lunes, 30 de diciembre de 2024

Ahora soy Melanie

 


¡Le dije que si! Casi sin pensarlo. Estaba muy feliz de que Gustavo me pidiera matrimonio. Cuando fui un hombre nunca besé siquiera a una chica. Quizá nunca fui del todo un hombre. La pastilla rosa fue lo mejor que me pudo pasar. Estoy segura que ahora soy Melanie.





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Esta caption es parte de una serie:

Parte Anterior: 

Primera parte: Vintage TG Caps: Todo por mi mamá



lunes, 23 de diciembre de 2024

La propuesta

 


Han pasado muchas cosas desde que me tomé esa píldora rosa. Nunca pensé que llegaría a sentirme cómoda como mujer... ejem, ¿aún debería decir cómodo? Cada vez me cuesta más pensar en mi mismo en masculino. Cada vez es más raro para mi usar pantalones e incluso cuando los uso son pantalones de mujer. Cada vez extraño menos mi vida de hombre.



Gustavo y yo nos llevamos excelente. Mamá no me permite ir a verlo sino es con una falda o un vestido, aunque él insiste en venir a recogerme a mi casa, así que no me preocupa que alguien me acose de nuevo. Siempre nos saludamos con un beso en los labios y nos tomamos de la mano. Supongo que es mi orgullo masculino el que no me permite percibirme como su novia. Pero en los hechos, tal vez, ya soy su novia. No me atrevo a pensarlo mucho.



Un día me invitó a una cela de gala en un lugar elegante, al llegar me traía dos ramos de flores. Mamá insistió en comprarme un vestido lindo para la ocasión y también nos tomó una foto antes de que nos fuéramos de casa. 



Durante la cena fue un caballero conmigo. Se portó super amable, me contó como yo era la mujer de sus sueños. Así que decidí decirle la verdad. Que yo había sido un hombre obligado a tomar una píldora rosa. Me dijo que no le importaba, que él me amaba y que quería casarse conmigo. ¡Me pidió matrimonio!


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Esta caption es parte de una serie:

Parte Anterior: Vintage TG Caps: Mi primera cita.

Primera parte: Vintage TG Caps: Todo por mi mamá


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Las entradas del blog desde ahora serán semales debido a mi trabajo. Pero no quería dejarlos sin caption en navidad. 


viernes, 20 de diciembre de 2024

El gimnasio



Siempre disfruté hacer unas buenas sesiones ejercicio después del trabajo todos los días en el gimnasio, pero tenía la costumbre de comerme con los ojos a todas las mujeres en forma con su ropa deportiva ajustada. 


Me emocioné cuando la hermosa instructora de aeróbic me sugirió un día unirme a su clase. Pensé que sería genial poder observar de cerca a tantas mujeres de la clase mientras me pongo en forma.



Ahora definitivamente estoy en buena forma como resultado de la clase, pero no en la forma que pensé que estaría. Todavía voy al gimnasio todos los días, pero me siento un poco incómodo con tantos ojos de hombres puestos en mí y en mi suave entrepierna. .

martes, 17 de diciembre de 2024

No puedo creerlo


No puedo creer esto, mi propia madre me vendió a mi. Su propio hijo, para saldar sus enormes deudas. Ahora voy a tener que ser su esposa, por eso me compró, dijo que yo tenía una figura pequeña y que sería una linda novia. Aparentemente siempre tuvo la fantasía de convertir a un hombre en mujer y someterlo. Es por eso que estaba dispuesto no solo a pagar el precio solicitado, sino un par de millones más, así que ahora mi mamá puede vivir una vida de lujo y yo puedo convertirme en una esposa con la píldora rosa. Odio toda esta basura, mis nuevos senos y el coño, el pelo y el maquillaje, sin olvidar su enorme polla, solo la he visto una vez por casualidad cuando salía de la ducha, me dijo que no puede esperar a nuestra noche de bodas. ¿Qué voy a hacer?

sábado, 14 de diciembre de 2024

Como toda una princesa

 


Yo nunca quise ser mujer. Pero como hombre era un fracaso, no conseguía ninguna novia, me hacían mucho bullyng en el colegio. Así que apliqué para conseguir una píldora rosa y cambiar de sexo.



Desde que comencé a ser mujer me llamaron mucho la atención los hombres. ¿Será que siempre me gustaron y nunca lo aceptaba?



Y recuerden niñas, si quieren enamorar a un hombre hay que esperarlo en vestido y tacones como toda una princesa.






miércoles, 11 de diciembre de 2024

Una bella señorita

 


Desde que tomé esa píldora rosa soy una bella señorita.



Algo que siempre se me ha hecho muy atractivo de un hombre es la masculinidad. No sé, al verlos es como ver algo que nunca fui, ya que siempre fui demasiado delicada y sobre todo muy femenina.




Soy toda una princesa, pero me gustan los hombres rudos.



Otra cosa que adoro de ser mujer es comprar ropa me encanta ver vestidos nuevos para idear nuevos outfits para verme bien bonita



Les dejo otra foto más porque me veo bien mami con este vestido. Ya me voy, porque espero terminar cogida por un hombre esta noche.




domingo, 8 de diciembre de 2024

Una voz angelical (Parte 4)




La cruda... y más cambios.

Me levanté de la cama con mucho cuidado, tratando de aclarar mi mente. Por supuesto, mi madre no me dio respiro alguno:

–¿O acaso no fue, para ti, una experiencia que te marcó?... ¡Te comportaste absolutamente sexy y coqueta, chica! ¡Y qué habilidad tienes para mover el culo!... Puedes negármelo ahora, pero creo que ya estás disfrutando el ser mujer...

Nada respondí. Mi madre sonrió, y llevó su discurso por otros rumbos:

–Caíste en la cama, como tronco... Apenas si pude quitarte la peluca y los pupilentes... ¿Descansaste?

Asentí. ¡Dios! ¡Cómo me pesaba la nuca! ¡Y qué espanto de mareo!

–En fin... Casi es la una y media de la tarde, así que arréglate...

Me desnudé lentamente y fui al baño. Obvio: me quedé un buen rato bajo la ducha, dejando que el fresco goteo masajeara mi cabeza y se llevara la absurda sensación de depresión y todas las demás molestias. Luego, puse especial cuidado en retirar de mi entrepierna los restos de cinta adhesiva y las tramillas de esperma reseco. "¡Dios mío!", reflexioné. "¡Qué loco! ¡De tanta excitación, anoche eyaculé sin erección y sin tocarme el pene!".

Cuando salí, mi madre me ayudó a ponerme una de sus batas de baño y me envolvió el pelo con una toalla.

–Antes de que te vistas –disparó en el trayecto–, te daré tus complementos alimenticios...

–¿Complementos? –me intrigué...

–¿Recuerdas que se los pedí al doctor Sáenz?

–Más o menos...

–Él me sugirió dos productos naturales para que desintoxiques tu cuerpo: grageas de alga espirulina e inyecciones de lecitina de soya... Así, la dieta que te prescribirá te hará mayor efecto...

Me encogí de hombros, plenamente consciente de que cualquier discusión resultaría inútil. Entramos al cuarto rosa y, en efecto, sobre el tocador había un vaso de agua, un platito con una pastilla y una jeringa prellenada...

–¿A qué hora compraste todo esto?

–Tú duermes, yo trabajo... Tú me apoyas, yo te apoyo...

Tragué el medicamento, primero. Después, me abrí la bata y me acosté bocabajo en la cama; mi madre, tras pasarme por el glúteo un algodón empapado en alcohol, me clavó la aguja hasta el fondo: pronto, noté la penetración de un líquido levemente espeso, distribuyéndose entre mis tejidos...

–¿Y ahora? –cuestioné...

–A comer...

Me incorporé y me fui, en bata de baño, a la cocina: en la mesa, para mi decepción, sólo había un plato con un pequeño filete de pollo asado y verduras cocidas, un vaso de limonada sin azúcar y una taza de insípido té.

–¿No sobró comida china? –pregunté.

–¿Estás loca? ¡Tuve que terminármela! A partir de ahora, cuidarás siempre lo que comes...

Suspiré. Obvio: no tardé en devorar mis alimentos.

–¿Hay más pollo? –deslicé...

–No por ahora... Vamos a que te arregles.

–¡Tengo hambre!

Pese a mis protestas, regresamos al cuarto rosa. En cuanto me retiré la bata, mi madre me vio el torso, con una carga de repulsión:

–¡Qué horror! Te está saliendo vello en el pecho... ¡Pareces hombre!...

Me miré. Nada distinguí.

–¿Cuál vello?...

–¿Me llamas mentirosa?

Temblé...

–Karen, yo...

–Cállate... Deja todo en mis manos...

Mi madre fue a su cuarto y regresó con un frasco cilíndrico.

–¡Qué bueno que tengo el Decolette 3D+ y el Suprem’Advance! ¡Son excelentes depiladores! ¡Yo misma los he usado!

Abrió los frascos: resultaron ser sprays. Me disparó la sustancia del primero en los pectorales, de manera generosa, y comenzó a untármela, con delicados movimientos en círculo. Luego, repitió la acción con el segundo...

–Tienen una textura agradable –dije...

–No me extraña: son de Jeanne Piaubert, un instituto de Francia... Los dos cuestan casi 310 euros... Agradece que yo no repare en gastos y te lo comparta... Quedarás perfecta...

Tras la aplicación de los sprays, mi madre fue muy cuidadosa en ocultarme el pene y los testículos con la cinta adhesiva, y en vestirme una pantaleta hipster cheeky de algodón, con acabado de picot. Luego, me pasó unas delgadísimas copas adhesivas de silicona...

–¿Y esto?

–Tus tetas...

Ante la simpleza de los materiales, una expresión me salió del alma:

–¿Y los explantes?...

