imposible (1)



Capítulo 1: Una posibilidad imposible

Carlos estaba convencido de que el universo tenía un sentido del humor bastante cruel. De todos los corazones del mundo, él había ido a enamorarse justamente del que no podía corresponderle: el de su mejor amiga, Paola.

Paola era divertida, sarcástica, fanática del cine de terror, y completamente lesbiana.

Así que Carlos se conformaba con ser el mejor amigo. El hombro donde llorar. El que traía helado cuando Paola terminaba una relación, y el que fingía que no se le partía el alma cada vez que ella decía: “¿te conté de la chica que conocí ayer?”

Esa tarde, el universo se superó. Paola llegó a su departamento con los ojos hinchados, la nariz roja y una bolsa de papas fritas bajo el brazo.

—Jennifer me engañó —soltó apenas cruzó la puerta, sin siquiera saludar.

—¿Qué? ¿Desde cuándo? —Carlos tomó la bolsa de sus manos mientras ella se tiraba en el sillón.

—Desde casi el inicio. Dos años de relación y al parecer ella tenía una “novia alterna” como quien tiene Netflix y Prime al mismo tiempo.

Carlos se sentó a su lado y le pasó una manta.

—No entiendo por qué la gente hace eso… ¿no sería más fácil solo no comprometerse?

—Porque la gente es idiota —Paola hundió la cara en la almohada—. Estoy harta. Me rindo. Me vuelvo monja.

Carlos rió bajito. Luego, por alguna razón —quizá el helado derretido en su estómago o el golpe de valentía más absurdo de su vida—, dijo:

—Yo tengo una idea. Algo loco.

Paola levantó una ceja, sin sacar del todo la cara de la almohada.

—¿Más loco que lo de la vez que intentaste hacer pan en microondas?

—Más o menos al mismo nivel, sí. Escuchá… ¿recordás que mi tío es biólogo experimental?

—Sí, el loco que crió una planta fluorescente que canta canciones de Luis Miguel.

—Ese mismo. Bueno, está probando una píldora… que, si funciona, puede cambiarte de sexo por completo. Genética, hormonas, todo.

Paola lo miró con expresión de “¿cuánto helado comiste, amigo?”

—¿Y para qué me cuentas eso?

Carlos tragó saliva.

—Porque… si yo fuera mujer, ¿me darías una oportunidad?

Hubo un silencio. Largo. Tan largo que Carlos pensó que había cortado la luz y se había apagado el universo entero.

Paola lo miró con ternura y algo de confusión.

—¿Estás diciendo que tomarías esa pastilla solo para estar conmigo?

—Si eso significara que tendría al menos una chance, sí. Lo haría.

Ella sonrió, y esa sonrisa lo mató y lo revivió al mismo tiempo.

—Carlos… si fueras mujer, claro que te daría una oportunidad.

Y con eso, se levantó, le dio un beso en la mejilla y se fue, probablemente pensando que era solo una broma entre amigos raros.

Pero no lo era.


Al día siguiente, a las seis de la tarde, el timbre sonó. Paola, en pijama y con una mascarilla verde en la cara, abrió la puerta.

Frente a ella, había una chica. Llevaba la misma campera que Carlos usaba siempre, pantalones algo grandes, y el cabello corto pero algo más suave. Tenía los mismos ojos, el mismo lunar en la mandíbula… y en su muñeca, una pulsera trenzada azul y negra, idéntica a la que Paola le había regalado a Carlos cuando cumplieron cinco años de amistad.

—¿Paola? —dijo la chica, con una voz ligeramente más aguda pero familiar—. La pastilla funcionó.

Paola abrió los ojos como platos.

—¿Carlos?

—Carolina —corrigió ella, sonriendo con nerviosismo—. Ahora me llamo Carolina.



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Es una nueva forma de contenido en mi blog. Relatos con capítulos breves, les prometo que la mayoría serán breves también en cuánto a número de capítulos. Este, por ejemplo, es de 7 capítulos. Espero que les guste.


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