La carcajada de mi madre no se hizo esperar:

–Mira a la niña: le encantó ser una putita voluptuosa...

Aún sin querer admitirlo, tuve que reconocer internamente la veracidad de esa afirmación: tenía ganas de experimentarme, otra vez, como una mujer sexy; de percibir quemantes miradas masculinas en mis nalgas y en "mis senos"...

–No es eso –titubee, buscando justificaciones...

–Recuerda que anoche fuiste una edecán mayor; desde este momento, debes actuar como una adolescente...

–¿O sea?

Mi madre comenzó a adherirme las copas...

–Las chicas de tu edad no están tan formadas aún... Pero descuida: conforme tu cuerpo se vaya desarrollando, podrás irlo luciendo...

–¿Qué quieres decir?

–Que te despreocupes...

Finalmente, me pasó un muy femenino conjunto deportivo Nike (integrado por un pantalón pirata negro, con cordón de ajuste en el interior; y por una chaqueta de cuello alto y manga corta), y unos impresionantes tenis Guess ¡de tacón alto!

–Ven al espejo –invitó mi madre...

Caminé, pues, viendo mi reflejo desde el primer momento. Noté, para mi estupefacción, que el éxtasis consumido en el evento había generado un condicionamiento operante en mí, ¡y que ya no podía dejar de imitar los provocativos aunque delicados gestos de las edecanes porque tal cosa me generaba una especie de placer físico! Para rematar, otras dos peculiaridades subrayaban, aún más, mi transformación: el par de "tímidos senos" estampándose en mi ropa, y, de nuevo, la obligación de balancear mis caderas para mantener el equilibrio. ¡Me faltaba exhuberancia por la ausencia de los explantes, sí, pero no me veía menos mujer: simplemente lucía joven y fresca!

–¡Cielos!

–Acostúmbrate a tu nueva imagen –me siseó mi madre, mientras me recogía el pelo en una coleta–... Será tu compañera por mucho tiempo...

Al oír estas palabras, temí, por primera vez, que todo el absurdo proceso iniciado por mi madre me marcara, que me dejara secuelas permanentes... Si ya mis gesticulaciones y mi manera de vestir habían perdido masculinidad, ¿qué otros efectos debía esperar?...

–¿Cuándo volveré a ser niño?

–No mientras estás en el concurso, desde luego –reconoció mi madre, y comenzó a perfumarme...

Me estremecí.

Justo a las cuatro, una camioneta Hummer color rosa se detuvo frente a la puerta. El amabilísimo chofer, un simpático hombre de unos cincuenta años, se anunció con formalidad extrema:

–El señor Chassier me indicó ponerme a sus órdenes –dijo–... Soy Mateo...

–Mucho gusto –respondió mi madre, pasándole una mochila...

Llegamos a la televisora en un santiamén. De inmediato, nos condujeron a la oficina de producción de Yves Chassier, donde nos aguardaba el mismo equipo que había yo conocido el día anterior. Ramiro Bretón fue el primero en acercarse a mí: me saludó de beso y me separó de mi madre.

–Acompáñame... ¡Qué bueno que vienes así, Angélica, cómoda y bien dispuesta!...

Atravesamos un pasillo y llegamos a una pieza larguísima, con apariencia de salón de belleza: la actividad ahí, frenética, se desbordaba: en cómodos sillones, un montón de famosas estrellas estaban siendo arregladas: desde un anciano actor de carácter (leyenda en el país) hasta una polémica vedette cubana, pasando por un galán de telenovelas y la vocalista de un grupo de rock... Ramiro me asignó un lugar, y llamó a un amanerado estilista.

–Angélica, él es Tony y te atenderá... Ya le he dado instrucciones precisas de lo que queremos...

–Hola, hermosa –saludó...

–Hola –respondí–... Mucho gusto

Ramiro regresó al estudio, no sin antes ordenar:

–Llámame en cuanto termines, Tony... El señor Chassier quiere verificar personalmente el look...

Tony asintió. Luego, se dirigió a mí, guiñando un ojo:

–Ramiro es guapo, pero muy autoritario... ¿No crees?

Un rayo frío me atravesó la columna vertebral. "Tony es un homosexual... ¡Y yo no quiero serlo!", concluí. "¡Aunque me excita parecer mujer, no pueden llegar a gustarme los hombres!"... Traté de poner la mente en blanco... Pero una pregunta del estilista me sacó de equilibrio:

–¡Qué callada estás, niña!... ¡Si no quieres que las dos nos aburramos como ostiones, cuéntame algo!... ¿Tienes novio?...

No fue el hecho de que Tony, cuadrado de cuerpo, hablara de sí mismo en femenino lo que me desconcertó (él, al igual que yo, usurpaba simbólicamente un género), sino el recordar, de golpe, mi comportamiento como edecán horas antes: no quería que me gustaran los hombres, pero en el evento de la constructora había hecho todo lo posible por calentarlos, incluso el fomentar que un gerente ebrio me imaginara a mí, como hembra, teniendo relaciones sexuales.

Antes de poder frenarme, unas palabras de tono sugestivo salieron de mis labios:

–Sí... Se llama César...

–Muchos machitos se ponen celosos cuando sus novias se vuelven famosas... Ojalá que tu galán entienda tu nueva carrera...

Dos mujeres se acercaron para apoyar a Tony.

–¿Qué hay qué hacer? –preguntaron.

–Es una chica de Yves Chassier... Ya saben: lo que a él le gusta...

Una de las mujeres le guiñó el ojo:

–Entonces no la maquilles antes de que el franchute la revise...

Las siguientes dos horas, de hecho, fueron estresantes. Desconocía cuáles eran los criterios establecidos, así que me sometí con mansedumbre: me arreglaron las manos (cambiándome las uñas postizas), me realizaron pedicure francés, me depilaron las cejas, me dieron un tratamiento facial y me colocaron extensiones en el pelo...

–Voy por Monsieur Chassier –indicó Tony...

Al ver los primeros resultados en mí, el productor se mostró complacido.

–Hiciste bien en pedirme que la revisara antes del maquillaje –le dijo al estilista–... Colócale un poco de colágeno en los labios, casi nada; el pelo, un poco más rizado...

–¿Qué tonos quiere en el rostro, señor?

–Son tu elección... Sólo recuerda que es la chica fresa y coqueta del reality...

–¿Algún piercing? ¿En la nariz, quizá, como la protagonista de su actual telenovela?

–Buena idea... Pero no se lo pongas en la nariz, sino en el ombligo...

Si el piquete en los labios me dolió, pese a los anestésicos, el del ombligo fue brutal: mientras yo sostenía mi chaqueta, apenas abierta a medias para no revelar la falsedad de "mis senos", Tony me atrapó la piel con unas pinzas y luego me insertó la aguja, seguida por un delgadísimo tubito de plástico esterilizado, entre dos marcas previamente trazadas. Aullé...

–Disculpa que no me espere el efecto de la crema –se encogió de hombros Tony, retirando con habilidad el tubito y colocando el piercing–... Nos queda poco tiempo...

Puede relajarme un poco durante el maquillaje, aunque no demasiado: Pierrick llegó con gesto de urgencia.

–El fotógrafo está listo... Vamos a tu camerino...

Cuando me levanté y me vi al espejo, casi me voy para atrás: el arreglo a que mi madre me había sometido la noche anterior, era nada frente al que ostentaba en ese momento. Mi rostro, absolutamente feminizado (con la nueva apariencia de mis cejas finísimas y de mis labios carnosos), estaba enmarcado por un larguísimo cabello de abundantes reflejos color miel; de hecho, emanaba una sensualidad desconocida para mi... ¡Nunca pensé que podía yo portar ese magnetismo!...

En el camerino, me esperaban mi madre, Fanny y Ramiro, frente a un armario portátil, desbordante de ropa.

–¡Qué guapa estás! –me saludó Fanny...

–Gracias –contesté...

Fanny me señaló la ropa:

–Un regalo del señor Chassier... ¿Te gusta?

Eché un vistazo: ¡todas las prendas, de inmejorable gusto y a la última moda, eran de los mejores diseñadores mexicanos y extranjeros! Quedé en shock.

Con energía imparable, Ramiro comenzó a elegirme el primer atuendo. Nunca lo olvidaré: combinó una minifalda azul marina con una camiseta Zara de manga corta en estilo juvenil. Añadió un cinturón muy vistoso, unos sensacionales aretes largos y una muy femenina pulsera (ambos de plata), para rematar con unos buenos botines de tacón generoso.

En cuanto terminé de vestirme, Pierrick me llevó a un set cuidadosamente preparado. El exceso de luz de los reflectores, sobre un fondo blanco, me arrojó un inesperado golpe de calor...

–Súbanle al aire acondicionado –gritó el francés...

Ramiro entró tras de mí y señaló a un tipo, sentado al frente de una computadora.

–Angélica, te presento a Ray Webster, uno de nuestros mejores fotógrafos.

Ray se levantó y, empuñando una Nikon, se acercó... Lo vi mejor: evidentemente estadounidense, de pelo intensamente rubio y barba de varios días, se movía con una seguridad masculina impresionante.

–Tienes un rostro precioso... ¡Qué ojos!... ¡Qué color de piel!... Creo que retratarás muy bien...

Pierrick, mientras tanto, daba instrucciones a unos camarógrafos y al resto del staff.

–¿Qué debo hacer? –le pregunté a Ray.

Él me respondió con un gesto seductor.

–Ser tú misma, bebé... Ven...

Me tomó de la mano y me dejó en el centro mismo de la luz.

–Regálame una sonrisa –pidió...

Oí el primer clic, y, como en automático, me brotó el comportamiento de la noche anterior: volví a sentirme sexual, terriblemente sexual. Mientras tanto, las instrucciones de Ray me llegaban como irresistibles desafíos:

–Voltea a tu derecha... Menos... Así... Dobla tu pierna... ¡Muy bien!... Deja que se te suba un poco la falda; como por descuido... ¡Excelente!... Eres muy natural... Agáchate... Las nalgas, paraditas... ¡Quédate así! ¡Te ves riquísima!... Mírame... Separa los labios... ¡Genial!...

Cuando Ray comenzó a descargar mis primeras fotos en la computadora, mi madre se hizo presente.

–¡Tu hermana es toda una modelo! –le dijo...

Mi madre vio el material y dejó traslucir emociones paradójicas: regocijo mezclado con envidia. ¡Mi imagen de mujer era ahora mucho más fotogénica que la de ella!

–Así que la pequeña de la familia ha superado a la mayor –bisbiseó con amargura...

Preferí callar y regresé con Pierrick al camerino. Ramiro ya había elegido ropa: un mini-vestido muy ajustado, en color beige, complementado por unos aretes de oro bellísimos, por una cartera dorada de Carolina Herrera y por unos originales zapatos transparentes con plataforma en el mismo tono.

Así, foto tras foto, cambio tras cambio, perdí la noción del tiempo.

–¡Hemos terminado! –anunció Ray.

Me sentí feliz: él cansancio me estaba haciendo su presa. Fui al camerino y me derrumbé sobre la cama... Mi madre entró y se sentó a mi lado.

–¡Tengo hambre! –me quejé– ¡Me voy a morir!

–¡Qué poca resistencia, hermanita!

Aunque la puerta estaba abierta, Fanny tocó con desparpajo:

–¿Se puede?

Levanté la mano y dije que sí con el dedo...

–Angélica es una perezosa –me acusó mi madre...

Fanny río:

–Tenemos algo que te reconfortará.

El doctor Sáenz entró, acompañado de una cocinera:

–Buenas noches, linda...

–Doc –balbucee.

–Te traigo la cena...

Me incorporé como un rayo. Fanny desempotró, de la pared, una mesita, y la cocinera depositó en ésta una charola con un apetitoso filete de pescado, ensalada, fruta con queso cottage y un agua mineral helada.

–Comienza a cenar –me sugirió Fanny–... Por hoy, terminaste...

La cocinera vio a mi madre.

–Siéntese usted también, señorita. Le traeré su cena de inmediato.

Sáenz le dio a mi madre un legajo:

–Angélica debe seguir esta dieta... A partir de este momento, prácticamente comerá y cenará aquí, así que usted sólo tendrá que lidiar con el desayuno... ¿Puedo confiar en que vigilará la alimentación de su hermana? ¿Qué no habrá colaciones o sorpresas desagradables?

–Absolutamente –asintió mi madre.

–¡Me alegro!... Toda la información está organizada por día: hoy es el uno... Siga el orden, y ya... La revisaré en dos semanas...

En cuanto terminé de cenar, mi madre me pidió que la acompañara al baño. Una vez ahí, me abrió la blusa que llevaba yo en ese momento, me retiró las copas y sacó de su mochila el Decolette 3D+.

–¿Otra vez? –me quejé...

–El Suprem’Advance sólo requiere aplicación por las mañanas, pero este depilador va después de cada alimento...

–¡Ay, Karen! ¡En serio no sé de que vello hablas!

–¿Vamos a comenzar con diferencias de opinión, otra vez? –se alzó, belicosa.

Callé y me dejé hacer, sintiendo una franca incomodidad. Justo cuando me estaba yo readhiriendo los "senos", para después ponerme el conjunto deportivo e irme a descansar, Ramiro me alarmó:

–Angélica –gritó a la puerta del baño–, hubo un cambio de planes... Te llaman en el estudio "C"...

–¿Dónde hice el casting?

–Sí... Pero primero pasa con Tony... Otra vez...

–¿Qué?...

Por órdenes de Chassier el estilista me cambió el peinado, dejándolo con un look más natural, y me retocó el maquillaje.

–Puse tu cambio en ese vestidor de la esquina, para que no pierdas tiempo en el camerino –me dijo Ramiro...

Obedecí: encontré un mini-short True Religión de mezclilla, una ombliguera negra y unas botas de caña alta (un poco arriba de la rodilla) con aplicaciones en metal. El mini short, debo admitirlo, fue toda una revelación: ajustadísimo, me estrechó la cintura, me aplanó el vientre y me levantó el trasero.

Afortunadamente, no tuve que caminar: un carrito de golf me recogió y me dejó en el estudio en menos de dos minutos. Me sorprendió lo que vi: la escenografía, la iluminación, la mesa de los jueces. ¡Todo lucía igual que el día del casting, salvo que ahora, aparte de los camarógrafos, sólo había dos persona en el auditorio: Yves Chassier y un floor manager!

–Repetirás tu actuación, con una actitud coherente a tu papel –me indicó...

–¿Mi actuación?

–Sí... Canta "Ésta soy yo"... Pero más sexy... Para que te quede claro: deja salir a la puta que toda mujer lleva dentro...

Lejos de ofenderme, las palabras de Chassier me prendieron. ¡La niebla del éxtasis se había expandido por mi mente de forma demoledora!

–Sí, señor... Entiendo...

El floor manager me dio la señal, e inicié mi interpretación de manera audaz, dejándome dominar por el mismo espíritu que había surgido en mí, como edecán. Incluso, recordé y copié la forma en que Alyssa se paraba, a fin de lucir más las nalgas, y un movimiento pélvico incitante que era especialidad de Estefanía. Cuando terminé, el productor lucía satisfecho:

–No me equivoqué... Eres mi próxima cantante de pop...

Un golpeteo de pasos, desde la entrada, me hizo voltear: Thea, Jaime Rocha y Gabriel Jarrell entraban, partiendo plaza.

–Bonsoir, Yves –saludó Jarrell...

Thea me guiñó un ojo.

Los jueces ocuparon su mesa... Chassier me vio:

–Ahora, vamos a grabar el principio... Sal, vuelve a entrar y preséntate como Angie...

–¿Angie?

–Tu nombre artístico...

Me retiré tras bambalinas y oí el conteo del floor manager. Entonces, avancé con paso felino. Como en el casting original, Gabriel Jarrell gritó:

–¡Número dos!

Thea intervino:

–¿Cómo te llamas?

–Angie... –contesté.

Jaime Rocha me dedicó una sonrisa genuina:

–Eres muy guapa, Angie... Bienvenida...

–Gracias...

Yves Chassier interrumpió la grabación:

–¡Corte!... Que regresen sobre Angie, en full shot –le dijo al floor manager; luego, un tanto reflexivo, me vio–... Angie no digas sólo gracias... Coquetea un poco con Jaime... Luce tu cuerpo, carajo...

–Va de nuevo –indicó el floor manager–... En cinco, cuatro, tres...

Conté mentalmente y traté de recordar las estrategias tantas veces vistas en mi madre.

–Eres muy guapa, Angie –volvió a decir Jaime–... Bienvenida...

Con sutileza femenina natural, doblé levemente la rodilla izquierda y eché todo el peso de mi cuerpo sobre la pierna derecha. Obvio: mis caderas dieron un requiebre. Clavé mis ojos en los de Jaime, tratando de mostrar atrevimiento y timidez en partes iguales. Ladeando un poco la cabeza, sonreí y jugué con mi pelo:

–Gracias... Me siento feliz de estar aquí, contigo –sonreí, de nuevo–... Y con todos ustedes...

Hubo algo eléctrico en el ambiente. Jaime se quedó genuinamente boquiabierto, y Thea tuvo que reaccionar:

–¿Qué vas a cantar, Linda?

–"Ésta soy yo"...

–¡Corte! –gritó Chassier– ¿Cómo quedó la toma?

El floor manager consultó al personal de cabina, usando su diadema de audífono con micrófono...

–Perfecta, señor... ¿Quiere que hagamos una de protección?

–¡No, no! ¡Me encantó así! ¡Fue muy natural... ¿Te comieron la lengua los ratones, Jaime?...

El compositor y pianista movió la cabeza, divertido:

–¡Estás muy cambiada, Angélica! –me declaró– ¡Ten cuidado con los consejos que te están dando!

–Terminemos con esto –ordenó Chassier–... Sólo faltan los comentarios de los jueces... Y grabar tu reacción: la vez anterior, casi regresas a las butacas... ¡Celebra el haber sido seleccionada y entra, con júbilo, a bambalinas!...

Fue Thea quien comenzó ahora:

–Tienes una voz maravillosa...

–Y mucha energía –agregó Jaime...

Gabriel Jarrell permaneció en silencio.

–Voto a favor –siguió Thea...

Jaime sonrió:

–¿Qué opinas tú, Gabriel?

Jarrell suspiró. Tomó su copa de vino y la olió...

–Angie, evidentemente eres una chica a la que la vida nada le ha negado... ¿Por qué darte esta oportunidad a ti y no a alguien más?...

No esperaba la pregunta. Gabriel ignoraba lo que era mi vida real: no hablaba conmigo, de hecho, sino con el papel que estaba yo actuando (por coacción de mi madre, primero; a instancias de un productor televisivo, después). Lo absurdo fue que no puede contestar como Ángel (¡francamente hubiera llorado, y pedido que me sacaran de ahí!)... Ser Angélica, en cambio, me daba una fuerza nueva, una influencia que no había conocido como varón.

Con exquisitez, me pasé la lengua por los labios, y sólo dije:

–Porque soy capaz...

Y le guiñé el ojo...

Gabriel se encogió de hombros:

–Pues, felicidades, Angélica... Bienvenida a "Jugar y cantar"...

Oído el "veredicto", salté, echando mis piernas juntas hacia atrás y alzando el brazo derecho. Luego, me fui a bambalinas...

Pierrick me alcanzó:

–¡Lo hiciste muy bien! ¡Conozco al señor Chassier y sé que estará complacido! Sólo espera unos minutos... Te harán una entrevista breve, y podrás irte a descansar...

–Gracias, Pierrick...

–Si gustas, en lo que llega Don, pasa al teatro estudio...

Lo hice... De hecho, iba a acomodarme en una butaca del extremo, pero Chassier me indicó que me sentara a su lado... Ahora iban a grabar la actuación de un chico llamado Flavio.

–Él será el chico fresa del reality –me explicó–; uno de los que se enamorarán de ti...

Cuando lo vi en escena, me sentí terrible. No sólo por lo absurdo de lo que acaban de revelarme, ¡sino porque el muchacho me cayó mal: era el típico prepotente de colegio rico!

–¿Qué vas a cantar? –preguntó Jaime...

–"Ritmo total"...

Flavio comenzó su interpretación con carácter, pero justo en la parte de "para mi ese algo especial; viva la música, dámelo ya", le salió un "gallo" horrendo... Ni siquiera el estilo caprino de Enrique Iglesias justificaba el accidente vocal...

–¡Corte! –gritó Chassier...

Flavio, apenadísimo, se retiró por propio pie.

–Localicen a José Manuel... –berreó el productor– Lo quiero aquí, mañana, temprano... Sustituirá a este imbécil...

Luego me vio, con rostro compungido.

–¿Ves a lo que me refería en tu casa?... ¡Odio esto!

Asentí. Sus ojos adquirieron un brillo especial. Me vio las piernas; después, el rostro:

–Contigo las cosas son distintas –agregó, entonces, depositando, como con descuido, su mano tibia en mi muslo derecho–... Puedo ver tu futuro...

Pierrick me llamó:

–A bambalinas, Angie... Don está listo...

Chassier me tomó la mano y me la besó... Me levanté, en confusión, y fui a la entrevista... Comencé a preocuparme: tarde o temprano, siendo niño, la voz me cambiaría... ¡Mi destino, pese a lo que mi madre deseara, era el mismo de Flavio! De cualquier modo, traté de mostrar una actitud coqueta y festiva ante la cámara.

–Angélica, eres la primera niña seleccionada para el reality show. ¿Cómo te sientes?

–Feliz de estar alcanzado mi sueño...

Cuando llegué al camerino, mi madre y Fanny bebían vino y charlaban como grandes amigas.

–¿Cómo te fue? –me preguntó Fanny...

–Bien –contesté–... He terminado... Quiero cambiarme y huir...

–Tendrás que irte vestida así –me sonrió mi madre, ligeramente ebria...

–¿Y eso?

–El señor Chassier ordenó que trasladarán toda tu ropa al departamento plata, incluyendo tu conjuntito deportivo –informó Fanny...

Pierrick entró, con evidentes muestras de fatiga:

–José Manuel está en Nuevo México con su familia –le dijo a Fanny–... Consígueme un pasaje de avión, para cuatro personas...

–Yo ya les había dicho que ese niño era mejor opción...

–Conoces al jefe... Si no nos mete en apuros, no está feliz...

Ramiro se unió al grupo... Traía un llavero en la mano...

–¡Qué horror con el cambio de participante! ¿No? Tendremos que retrasar la producción del reality uno o dos días...

–En fin –se consoló Fanny–... Eso nos dará tiempo de mejorar la escenografía: no me terminan de convencer las líneas amarillas huevo que le pusieron...

–Disculpen –intervine–... ¿Me puedo ir?

–¡Por supuesto! –reaccionó Ramiro– Tengan las llaves de su nuevo departamento... Mateo los espera en la Hummer...

Pierrick me detuvo:

–El horario que comenzamos a integrar contigo, en tu casa, quedó listo para las próximas dos semanas... A partir de mañana, a las 11, tienes entrenamiento, y clases de canto y de etiqueta... Así nos dará tiempo de seleccionarte las canciones... Con el repertorio decidido, trabajarás las coreografías...

–¡Rayos! –me quejé...

–Tu copia del horario ya está en tu habitación... Buenas noches...

El departamento plata, en realidad el penthouse de un edificio en la zona más exclusiva de la ciudad, me resultó apabullante no sólo por el despliegue de lujo y de tecnología, sino por un detalle concreto: nada masculino había en la decoración.

–El señor Chassier fue muy específico –nos explicó Mateo–, mientras dejaba la mochila en la sala y nos explicaba los intríngulis de controles remotos, apagadores y botones–... Quiere que sus niñas estén a gusto...

En efecto: el sitio era perfecto para dos mujeres. En mi habitación, de hecho, descollaban, una computadora de diseño vanguardista en color rosa y un montón de finísimos peluches, acomodados con buen gusto; sobre mi tocador y a sus lados, se acumulaban varios equipos de maquillaje (incluyendo un neceser repleto).

–¿Ya vio su vestidor, señorita? –me preguntó el chofer, señalándome una puerta–... Ahí le puse lo que traje del camerino... La mera verdad, quedó chulo...

La abrí: encontré un espacio amplísimo, plagado de armarios y entrepaños. Ahí, en perfecto orden, contemplé ropa muy fina y cara (en todos los estilos), accesorios (aretes, pulseras, diademas, relojes) y calzado (zapatillas, botas, botines... siempre con tacones altos)...

–¡Ay, don Mateo! –suspiré...

Una vez que el chofer se retiró, intercepté a mi madre...

–¡Esto es demasiado!

–Creo que le gustas a Chassier –me sonrió...

–¡Basta, Karen! Ya corrieron a un niño porque le cambió la voz... ¿Qué onda cuando eso me pase?

–Tranquila, hermanita...Un día a la vez... Si tal cosa llega a ocurrir, nos despedimos y ya... Pero mientras habremos juntado dinero y vivido como reinas...

Las siguientes dos semanas, en efecto, nos dedicamos a pasarla bien. Es cierto que tuve que partirme entre las desgastantes sesiones de entrenamiento (con Agustín Trejo), y las exigentes clases (de canto, con Ramón Borrero; y de etiqueta, con Louise Cavaliere); sin embargo, el no tener mayores preocupaciones (escolares o económicas) me resultaba adictivo. Casa espléndida, chofer y camioneta a la puerta, juegos en la computadora...

Hubo un detalle perturbador, sin embargo: tener que pasármela de chica las 24 horas comenzó a despertarme una fascinación cada vez más morbosa. En especial, lo reconozco, me excitaba acudir al gimnasio con ropa entallada y sexy, e integrarme con las mujeres biológicas hasta hacerme indistinguible

Por si fuera poco, el incorporar a mi conducta las delicadas maneras de la aristocrática profesora Cavaliere (siempre aderezadas con las bien establecidas metas de Chassier) se transformó en fuente inagotable de feminización.

–Sé más sutil con el coqueteo –me dijo una vez, por ejemplo–... Intenta, cuando estés con un hombre, bajar la voz a un tono casi inaudible... Con eso, lo obligarás a acercársete...

Los resultados de la dieta y del ejercicio pronto fueron evidentes: mi cintura estaba un poco más estrecha y, en general, mi cuerpo adquirió una firmeza maravillosa. Huelga decir que mi madre no se separaba un ápice de lo establecido por Sáenz, y que continuaba aplicándome tanto los suplementos alimenticios (las grageas de alga espirulina y las inyecciones de lecitina de soya) como los depiladores.

Obvio: ¡Chassier estaba encantado conmigo! Al principio de la tercera semana, de hecho, en su oficina, se mostró eufórico:

–Con tu talento, con la disciplina de tu hermana, y con mi apoyo visonario, llegarás lejos –me enfatizó...

Pierrick entró y me saludó de beso.

–Señor, se espera buena audiencia para el domingo... Aquí están los índices reportados hasta el momento.

–¡Maravilloso!...

Me extrañé:

–¿Puedo saber que hay el domingo?

–¿No has visto los promocionales en televisión? –rió Pierrick...

–No he tenido tiempo... Con tanta clase...

–¿Y tu hermana no te lo dijo?

Torcí la boca, por lo que no se me requirió de más explicaciones.

–Angie, Angie –me dijo Chassier–, este domingo comienzan las transmisiones de reality, con una selección de los castings...

–¡Guau! –me incorporé del sillón...

–Es más –agregó el productor–... Se me ocurre una gran idea: ¡iremos a Cancún, con todo el equipo, y ahí lo veremos!... Encárgate de la logística, Pierrick...

–¿Todo el equipo, señor? ¿Participantes incluidos?

–¿De qué otra manera?... Dispón cámaras, incluso... Lograremos buenas tomas...

Luego, volteó hacia mí:

–Además, no quiero dejar de pasar la oportunidad de admirarte en la playa, mientras te doras al sol...

Me alegré mucho y, aunque parezca extraño, de regreso en el departamento, me fui derecho al vestidor: recordaba haber visto algunos trajes de baño, ¡y quería probármelos! Seleccioné, pues, el más llamativo: pese a la cinta adhesiva, la brevísima tanga no alcanzaba a disimular mis genitales por completo. ¡Rayos! De cualquier forma, intenté con la parte superior. Para mi consternación, noté que mis pectorales se habían endurecido, marcado, y puesto más anchos. De hecho, mi torso comenzaba a verse tan bien formado como el de mis ex-compañeros de futbol de la colonia... "¡Claro!", reflexioné. "¡Mi cuerpo es de hombre, y ya estoy comenzando a cambiar!". Consciente de que la comedia estaba por concluir, no supe si sentirme triste o alegre... Sin embargo, un rato después, al ponerme el depilador, mi madre no emitió comentario alguno. Me extrañó un poco. "No tardará en darse cuenta", deduje...

Dos días después, cuando desperté, las cosas habían cambiado. Me pareció que mis pectorales no sólo se habían desarrollado más: parecían estarse afilando de manera cónica. Esperé algún comentario de mi madre, pero no llegó. Al tercer día, cuando empezaron a redondearse y a sentirse suaves, me resultó evidentísimo que había algo extraño.

Con suspicacia, se me ocurrió entrar en la computadora y buscar información acerca de las grageas de alga espirulina y de las inyecciones de lecitina de soya: en efecto, eran suplementos alimenticios y supuestos desintoxicantes. ¿Entonces?

Pensé en silencio. De repente, brinqué. Obvio: los depiladores. Teclee los nombres a toda velocidad. Mi madre no me había mentido respecto al laboratorio o al precio, sino acerca de los efectos. Leí, con asombro... Del Decolette 3D+: "Su complejo exclusivo de principios activos potentes e innovadores permite fijar la grasa procedente de la alimentación a la altura del pecho, compuesto en sí mismo fundamentalmente por grasas... Con una tonicidad recuperada, más generosos, los senos ganan en volumen, redondez y firmeza... Favorecer la entrada de grasas en el adipocito estimulando la lipoproteína-lipasa... Favorecer la lipogénesis (almacenamiento de grasas)... Tensor... Antiestrías"... Del Suprem’Advance: "Rico y consistente, este extraordinario tratamiento palía los déficits de belleza de los senos. Sus microesferas inteligentes liberan sus activos sólo allí donde la piel los necesita, para que la Volufiline y LPL Stimuline vuelvan a dar volumen y redensifiquen visiblemente los senos. Antigravedad asegurada gracias a la Kigéline, completada por la acción reafirmante y tonificante de la Centella Asiática. Recupere un escote perfecto y de vértigo, con senos de belleza sublime".

En furia, en incredulidad, grité:

–¡Karen! ¡Me has estado chingando!

Mi madre entró al cuarto con displicencia. Cuando me vio frente a la pantalla, entendió todo.

–¿No extrañabas los explantes, reina? –se justificó– Esto es mejor... Nada de silicón. Son tus tetas, tu carnita...

Comencé a llorar:

–No así, Karen... No así... 





jueves, 5 de diciembre de 2024

A veces...

 


A veces aún tengo que verificar que mi vez la masculinidad no haya regresado.

Lo que, por supuesto, no puede ser posible, ya que los efectos de la píldora rosa son irreversibles y toda mi manera de actuar y de ser, ahora, es la de una señorita, pero una pequeña parte de mí aún desea volver a ser hombre.

lunes, 2 de diciembre de 2024

No es un gran sacrificio




"Vamos, Alán, cariño, termina de vestirte con tu ropa nueva de la escuela, es hora de ir a tu primera clase. No te pongas nervioso, cariño, tu tía cambió todos tus registros personales en la oficina de administración. 




Ahora estás registrado como una jovencita de 18 años llamada Aline. Vamos, mi linda nueva sobrina y obtén la educación que la tía está pagando. No es un gran sacrificio ser mi sobrina durante los próximos cuatro años a cambio de un título, ¿verdad, cariño?



Tal vez termines enamorandote de un chico de tu edad y no quieras volver a ser hombre.



viernes, 29 de noviembre de 2024

Recomendación de Manga: Nyotai-ka Yankee Gakuen: Ore no Hajimete, Nerawaretemasu!

Continuaré recomendándoles mangas de temática gender bender y crossdressing que me gustan mucho esta vez toca el turno de:  Nyotai-ka Yankee Gakuen: Ore no Hajimete, Nerawaretemasu!

Durante 54 tomos veremos la historia de Torao, un adolescente de 16 años que va a una escuela de chicos problemáticos o "delincuentes". 




Torao tiene una rivalidad con Ryohei un chico de su misma edad y en su último enfrentamiento recibió una paliza de él, por lo cuál entrenó muy fuertemente para conseguir vencerlo en su revancha.



Pero para mala suerte de Torao el día de su nuevo enfrentamiento con Ryohei recibe una bebida de transformación en mujer y se la toma sin saber para que sirve. 



Torao sabe para que servía el jugo después de beberlo, convertido en mujer decide ir a su encuentro con Ryohei de todos modos... pero las cosas no salen como lo esperaba.



Ryohei lo secuestra y lo lleva a su departamento, donde tienen relaciones. En este punto hay que tener un poco de discreción, la primera relación entre ellos si podría considerarse v10lac1*n. Pero a partir del segundo capítulo el sexo es consensuado y poco a poco irán enamorándose.

Mi capítulo favorito es donde Ryohei ayuda a estudiar a Torao, me muero de risa cada vez que lo leo.

De nuevo, solo pongo cuatro páginas para mi mini reseña para que no me tiren el post. La historia solo está en inglés en la página donde leo manga.

Acá están los primeros 52 capítulos: Nyotai-ka Yankee Gakuen: Ore no Hajimete, Nerawaretemasu !(Official) Manga

Los últimos dos capítulos están en otro post de la misma página: Nyotaika Yanki Gakuen Ore no Hajimete Nerawarete masu Manga

martes, 26 de noviembre de 2024

Una voz angelical (Parte 3)




Edecan.

Al principio, sospeché que mi madre había perdido totalmente la razón. Sin embargo, cuando tomó una especie de lapicito de sombras y comenzó a rayarme sutilmente en el abdomen, primero, y entre los pectorales y sobre ellos, después, creí haberlo confirmado.

–Karen, ¿qué rayos haces?

–Recurrir a todas las trampas de las edecanes... Para que aprendas a ser sexy y coqueta, necesitas verte hoy mucho más exuberante...

Suspiré. Ella había dedicado un montón de tiempo a recogerme el pelo (envolviéndomelo en una redecilla), a ponerme uñas postizas y pupilentes verdes, a probarme aretes, a maquillarme. El famoso motociclista de la empresa cervecera le había entregado el paquete (con los dos equipos de ropa) cerca de una hora y media antes. ¡Y ahora parecía tan entretenida!

–Esto ya quedó...

Yo permanecía en una silla, a media sala, en desnudez total y sin poder verme. No obstante, percibía con claridad la sensación de los cosméticos en mi rostro y, especialmente, tanto el peso y la dureza del rímel en mis pestañas como el ahora cremoso sabor de mis labios. Mi madre tomó la cinta adhesiva.

–Levántate y alza las brazos...

Obedecí. Entonces, pegó el extremo de la cinta en mi espalda, poco más o menos a la altura del ángulo inferior de mi omóplato, y comenzó a rodearme, apretando con fuerza, como tratando de unir mis pectorales, hasta que formó un hueco entre ellos. Después, con una esponja, me aplicó ahí polvos oscuros, retocando lo previamente trazado con el lapicito. Para finalizar, me untó en todo el cuerpo, especialmente en brazos y piernas, una perfumada crema en la que había disueltas micro-partículas iridiscentes de efectos metálicos.

–Se llama glitters –me comentó–... Te fascinarán...

No había fascinación en mí, desde luego, sino terror. Pero no quería volver a despertar la ira de mi madre.

–Sólo falta vestirte –sonrió.

Me encogí de hombros. Mi madre fue a su cuarto y regresó con una caja:

–Lo que son las cosas –prosiguió, divertida–... Un coordinador de edecanes nos regaló éstos a todas, por si algún días los necesitábamos... Debido al cuerpazo que Dios me dio, los despreciaba... Jamás pensé quién los estrenaría...

Abrió la caja: contenía seis artefactos de gel de silicón purísimo. Me pasó uno: la cobertura (después supe que se trataba de un elastómero de poliuretano de alta resistencia a la ruptura) lo hacía paradójicamente suave y consistente.

–¿Qué es esto? –pregunté...

–Explantes...

–¿O sea?

–Son como los implantes que se usan en cirugía, pero van por fuera...

Rasgó el paquete de la cervecera, y extendió la ropa frente a mí: un mini bustier blanco sin tirantes; un culotte rojo; un juego de micro falda, guantes y tirantes en vinil amarillo (con los logotipos de la empresa); un casco industrial; y unas botas de caña alta con tacones de aguja de 12 centímetros y medio... "No voy a poder caminar", deduje.

Mi madre me puso en la entrepierna una nueva capa de cinta adhesiva y, luego, se asomó a la caja de los explantes. Sonrió:

–Te digo que la suerte está de nuestro lado...

De la dicha caja, sacó cuatro delicadas pantaletas, todas de elastano/poliamída: una, color carne; otra, negra; la tercera, blanca; y la última, del mismo rojo del culotte. Apartó ésta, y me la mostró por dentro: ocultaba sutilísimas bolsas, cuatro en total, en las que comenzó a depositar explantes: uno para cada una. En cuanto terminó, me hizo entrar en la prenda, que, de tan justa, borró las fronteras entre el silicón y mi propia carne.

–¡Extraordinario! –proclamó.

De inmediato, me vistió la micro falda, terriblemente apretada, y me ciñó el mini bustier, deslizándole un explante en cada copa y vigilando la posición de mis pectorales. Por último, me aseguró la micro falda con los tirantes, me colocó los guantes y me calzó las botas.

–¡No hubiera desperdiciado uñas postizas! –se lamentó.

Tragué saliva... Eran casi las nueve de la noche... "Quizá a este paso, no alcancemos a llegar al famoso evento", me consolé.

–Karen –pregunté, buscando alguna táctica dilatoria y recordando la redecilla en mi cabeza–, ¿vas a peinarme?

–No, hermanita... Tengo una sorpresa... Pero antes, debo arreglarme... Espérame... Quedaré lista en menos de lo que canta un gallo... ¡No te muevas!

"No quiero moverme en toda la noche", pensé, recargándome en la silla. Tampoco quería verme al espejo...

Para mi estupefacción, mi madre se desnudó por completo delante de mí, y me expresó con júbilo:

–¡Es maravilloso que ahora seamos dos mujeres en casa!...

Cerré los ojos, tratando de bloquear emociones, y fui cayendo en un sopor absurdo. Creo, incluso, haber dormitado un poco. Hasta que un escalofrío me hizo reaccionar. Nadie había en la sala...

–¿Karen? –llamé...

–Ya voy, impaciente...

Mi madre salió de su cuarto, completamente arreglada, aunque con una redecilla en la cabeza también. En las manos, llevaba dos pelucas (redondas, atrevidas pelirrojas, con flequillos maravillosos): hechas de pelo natural, carísimas, se las había robado tras su participación en un anuncio de televisión.

–¡Me alegro de no haberlas vendido!

En un santiamén, cada quien tuvo puesta la suya...

–Vamos a tu cuarto, Angeliquita... Párate...

–Me da miedo caerme –respondí, con sinceridad descarnada–... Estos tacones son una grosería...

Mi madre rió.

–Si caminas exactamente como te enseñé, no tendrás dificultades... ¿Recuerdas lo que te dije acerca de apoyarte en las puntas de tus pies?

Me tendió la mano y me incorporé lentamente, con inseguridad. Di dos pasos.

–¡Esto es horrible! –gemí...

–¡Para nada! ¡Estás moviéndote exactamente como debes! Sólo trata de pisar con mucha firmeza... Balancea más las caderas, a todo lo que te den...

Descubrí de inmediato que me era fácil dominar los tacones si exageraba el andar femenino. No tuve, pues, más remedio que imponérmelo. Llegué al cuarto rosa sin complicaciones, aunque plenamente consciente de que tal acción era opuesta, por completo, a mi masculinidad.

Sin embargo, nada me había preparado para lo que el espejo de cuerpo entero me devolvió: ¡mi madre y yo lucíamos como un par de esculturales gemelas pelirrojas! Antes de que pudiera yo reaccionar de otra forma, se me escaparon dos palabras:

–¡No mames!

–Prodigioso, ¿no?

Me contemplé de abajo hacia arriba. Los tacones no sólo me daban altura: hacían más largas y estilizadas mis piernas, me obligaban a mantener una posición erguida, y me formaban un arco en la espalda (que hacía sobresalir mi pecho y empinaba mi vientre ligeramente hacia atrás). La micro falda (que iniciaba debajo de mis caderas, dejando por fuera el delgado inicio de la pantaleta, y terminaba apenas cubriéndome el pubis) estaba por reventar: si naturalmente mis nalgas de niño, con su volumen y su forma de pera, eran ya notables bajo un vestido, los postizos sobre ellas y alrededor de mi cadera, me proporcionaban una figura curvilínea, idéntica a la de mi madre. Gracias a las trazos marcados (entendía, al fin, su propósito), mi abdomen se veía planísimo, atlético. Pero lo más interesante para mí, en ese momento, fue el efecto de mis pectorales unidos por la cinta adhesiva: debido al hueco formado entre ellos (más evidente por el oscurecimiento artificial), simulaban realmente el inicio de los explantes, como si éstos formaran parte de mi cuerpo.

–¡Senos! –se me escapó– ¡Dios mío!

Mi madre rió, complacida, y lanzó un comentario que no capté plenamente:

–¡Imagínate cuando, de verdad, tengas los tuyos!

–¡Me has transformado por completo! ¡Luzco mayor!

Dada la fuerza y la temperatura del maquillaje (ojos superdelineados, enmarcados por intensas sombras marrón; pestañas formidables; labios de un sensual rojo Burdeos), ¡incluso mi rostro era el de una jovencita! Los glitters esparcidos en mi cuerpo otorgaban una extraordinaria apariencia a mi piel desnuda. Muslos, abdomen, cintura, espalda, brazos, el inicio de mis pectorales, hombros, cuello: todo refulgía, en sedosidad, invitando a las caricias.

–¿Cómo te sientes?

–No lo sé...

–Yo sí... Aunque lo niegues, te sientes mujer... Una que está bien buena, por cierto...

–¡Karen!

–Ya tienes la feminidad en ti... Sólo déjala que fluya...

Mi madre fue por dos bolsas de mano, por dos abrigos, por un frasco de Princess (de Vera Wang) y por una cajita. De ésta, tomó un paquetito de laminillas mentoladas para el aliento; después, me perfumó con cuidado

–La edecanes no sólo debemos vernos bien –me explicó, mientras me retocaba la pintura de labios–: es obligatorio oler siempre rico.

Me ayudó a vestirme uno de los abrigos, dejándolo intencionalmente abierto. Luego, hizo lo propio con el suyo. Sacó de la cajita un minúsculo envuelto con pastillas; lo depositó, junto con el perfume, en una de las bolsas, y me entregó la otra.

–Cada una llevará su casco –indicó...

Antes de salir, fue a la cocina, tomó la escoba y la dejó en la sala, a un lado de la puerta.

–¿Y eso? –averigüé, con auténtica intriga...

–Es lo que te reventaré en la cabeza y en la espalda, cuando regresemos, si no cumples con mis expectativas...

Salimos a la noche. Yo estaba en shock, balanceándome en los tacones y con una bolsa en el brazo. "Voy de mujer", pensé. "Y tengo la obligación de comportarme como tal, si no quiero recibir una golpiza". Apenas mi madre se asomaba hacia la calle, buscando algún taxi, cuando una voz conocida me sacudió.

–Doña Karen, buenas noches...

¡Era César!

–¿Cómo estás, César?

–Bien, señora. ¿Está Ángel en casa?

–No, su profesor de canto lo llamó para un ensayo...

–Entonces, por favor, dígale que me marque al celular, en cuanto regrese...

Yo no quería voltear. ¡No quería! ¡Fingía vigilar la calle! ¡Trataba de disimular!... Desafortunadamente, mi madre no tardó en intervenir:

–¿Ya conoces a mi sobrina?

"¡Dios mío!". Oí las pasos de César yendo en mi busca ¡Cuántas veces habíamos jugado al futbol y compartido aventuras! ¡Él era mi amigo! "¡Va a reconocerme!", temí. Para mi sorpresa, ya frente a frente, su reacción fue distinta: sus ojos, ávidos, carbones encendidos, iban, sin tregua, de "mis senos" a mi vientre, de mi vientre a mis piernas, de mis piernas a "mis senos"... Por primera vez, de cerca, supe como ve un hombre a una mujer cuando la desea...

–Mucho gusto, señorita...

Nada pude articular.

–Disculpa que Karla no te responda –intervino mi madre–, pasó una semana en la playa, con el novio, y regresó con la garganta inflamadísima... Pero, César, no le hables de usted a esta chamaca... Tiene la misma edad que tú, ¿verdad, Karla?

Asentí, percibiendo la creciente sequedad de mi boca, mientras me brotaban, desde el fondo del cerebro, una palabras oídas el día anterior: "está bien buena la vieja", "está bien buena la vieja", "está bien buena la vieja"... De manera automática, sin proponérmelo, vi la entrepierna de César y descubrí su pene en erección, mucho más grande que el mío... "Lo excito", confirmé en fascinación morbosa. "Se le para la verga conmigo, como con la modelo del playboy"...

–¿Quieren taxi? –preguntó César...

–Sí, tenemos un evento y vamos retrasadas...

–Para que no esperen mucho, yo puedo ir a la avenida y traerles uno...

–¿Nos harías ese favor?

–Por supuesto...

César se echó a correr. Suspiré audiblemente.

–Karen, ¡vas a matarme! –reclamé...

–Tranquila, hermanita... César ya es tu admirador...

–¿Por qué le dijiste que tengo novio y que me fui con él a la playa?

–Para mayor efecto... Además, imaginará que ya te han cogido, y te le apetecerás más...

–¡Parecía querer desnudarme con los ojos!...

–Ten la seguridad de que lo hizo, en su mente... ¿Por qué crees que se le levantó esa chingadera?

–¡Karen!

–No te hagas pendeja: se la viste...

Mentí:

–¡Qué le voy a estar viendo!

–¡La verga!

Guardé silencio, buscando justificarme. Opté por cambiar el tema:

–¿Por qué le dijiste que me llamo Karla?

–Fue el primer nombre que se me ocurrió... Además, de alguna manera te tendré que presentar con Marcos, en el evento... Pero ya, en buen plan: ¿qué sientes, como hembrita, al excitar a un macho?

Para mi buena fortuna, no tuve que responder: un taxi, guiado por César en plan de copiloto, avanzaba por la calle. En cuanto se detuvo frente a la casa, traté de subirme. Mi madre me detuvo.

–Despídete de César, Karlita... Fue muy amable con nosotras...

César bajó del auto. Yo le extendí la mano, pero él, al tomármela, me jaló, forzándome a inclinarme, ¡y me dio un beso en la mejilla, lo más cerca que pudo de la boca!

–¡Que te vaya bien, linda! –me susurró...

Una vez en el taxi, mi mamá no paraba de reír.

–El naquete debe estar presumiéndole a tus otros amigos que ya te conoció, y que lo calientas...

Permanecí en silencio.

–Es el efecto que las mujeres causamos en los hombres –agregó mi madre...

–¡Ya! –la interrumpí...

Ella me vio. Había una chispa de picardía en sus ojos:

–Sé honesta: lo de la viborita de César, ¿te incomodó o te gustó?

–¡Fue muy raro! ¡Punto!

–¡Pues, chica, prepárate! ¡Estarás parando vergas toda la noche!

Pensé en el taxista, y me avergoncé.

–¡Deja de ser vulgar, Karen!

Sin embargo, el taxista nada oía: estaba más al pendiente de vernos las piernas, a través de los espejos, que de nuestra conversación... ¡O de la carretera!

Llegamos a la empresa cervecera justo a tiempo. El guardia del acceso, un tipo moreno, rudo, de muy mala pinta, evidentemente conocía a mi madre:

–¡Dichosos los ojos que la ven, reinita!

–Buenas noches, poli...

–Me dijo el licenciado Marcos que en cuanto usted llegara, yo le marcara a él... Para que usted no tenga que subir... Pase a la sala de espera...

–Gracias...

–¿Y esta chulada que la acompaña?

–Karla, una prima...

De nuevo quedé bajo un escrutinio varonil implacable: "¿acaso los hombres somos tan poco cuidadosos al admirar una mujer?", pensé.

–¡Que envidia me da el licenciado! ¡Me cae! –siseó el guardia.

–¿De veras, poli? –acicateó mi madre...

–¡Ay, reinita! ¡Pues cómo no! –me evaluó el vientre y los muslos, y se dirigió a mí, sin decoro– Con perdón, señito Karla: ¡está usted bien rica!

Me sonrojé. El tipo viró hacia mi madre:

–¡A ver cuando me acepta la invitación al cine, Karencita: ¡se la reitero!

–Es usted casado...

–Pero mi vieja no es celosa...

Mi madre fingió reír.

–Vamos a la sala de espera...

–¡Con confianza! ¡Está usted en su casa!

Cuando iba yo a sentarme, mi madre retomó el tono ejecutivo que me asustaba:

–¡Acomódate con cuidado, como si temieras enseñar los calzones!...

–Karen, la falda está cortísima y apretada: es imposible que no se me vean...

–Lo sé... Pero es una cuestión de actitud...

Acaté la instrucción.

–¿Así?

–Estás perfecta... Ahora, permanece derechita... ¡Que no se te olvide!...

–De acuerdo...

–Ahora, cruza tus piernas: la derecha sobre la izquierda... Apriétalas más para subrayar su redondez...

–¡Rayos!

Mi madre verificó mi posición. Suspiró y retomó el hilo:

–Esta noche serás el centro de atención de muchos hombres... Trata de mostrarte siempre de buen humor; ríe, con discreción pero con intensidad... Celebra los chistes que te hagan, como si fueran ingeniosísimos... Y cuando te coqueteen, tú coquetea también... Sé sexy...

–¡Karen, no sé coquetear! ¡Mucho menos ser sexy!

Un taconeo nos hizo voltear hacia la puerta:

–Ya te lo dije: tendrás a las mejores maestras...

Tres edecanes entraron: voluptuosas, de rostros divinos, con ropa idéntica a la que mi madre y yo usábamos. Destilaban seguridad.

–¡Karen! –chilló la primera...

–¡Alyssa! –saludó mi madre...

Se saludaron de beso y abrazo... Las otras dos me vieron, ¡interesadas en mi pelo y en mi maquillaje!

–¿Y esta bebé? –preguntaron ambas, como saludo, casi al mismo tiempo...

–Es Karla, mi prima... Karla, te presento a Aki y a Selena...

Las recién llegadas me saludaron de beso.

–¿Saben quiénes más vienen? –preguntó Alyssa.

–Ni idea –respondió mi madre–. No sé ni de qué pinche evento se trata...

Una voz masculina nos informó:

–Es la fiesta privada de una constructora...

Marcos, el Gerente de Relaciones Públicas de la empresa estaba saliendo del elevador, escoltado por cuatro edecanes más.

–¡Vaya! –se admiró Aki– ¡Valeria, Paloma, Mago y Estefanía! ¿Sólo las top, Marquitos?

–El pinche dueño de la constructora nos avisó apenas hoy –explicó–... Una importadora de licores le falló, y optó por cedernos el evento en exclusiva... ¡Nos llevaremos un dineral!... La única condición: diez edecanes de lujo...

–Pues, somos ocho tripe-A –contó Selena......

–Nueve –lanzó con entusiasmo otra edecán más, mientras atravesaba la puerta...

–¡Nora! –se entusiasmó Paloma, y corrió a recibirla.

Yo permanecía en congelamiento: no sabía qué decir o cómo reaccionar. Marcos lo notó:

–¿Por qué tan callada, guapa?

Marcos no pasaba de 40 años, y tenía la típica apariencia de los devotos del gimnasio: bajo su carísimo traje, se adivinaba un físico cultivado con exigencia y con precisión. Se acercó a mí, y me saludó de beso.

–Karen me dio tu nombre por teléfono, amor, pero soy distraído. ¿Me lo puedes repetir?

Recordé la escoba, junto a la puerta.

–Karla –susurré...

Con movimientos suaves, me despojó del abrigo, y se lo entregó a Paloma. Luego, me tomó la mano derecha, me levantó el brazo y me hizo girar.

–¡Espectacular! –afirmó...

Mi madre no disimuló su orgullo:

–Te lo dije, Marcos...

–Te quedaste corta... Podemos decir que tenemos diez edecanes triple-A...

–¡Salgamos, entonces! –invitó Nora, quitándose una preciosa gabardina...

Fuimos hacia el estacionamiento de la empresa, donde nos esperaban tres camionetas Suburban. Los choferes tomaron los abrigos, las gabardinas y las bolsas, y las acomodaron atrás. Luego, se dispusieron para apoyarnos a trepar.

–Karen –sugirió Marcos–, supongo que tú y tu prima irán conmigo...

–No –respondió mi madre–. Deja que Karla se aclimate con sus compañeras. Prefiero que Aki, Estafanía y Alyssa la vayan poniendo al tanto de lo que hacemos...

Me brotó el miedo, otra vez.

–¿Estás segura, Karen? –titubee.

–Totalmente...

Mi madre se acercó a mí, fingió acomodarme un arete y me ofreció una laminilla de menta:

–Imítalas en todo –me secreteó–... Te moverás como ellas, hablarás como ellas, reaccionarás como ellas... Un solo error, y te madreo... ¿Entendiste?...

–Sí –temblé.

Estefanía se nos unió.

–Para no regar el tepache con mis comentarios: tu prima se ve peque... ¿Tiene experiencia?

Mi madre me dio una nalgada:

–Desquintaron a esta cabrona en la secundaria, y no ha parado... Su actual novio es 17 años mayor que ella, casado, y se la lleva de viaje a cada rato... Acaba de regresar, con él, de la playa...

No podía más. Subí a la camioneta, sintiéndome en una pesadilla de la que no podía despertar.

Por fin, las Suburban salieron a la noche. Aki me examinó.

–¿Nerviosa?...

–Mucho...

–Tranquila –se rió Alyssa, poniendo su mano en mi muslo–: con el cuerpazo y con la carita que te cargas, la mitad de tu chamba está hecha... ¿En serio es tu primera vez como edecan?

–Sí...

Traté de no pensar más, y me concentré en las ademanes de las tres vampiresas: su estilo de acomodarse el pelo, su posición recta al sentarse (ostentando sus pechos), sus movimientos de manos, su entonación de voz... Con una seguridad impresionante, en todo momento dejaban la sensación de saberse ricas; y cada centímetro de su cuerpo parecía gritar: "sí, mírenme, soy real"... De esta manera, el tiempo me resultó insuficiente: ¡eran tantos los sutiles detalles del comportamiento femenino!... No obstante, cuando nos apeamos, yo estaba mucho más en mi papel.

La realización del evento está programada en un lujoso salón, ubicado justo en el último piso del hotel más exclusivo de la ciudad. Obvio: el elevador privado estaba a nuestra disposición.

–Tenemos que hablar –le dije a mi madre.

–Lo supuse –rió.

Pese a que el evento aún no comenzaba, el salón bullía por los últimos preparativos: en la entrada, unos técnicos inflaban una gigantesca cerveza confeccionada en hule; a la izquierda, un ejército de meseros terminaba de montar un pantagruélico bufet; a la derecha, un grupo musical alistaba sus instrumentos; al fondo, bajo un descomunal logotipo de la constructora, un discjockey probaba el sonido.

–Pónganse los cascos y colóquense alrededor de la cerveza –ordenó Marcos–... Yo les iré dando indicaciones...

–Vamos al baño, antes –avisó mi madre, y me tomó del brazo...

Fuimos, en efecto, al baño... Pero no a orinar...

–¡Te pasas, Karen! ¿Por qué le dijiste a Estefanía que estoy cogiendo desde la secundaria?

Mi madre hizo una cara simpática.

–Corrección: que te están cogiendo...

–¡Peor!

–Para que corra la voz, y todas te acepten... No tienes ideas de lo competitivas que son algunas edecanes, especialmente con las nuevas... Ahora te ven no como a una joven ansiosa por escalar posiciones, sino como a una simple putita...

–¡Karen, por favor! ¡No soy mujer! ¡Mucho menos una puta!

Mi madre me guiñó el ojo, me roció un poco de perfume y me metió a la boca una laminilla mentolada más.

–Pues les copiaste los moditos muy bien...

–¡Karen!

–Ya sabes: continúa así... O mañana tendremos que comprar una escoba nueva para la casa...

A punto de llorar de impotencia, salí del baño. Los primeros invitados estaban llegando.

–¡A tu posición, Karla! –me gritó Marcos...

La siguiente hora fue atroz. Mi madre sabía perfectamente con quien me había encaminado. Todas las edecanes eran excitantes, sí, pero tanto ella como Aki, Estefanía y Alyssa tenían una peculiar manera de acercarse a los hombres: no había gesticulación suya que careciera de sensualidad. Pronto, con pavor genuino ante la posibilidad de una tunda, me dediqué a calcarlas, pero en automatismo. Actuaba con coquetería femenina, sí, pero dentro de una especie de bache negro: sin atender a los rostros, a las voces o a la música de reguetón. Hasta que un tono ronco, viril, me sacó del trance:

–¿Puedo tomarme una foto contigo, muñeca?

Era el hijo del dueño de la constructora: un joven extremadamente bien parecido, alto y pulcro.

–Sí –balbucee con timidez.

Por respuesta, el joven sonrió, extrajo una pequeña cámara digital de su chaqueta, y le pidió a uno de sus amigos que nos retratara. Me abrazó, entonces, por la cintura y me atrajo hacia él. No pude dejar de notar su aroma: olía riquísimo.

–Gracias –me dijo, dándome un suave beso en la mejilla, tras el flashazo–... Eres la más guapa de las diez...

Entonces, la evidencia me cayó de golpe: ¡a los ojos de todo, yo ya era no una edecán más! ¡Me distinguía del resto por mi aspecto paradójico, de lolita: provocador y sexy, a la vez que ingenuo y juvenil! En un santiamén, comencé a distinguir las quemantes miradas masculinas sobre mi piel. ¡Contra mi voluntad, me había transformado en un objeto erótico para mi propio género! ¡Los hombres me admiraban, me deseaban! ¡Yo estaba cautivando su atención, como una flor que atrae una colmena de abejas! ¡De hecho, pronto la mayoría de los invitados parecía querer insertar su aguijón entre mis tallos y polinizarme!

–Te estás robando el evento –me dijo Marcos, complacido.

Con júbilo evidente, mi madre se me acercó también.

–Cuando te abracen para las fotografías –aconsejó–, recárgateles en el pecho a los cabrones; abrázalos... Finge que te sientes afortunada de que te tomen en cuenta...

–Entiendo...

–Pero, bueno... Creo que es el momento...

–¿De qué?

–De rehidratarte... ¿Tienes sed?

–Más o menos...

Tras decirle algo a Marcos, mi madre fue hacia el bufet y regresó con una botella de agua abierta. Me la dio.

–Bébela toda –indicó–... Tu pintura de labios es waterproof... No se correrá...

Apuré el contenido en un respiro: aunque ligeramente amarga al principio, me resultó refrescante. A partir de ahí, no deje de posar: me entró un bienestar general y mi ansiedad se disminuyó por completo. Así, creyendo que estaba yo más en sosiego, obedecí los consejos de mi madre... Pero no contaba con los desequilibrios emocionales de ella; tampoco con el destino...

De repente, experimenté calor, tanto físico como emocional, y me sentí a gusto en el evento, muy a gusto... Luego, mi percepción sensorial se exaltó: comencé a captar olores fascinantes (a distinguir los rudos toques de las lociones masculinas, incluso), mientras mi corazón parecía acompasarse al ritmo de la música. Justo en ese momento, un gerente de la constructora, con algunos tragos de más, se me acercó para una fotografía, y me musitó libidinosamente al oído:

–Estás bien buena, mija...

Recordé a César, y me entró el morbo de una manera desbordada. De hecho, comencé a sentirme sexual, terriblemente sexual, sin autocontrol...

–Gracias –balbucee...

El gerente sonrió y, fingiendo abrazarme para despedirse, se me recargó:

–Mira como me tienes...

El contacto de su pene erecto, enorme, me alteró: tenía yo la piel hipersensible, y cada roce sobre ella empezó a arrancarme sensaciones inesperadas, disfrutables todas... "¡Dios! ¡No puede estar gozando con esto!", pensé... Traté, sin éxito, de poner la mente en blanco, pero la voz de mi madre comenzó a retumbar en mi mente: "estarás parando vergas toda la noche", "estarás parando vergas toda la noche", "estarás parando vergas toda la noche"...

–Me gustaría invitarte, un día de éstos, a tomar una copa –agregó el tipo–... ¿Estás libre?...

Me sorprendió oír mi propia voz:

–Soy casada...

–¿Cómo se llama tu marido?

–César...

–¿Y te atiende bien tu marido?

–Mucho...

De golpe, para mi estupefacción, deseaba no sólo que ese macho siguiera pensando en mí como mujer, ¡sino que me imaginara, en tal sexo, teniendo relaciones!... No buscaba yo contacto alguno con él, ¡ni por equivocación! Pero me excitaba el hecho de pasar tan plenamente por hembra...

–Mi marido me coge delicioso todas las noches –le secretee...

–Dichoso él –me respondió, introduciéndome su tarjeta de negocios en el bustier, cerrándome un ojo y avanzando a la fiesta...

Pronto, me sumí en una desinhibición total...Traté de enfocar los ojos en un solo punto y no pude, así que deslicé mi mirada de entrepierna en entrepierna. ¡Sólo podía pensar en comportarme como mujer y en estimular a los machos!

–¡Prepárense! –nos alertó Marcos...

Las luces se apagaron, y el discjockey anunció:

–Es medianoche... La hora sexy de la fiesta...

Mi madre se puso junto a mí, y me cuchicheó:

–Cuando oigas tu nombre, avanza a la pista...

El discjockey principió una letanía, con un tono deliberadamente varonil:

–Ellas son el sueño erótico de la noche... Nuestras edecanes: Aki... Estefanía... Karen... Valeria... Paloma...

Comenzaron a sonar, a todo volumen y sin descanso, las notas de una canción de Daddy Yankee: "El ritmo no perdona"... Y cada edecán avanzó, bailando sexualmente...

"Oh / A que te pego. Ponlo ahí / A que te pego. Sigue ahí / A que te pego. Ahí, ahí / A que te pego. Yo. Oh / A que te pego. Ponlo ahí / A que te pego. Sigue ahí / A que te pego. Ahí, ahí / A que te pego. Yo. Oh".

–Karla...

Para ese momento, mi excitación estaba al máximo... Avancé, pues, hacia la pista, con movimientos lentos y precisos, y me arranqué a bailar, como jamás lo había hecho.

"A que te pego. Ponlo ahí / A que te pego. Ma, sigue ahí / A que te pego. Ahí, ahí / A que te pego. Yo. Oh / A que te pego. A que te pego / A que te pego. A que te pego / A que te pego. Tú, sigue el juego / A que te pego. Yo / Persíguelo. Persíguelo. Persíguelo aquí en la zona / Persíguelo. Persíguelo. Persíguelo, juguetona / Persíguelo, que el ritmo no perdona /

Qué. No perdona. Qué No perdona".

Mi cuerpo fluía solo, sin ataduras, enviando mensajes sexuales a todos los varones... Yo notaba el frenético meneo de mi vientre, el desafío abierto en que se había convertido... De pronto, distinguí al hijo del dueño de la constructora, en el borde de la pista, y, sin pensar, me le acerqué, hasta rozar mis piernas con las suyas. Entonces, cientos de voces masculinas iniciaron un coro inesperado:

–¡Karla! ¡Karla! ¡Karla!

No pude pensar: le di la espalda al chico y, voluptuosamente, me incliné hacia delante: mis nalgas quedaron frente a él, contundentes, a la altura de su pene. Entonces, con exaltación, con sensualidad, me tomó desde atrás, y me recargó el pubis. "Sí", me complací, al notar la erección. "Lo he calentado, como a César". Perfectamente sincronizados, ambos comenzamos a mover las caderas de derecha a izquierda...

–Perrea, nena –me dijo–... Perrea...

Sin previo aviso, me sentí convulsionar por dentro. Me incorporé un poco, giré hacia él y lo vi a los ojos; justo en ese momento, comencé a eyacular: pese a estar atrapado, mi pene se convulsionó, llenando de esperma la cinta adhesiva... Gemí un poco, mas no me detuve... Me separé del chico y seguí bailando...

"Ponle bajo y que azote la batería / Ritmo bestial que te pone bien al día / Suena el timbal. Ra, ca, ca, ca, tan, tan / Cuerpo chamboneando. Ra, pa, pa, pa, pan, pan / Al alma porque esta pendía la azotea / Fuego a la jijotea pa’que suelte a Dorotea / El fuego del caribe no hay quien lo esquive / El mundo entere el reguetón se vive. No pare / Prende. Prende. Prende. Prende. Prende ese mahon / Prende. Prende. Prende. Prende. Prende, préndelo / Échale pique, échale pique / Doctor Daddy tiene la cura, si tú quieres que te medique, may / Échale pique, échale pique / Hasta abajo, guayando hebilla / Esto es sencillo. No te compliques".

No necesito decir que, al término del evento. Marcos me ofreció continuar como edecán. Pero mi madre me disculpó:

–Esto fue sólo por ayudarte –le dijo...

–¡Pero no podemos desperdiciar a tu prima! ¡Es una bomba, la cabrona!

–Lo siento...

Desperté sintiéndome mal, con muchísima sed y con una extraña conmoción depresiva: estaba en la cama del cuarto rosa, sí, pero con el traje de edecán aún puesto. Contemplé los explantes que sobresalían de mi pecho, mis piernas (redondas, esplendorosas aún de glitters), mi vientre plano. Me retiré los guantes, y jugué con el reflejo del sol en las uñas postizas, larguísimas, lustrosas... Sin poder evitarlo, me lamenté de no haber nacido chica, y supe que no deseaba regresar a la ropa de niño.

Me incorporé un poco... Mi madre, divertida, me observaba desde la puerta, con el envuelto de pastillas en la mano:

–Mira qué madreada te dejó el éxtasis... Pero valió la pena, ¿no?

Sí: mi madre me había drogado. ¡Con una dosis de mdma disuelta en agua había logrado no sólo que me gustara usar ropa de mujer, sino que tal cosa me excitara! Casi pude oír cómo se fracturaba la primera capa de mi masculinidad.

sábado, 23 de noviembre de 2024

Recomendación de Manga: Sekainohate de Aimashou

Hoy haré una entrada diferente a las habituales. Se trata de un manga llamado: Sekainohate de Aimashou

Es la historia de Ryouma, un chico delgado y un poco débil que al intentar salvar  a un extraño muere.



El extraño era el príncipe de otra dimensión y decide revivirlo pero convirtiéndolo en chica para hacerlo su esposa. Ryouma despierta en el otro reino y de inmediato comienzan a "prepararlo" para encontrarse con el príncipe.



La obra es una comedia, así que es muy ligera de leer.



No pondré más páginas por miedo a que me bajen el post pero se pueden leer 24 capítulos en este link:


Y la historia completa (en inglés) está aquí: